lunes, 6 de marzo de 2023

LA GRAN TRAGEDIA DE MANOLETE y por qué hasta Churchill envió el pésame a su madre Joaquín Pérez Azaústre en 'La larga noche'

 


Mucho más que un mito del toreo, en su figura, se reconocían las dos Españas. Joaquín Pérez Azaústre recrea su tragedia en 'La larga noche'


Manolete es trasladado a la enfermería tras la cogida. .
FRANCISCO CANO
PREMIUM
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La muerte de Manolete fue una conmoción. Sólo tenía 30 años la tarde en que el miura Islero le cogió en Linares (Jaén). Era su segundo toro. Al entrar a matar, el pitón derecho del morlaco -negro, bragado y con arrestos- entra en el muslo derecho de Manuel Rodríguez y lo eleva al aire como un pañuelo. El cuerpo del torero, vestido con traje rosa pálido y oro, cae bocabajo a la arena convertido en un fardo. Gritos, confusión. Es el 28 de agosto de agosto de 1947, jueves. El diestro había anunciado que en octubre quería retirarse.

Guillermo, mozo de espadas y conductor del Buick del maestro, mete su mano derecha en el hueco del destrozo, del que mana la sangre a borbotones. Le llevan en volandas a la enfermería, pequeña y sin lo elemental. Todo es urgente, extraño, incomprensible. Hay imagen de esos primeros segundos porque Luis Miguel Dominguín, quien junto a Gitanillo de Triana completa la terna, ha encargado a CanitoFrancisco Cano, el fotógrafo que vivirá 103 años, un reportaje sobre su toreo.

En las gradas corre un rumor, están amputando la pierna al maestro. El gentío se agolpa en la enfermería. Todos quieren entrar para contar más tarde que le vieron aún vivo o para certificar que pestañeaba. Dentro se afana el doctor Garrido.

Con este episodio arranca, sin tregua, la crónica o la recreación puntillosa de La larga noche (Almuzara), XXXVIII Premio Jaén de Novela, del escritor Joaquín Pérez Azaústre (1976), cordobés como Manolete. La repercusión de aquella tragedia sacudió un país que se recuperaba mal que bien de la Guerra Civil, que se distraía con los toros, que veía en la tauromaquia un modo de salir adelante, un sueño al alcance de la mano con el que fantaseaba tanto el espectador como los mozos que buscaban un ascensor social.

ECO INTERNACIONAL

Si The New York Times Le Monde se hicieron eco de la tragedia en sus portadas (Churchill envió un telegrama de pésame a Doña Angustias, madre del torero) fue porque se quebró el joven moreno que desafió a la muerte -el diestro serio, flaco, con el pelo engominado hacia atrás, trajes príncipe de Gales, a menudo con unas gafas de sol que puso de moda, siempre con un cigarrillo Philip Morris en los labios y esa cicatriz en la mejilla- por el derrote de un toro en Jaén. Vieron en aquello lo que nadie quería ver, ese riesgo de hielo de alcanzar un mundo mejor. La fragilidad de un héroe moderno.

«Manolete supuso una revolución desde su hieratismo, la quietud de estatua, la ligazón extrema, su verticalidad de ciprés, su deslumbrante personalidad», comenta a La Lectura Zabala de la Serna, crítico taurino de EL MUNDO. «Supuso un salto evolutivo en la lidia, centrándola en el último tercio. Sus enemigos, los aficionados clásicos, con su habitual cortedad de miras para con los revolucionarios -Belmonte, Manolete, El Cordobés, Ojeda-, decían que era un torero corto. Fue el ídolo exacto para después de una guerra, la época del estraperlo, una España en blanco y negro que empeñaba los colchones para ir a verlo. En México era Dios, la Monumental se construyó a su rebufo».

- ¿Cuál era su mejor suerte?

- La mano izquierda y la espada: era un soberbio estoqueador.

- ¿Cómo era su personalidad?

- Desprendía un halo de seriedad, de misticismo en el ruedo, aunque en la calle le gustaba reírse, la fiesta, Chicote, Lupe Sino, con quien encontró la felicidad, en contra de su entorno.

Manolete con la actriz Lupe Sino en uno de sus veranos alcarreños.
Manolete con la actriz Lupe Sino en uno de sus veranos alcarreños.

Tercia ahora el novelista y poeta y licenciado en Derecho Joaquín Pérez Azaústre sobre por qué ha rescatado ahora al diestro. «El magnetismo de Manolete siempre me ha fascinado. Cuando lo ves en una fotografía parece que te observa y te interpela, que algo late al fondo de esos ojos. Es un hombre que lo tiene todo para ser feliz y se pasa sus 30 años de vida tratando de hacer felices a los demás. Cuando quiere cambiar esa deriva es demasiado tarde, y se convierte en mito».

Para trazar el perfil del hijo de Doña Angustias, dos veces viuda, Pérez Azaústre confiesa a esta revista que siempre ha leído libros sobre Manolete. «De hecho, en 2008 publiqué otra novela [La suite de Manolete (Alianza), Premio Fernando Quiñones] que era otra cosa, una novela negra en la que alguien muere mientras está escribiendo una biografía de Manolete. Este tipo de pasiones te acompañan siempre y te vas documentando a lo largo y ancho de tu vida».

Para el lector joven o el aficionado que quiera adentrarse en aquella época de cartillas de racionamiento, este libro es una linterna. Descubrirá, por ejemplo, que Manolete (huérfano de padre, también matador y quien, ya mermado, toreaba con gafas en sus últimas apariciones) se negó a participar en la corrida de Las Ventas en homenaje al dirigente nazi Heinrich Himmler, que está en España ultimando el encuentro de Hitler con Franco en Hendaya.

SIN FOTO CON HIMMLER

La excusa es que el apoderado de Manolete, José Camará, ya ha contratado una corrida en Jaén para esa misma fecha. La segunda llamada de Madrid, más intimidatoria, no les doblega, pese a que les amenazan con que Manolete tampoco toree en Jaén. Manolete evita la foto junto a Franco y Himmler el 20 de octubre de 1940, día en que Pepe Luis Vázquez confirma la alternativa. Es sabido que, impresionado por la «crueldad», el dirigente de las SS y máximo responsable de los campos de concentración vomita en plena corrida. Mientras, en Jaén, Manolete corta cuatro orejas y dos rabos sin que el apoderado revele nunca al joven maestro el contenido de esta segunda conversación telefónica.

"Pasa sus 30 años de vida tratando de hacer felices a los demás. Cuando quiere cambiar esa deriva, es demasiado tarde"

Comparar siempre es injusto y complicado, pero ¿a qué figura de los últimos años podría compararse Manolete? Responde Azaústre: «No hay comparación posible con figuras actuales porque el dramatismo de su figura no puede deslindarse de sus circunstancias: la España de posguerra, la pérdida temprana de su padre, la oposición de parte de su mundo a su amor por Lupe Sino. La fuerza de los personajes que lo acompañaban y su muerte. Además, el papel de protagonismo social de la Fiesta entonces tampoco es el de hoy».


Dos veces ha salido a relucir el nombre de Lupe Sino. ¿Quién fue? Era un tema tabú entre la cuadrilla y el entorno del torero, que la llamaban la Serpiente y decían que tenía mal fario. Nacida en Sayatón (Guadalajara), es una actriz muy guapa pero sin demasiada fortuna, que alterna en Chicote, esa coctelería de lujo y azogue de la Gran Vía donde se va a mirar y ser mirado, a divertirse, que frecuentan famosos como Ava Gardner y, que, según la leyenda, estaba conectado con otro local, el Cock, por un sótano cómplice.

EL GRAN AMOR

«Lupe Sino no era una prostituta de lujo, si lo creyera lo habría escrito expresamente. Las chicas Chicote iban allí a dejarse ver utilizando su belleza, acompañando y buscando contactos. Lupe Sino iba allí a buscarse la vida, como hizo luego Marilyn en las fiestas de Hollywood. Era ese mundo», puntualiza Azaústre.

La muerte de Manolete puso fin a cuatro años de relación. Despreciada por el entorno del torero, la actriz se va a México, donde se casa con un abogado que también se llama Manuel Rodríguez. Regresa a Madrid en 1959. Ese año tiene un idilio con el por entonces joven actor Arturo Fernández. «Pero ya es otra España, es un país en technicolor. Tras un accidente de coche, aparentemente sin importancia, muere de un derrame cerebral». Con 42 años.

Otra leyenda que siempre ha rodeado la muerte de Manolete fueron las transfusiones de sangre que recibió. La primera fue en la plaza, en medio de una cura de urgencia, a cargo de Juan Sánchez Calle, cabo de la Policía Armada y compañero de regimiento del torero durante la guerra. Y, luego, dos más de otro torero, Pablo SabioParrao. «Cuando le intentan poner la tercera de Parrao, parece ser que la rechaza y muere». ¿Muere Manolete por esa transfusión de Parrao o porque le inyectaron plasma de Noruega en mal estado? Azaústre detalla: «Es verdad que ese verano hubo una partida de plasma noruego defectuoso, excedente de la Segunda Guerra Mundial, que en Cádiz, después de la explosión de un polvorín, causó muchos muertos entre los heridos a los que se lo aplicaron. Pero en el Hospital de los Marqueses de Linares -donde fue trasladado desde la plaza en parihuela-, según los testimonios de Álvaro Domecq y de su sobrino Rafael Soria,Calín, no hubo ningún plasma noruego, y yo los creo. El doctor Julio Corzo ha contado que el intento de una última transfusión, ordenada por el doctor Jiménez Guinea, es lo que le causa la muerte».

Entre el nido de los personajes que rodearon la incertidumbre de aquellas horas figuran, además del fotógrafo Francisco Cano (que también tomará imágenes con su Leica de Islero, aunque en la confusión de aquella tarde desaparecerá la cabeza del miura), el crítico taurino Ricardo García Gómez, más conocido como K-Hito (una institución y quien bautizó a Manolete como el Monstruo), Luis Miguel Dominguín y Gitanillo de Triana, el enfermero José María Sabio, Luis Jiménez Guinea, cirujano jefe de Las Ventas y médico personal de Manolete; Manuel Tamames, médico de Luis Miguel Dominguín y padre del político y economista Ramón Tamames; Teodoro Matilla, representante del empresario Pedro Balañá en Linares; el capellán Antonio de la Torre...

TEMPORADAS DURAS

¿Había empezado el declive de Manolete, que llegó a cobrar 200.000 pesetas por corrida? Porque a menudo escucha silbidos en la plaza. Responde Zabala de la Serna. «Fueron muy duras las temporadas en la cima, de 1942 a 1947. La gente le exigía porque los empresarios aprovechaban su tirón para subir las entradas, que exhibían y agitaban en mano en los tendidos, increpándole. Pepe Luis Vázquez es el torero con el que más paseíllos hace. Sin rivalidad, pues el ritmo y la regularidad de Manolete eran imposibles de conseguir. Luis Miguel está empezando a despuntar con fuerza cuando lo de Linares. De hecho era quien más inquietaba a Camará, apoderado de Manolete. Domingo Ortega sí torea, aunque su esplendor se sitúa en los años anteriores a la contienda... Arruza, mexicano, torea mucho con él».

El lector del libro no olvidará que ante la tiritona del torero alguien le arropa con un capote, ni las dos horas tensas de intervención en la plaza, ni esta frase de Manolete: «Doctor, ¿qué pasa que no veo?».

Sin poder despedirse

En su larga agonía, Manolete no supo que muy cerca de él estaba Lupe Sino. Su equipo le impidió que entrara a verle y la dejaron en una habitación recóndita, hasta que murió. Un último gesto de crueldad con la mujer con la que Manolete había sido feliz durante cuatro años, en Madrid, en América y, sobre todo, durante los veranos en Fuentelencina (Guadalajara), con la familia de Lupe. Se llamaba Antonia Bronchalo, era una mujer curtida y liberal, a quien doña Angustias, la madre del torero, y Camará, su apoderado, trataron siempre de "buscona".

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