Cuando aflora el profesionalismo
y el miedo se queda en el páramo
Jesús Ramírez "El Tato"
Fotos Federico Montes y "El Tato"
Nunca imaginé en mis largos años en ésto, que viajar con las cuadrillas de subalternos venezolanos a una feria era tan placentero y desestresante, entre chistes, anécdotas, relatos ingeniosos, pares hirientes en todo lo alto y quites milagrosos con palabras que defienden de bruscas acometidas miureñas.
En la confortable Mercedes Sprinter del aficionado práctico Homero Polanco, transcurrieron las horas de Maracay a Mérida y retorno con anécdotas, historias viejas y recientes, travesuras con gran sentido de humor sano.
Al menor descuido en una curva, se podían perder bocadillos, panes y hasta botellas de miel celosamente guardadas por Carlos Pizzuto para un encargo familiar, igualmente descubrir a José Antequera y Salvador Moreno comiendo escondidos arepas de escaso relleno.
En pleno páramo a dos horas de Mérida, Guillermo Guimera no resolvió en cuatro horas un problema presentado con una pequeña manguera y filtro del gasoil, con el cuál pretendía dictar curso de avanzado mecánico diésel, pero resultó que un humilde lugareño resolvió y comenzamos a rodar a los cinco minutos, con los más agudos comentarios al hombre de a caballo.
Salvador Moreno, Juan José Giron y José Antequera comparten la alegría por el trofeo de Alfredo Guimera.
A la hora de comer en Barinitas, se notan las caras largas y carteras que desaparecen tras despachar el criollo y variado almuerzo.
Ya en Mérida con la responsabilidad de la Feria y el compromiso profesional, se renueva la unión, el compañerismo y asume la voz dirigencial de Gerson Guerrero quien con un solo gesto o mirada, impone las obediencias y colocación en las filas del paseillo.
Los picadores Alfredo y Guillermo Guimera y Miguel Ángel Camacho, los banderilleros Carlos Pizzuto, Juan José Giron, Eduardo y Abraham Graterol, Liecer Paredes, Diego Guillén, José Linares, Salvador Moreno y José Antequera, el exitoso fotógrafo Federico Montes, el mozo de espadas Romer González, este servidor y Homero Polanco, fuimos participes de una travesía de lujo y gratos momentos que en el ruedo en ternos de seda, se transforman en la absoluta seriedad del vuelo del capote que refleja maestría con el juego de muñecas para dejar al toro en el sitio indicado, o las varas aguantando en todo lo alto y los pares de banderillas reuniendo, levantando los brazos para clavar con precisión.
Realmente estamos en un momento de extraordinarios subalternos venezolanos con varios jóvenes que solventan con facilidad los fuertes frenazos de un toro cerca de la esclavina. Profesionales que ejercitan, se cuidan y no necesitan ensancharse las bandas de los bordados para disimular la grasa del tiempo.
Bien por los subalternos venezolanos de hoy que nos hacen ver con confianza las corridas y que no desentonan al lado de los subalternos españoles que vienen más toreados con cuarenta o más corridas. Y gran satisfacción por la pronta recuperación de Diego Guillén con percance en la tercera corrida ferial, ya en su casa !Chapeau!!!...
"El subalterno es el gran héroe de la corrida, viste de plata para cuidar del oro ajeno y con capotazos justos y eficaces intenta quitarle el miedo al matador " Rafael Corbelle.
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