viernes, 6 de mayo de 2022

ROBO A UN ESTELAR ROCA REY EL DÍA DE UN TREMENDO MORANTE por Patricia Navarro / La Razón MADRID

 

Niegan la Puerta del Príncipe al peruano en una tarde de mucho contenido en Sevilla

 

Todavía no se había sentado la gente cuando Morante se abrió de capa. Lo suyo, abstrayéndote del verde de las vueltas del capote, es un paseo por el paraíso. Aplomado al albero José Antonio, se durmieron las muñecas en el lance, mecía cada embestida, crujía Sevilla. Sorprendió la frialdad y el silencio con el que se custodia su faena de muleta. Todo un contraste con el jolgorio de días anteriores, de ese todo vale y a veces cuanto más por fuera mejor. Morante forma embudos en las entradas de cada puerta, pero carga una losa con su público en ese sí pero no que lo conceden. Es curioso. Con la espada no estuvo fino. 

Muy emocionante fue el tercio de varas de José Palomares con el segundo, como sobrero. Lo levantó el toro y aguantó el envite y la segunda vara buena. En proporción la ovación que se llevó después. Era el turno de Juan Ortega. Tan soso como suavón y deliciosa la manera de andarle por la cara al toro. Embarcaba con suavidad y remataba en la cadera los muletazos. (Esta obviedad no la vemos siempre).


Roca Rey fue un puñetero huracán, un volcán a punto de explotar a cada momento, un corazón revolucionado y capaz de hacer lo mismo con el de los demás. Así desde el minuto cero de la faena. En ese estatuario imposible que desde lejos casi le rozó la taleguilla. ¡Loco! Siguió después con toreo templado, ligado, a gusto y poderoso obligando al Cuvillo a viajar un cuarta más de donde quería. Tuvo los recursos afinados para sacarlos a relucir en el momento preciso. Sin dudas ni efectismo. Se dejó para el final las bernadinas, ajustadas y entregadas a ese toro que fue noble y repetidor y buen cómplice en las manos de un Roca de nota. La estocada fue corta pero certera. Y con el rol de la feria llegó el doble premio.

Más allá del tercio se fue Morante con el cuarto y brindó al público. Se dejó la montera sobre las manoletinas. Desde ahí citó para dar un «cartucho del pescao» en honor a Pepe Luis Vázquez. Lo que vino después fueron auténticas joyas al natural que hicieron sonar la música sin remedio. Una maravilla. El toro se rajó y en tablas Morante cuajó derechazos magistrales. Esto es torear y lo de tantas tardes, pegar pases. Emoción y esa cota de honrar lo imprevisible para definir espacios y tiempos hizo que cuando Morante se perfilara para entrar a matar hubiera un silencio sepulcral. Fulminante la estocada y la explosión, pero contenida, porque es Morante. No se lo vaya a creer. En la faena hubo momentos extraordinarios que se escapa al entendimiento mecánico del toreo, esto es otra historia. Juan Ortega depuró su toreo de capa al quinto, ¡divino!, pero el toro llegó vacío a la muleta y así la faena.


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