Roca Rey tras gran faena corta las orejas del tercero y jugándose la vida con el 6º ve negada la Puerta del Príncipe dando dos vueltas y paso a una bronca monumental al palco. Morante recibe una del cuarto y Ortega silenciado. Encierro desfondado...
La bronca por negar la 3ª oreja a Roca Rey. Fotograma: Plaza Toros TV |
Roca Rey, no necesita ni exégetas ni claques. Habla su toreo por él y arrebata los públicos sin intermediarios. Valor, verdad, acierto, estética, emoción... Arroba parando, cargando la suerte, templando, mandando, ligando por bajo y atrás y haciendo el compás. Aunque haya quien no quiera o no pueda entender eso como pureza, él, poniéndose y quedándose donde nadie se pone ni se queda, dando rienda a su corazón en las improvisaciones. Abrumando sin alarde. Así puso hoy La Maestranza (llena por él) bocabajo. Qué importa una oreja más o menos. Qué importa una puerta más o menos.
Con “Comilón”, el tercero, negro de 568 kilos, que había protagonizado dos buenos primeros tercios, hizo tronar la banda a la segunda seria. La primera, explosiva, citada de tablas a medios; dos estatuarios, dos cambios por la espalda, dos por el pecho, una trinchera y una firma, todo clavado, todo hierático, todo ligado sin solución de continuidad. Dinamitó el tendido. La segunda de largo, cuatro derechas, cambio y el de pecho, fue la de la música. De ahí en adelante, con monolítica unidad, la faena se cimentó por bajo y largo, en jurisdicción de cacho, sin enmiendas, en las proporciones precisas y con los remates airosos. Y una serenidad absoluta. Cuando la embestida dudaba el aguante obligaba entre los pitones. Cinco manoletinas incontestables, entre las ovaciones y el ¡torero, torero! Soberana estocada y las dos orejas en las que ya Usía se hizo de rogar.
Sin embargo, el escándalo fue con el sexto. Que se prodigó en los dos primeros tercios, haciendo ovacionar al picador Juan Manuel Quinta y saludar a los banderilleros Antonio Chacón y Paquito Algaba. Brindis a los progenitores y de rodillas en el platillo, aguantando galope de muy largo, cuatro cambios por pecho y espalda a boca de embroque, cambio de mano ya en pie, un molinete y un forzado. Y así, vibrante, dos series rotundas más. A la cuarta, con pasodoble y jaleo, “Bombardito” comenzó a renunciar, entonces el limeño se le metió entre las puntas halándolo una y otra vez, arrimado hasta que fue cogido, librándose por un pelo de los hachazos al rostro que sufrió en la arena. (*)
Así, sin ceder, se llegó a la gran estocada que rodó al cuvillo sin puntilla. La plaza se cubrió de pañuelos y gritos pidiendo la oreja que abriría la famosa puerta, y el cuestionado don Fernando Fernández-Figueroa Guerrero, quizá pensando en su expediente, hizo como si no fuera con él, hasta que se fue el arrastre con los restos completos. Dos vueltas de desagravio y la madre de las broncas con el ruedo cubierto de almohadillas por los paganinis desairados y furiosos.
(*) Emilio Muñoz, un torero que presume haber sido figura del toreo, aunque no fue capaz de dar una vuelta al ruedo en Las Ventas, apoya el atraco de Fernando Fernández-Figueroa Guerrero en su acción anti taurina.
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