jueves, 12 de mayo de 2022

El premio de Gonzalo Caballero ZABALA DE LA SERNA @zabaladelaserna Madrid

 



Dererechazo de Gonzalo Caballero
Dererechazo de Gonzalo Caballero
ANTONIO HEREDIA








ZABALA DE LA SERNA

Novecientos cuarenta y un días después de vaciar su cuerpo de sangre y vida en este ruedo, Gonzalo Caballero volvió a pisarlo. Madrid transformó su zumbido habitual en una ovación con memoria y respeto. Dentro, en los corrales, esperaba una corrida de El Torero armada hasta los dientes, cinqueña entera, cuatro toros a mitad de camino de los seis años, desaborida, desconcertante, desrazada, tormentosa abajo y deslucida y aburrida arriba. Un favorcito... Pero la suerte cayó de su lado, entró toda en la bolita de Caballero. El imponente tercero, arremangado de pitones, tren delantero de culturista, cintura de avispa, agalgado, fue una pava que sólo quería irse, dejándose robar naturales aislados. Cada vez que pasaba alrededor de GC se producía un temor, un ¡ay! contenido de verlo cogido. Como tantas veces. Salió por su propio pie también ante el altísimo sexto, un gigantón cornalón pero amable, con un buen tramo de embroque, el más uniforme de embestida, el mejor de los seis de El Torero para el torero. Gonzalo Caballero basó la faena en su mano derecha, en series medidas, cuanto más cosida la embestida, más redondo todo. Y lo más importante que pudo pasar en su reaparición, más allá de su digno hacer, es que no pasó nada. A Gonzalo Caballero, de quien como persona todo el mundo habla maravillas, le premiaba el destino tanto dolor. Ya que cuenta con una legión de amigos, partidarios y seguidores, ayudénle a no tentar más la suerte y escoger un camino que le sea noble como la vida que merece.

La estampa agresiva del toro inaugural de la tarde multiplicaba con un genio intempestivo, una bravuconearía de disparo. Así atacó en el peto, romaneando en el caballo, pasándolo por debajo hasta el flanco descubierto y derribarlo. Otro puyazo cobrado con rabia, las oleadas en banderillas. Ágil y eficaz la cuadrilla, impecable Fernando Sánchez. Antonio Ferrera, prácticamente inédito con su capote azul, se encontró con aquello. Disparo y freno. Todo junto, lo opuesto a la bravura de romper hacia delante. Se dobló por bajo. Y cató el nervio sin empuje de su cabeza en la derecha. Le puso la izquierda sin ponerse él. Se había rendido el genio, y detrás del genio no había nada (bueno). Lo pasaportó de una estocada caída. Del mismo modo que al siguiente de su lote, un toro todo y sólo fachada, tan revenido por dentro. El domecq de la rama de Salvador se equivocó en una serie, un espejismo en el que parecía que embestía. Qué va. Sólo se defendió desde el torreón de su testa. Ferrera no se dio coba con sobrado oficio.

Daniel Luque se enfrentó a un toro que traía un remolino sus pitones, una devanadera. Allí concentraba una pelea de barra, la seriedad de un cuerpo alargado, sin apreturas. Hubo un momento en que Luque le halló la distancia y la esquiva del derrote, por abajo la muleta. Pero en otros los derrotes alcanzaban la muleta como ráfagas de ametralladoras. Un difícil suplicio, un trago estar ahí, sólo por el hecho de sacar algo en limpio. Como pasar con la espada, cosa que consiguió en el segundo viaje. Unas verónicas al hechuras o quinto alegraron las campanillas de una la tarde mustia, un sopor inclemente. El capote de Daniel Luque es cosa cara, bien volado, embrocado el lance. Prometía el toro que tan bien colocaba la cara, pero sus blandos apoyos lo condenaron al pañuelo verde. La plaza continuaba hablando de sus vainas, pero a Florito le prestaron mayor atención: «¿Se puede devolver al toro picado?». El nivel del personal. Estallaron de alegría cuando metió al toro a punta de chaquetilla. El sobrero de Montealto, un zapato, así de bajo, badanudo y recortado, de trapío concentrado, se acobardó pronto y se encogió. Escarbaba y embestía a empujones, retrayéndose cada vez más. Como la sorda y agria tarde. Mala para todos, amable para Caballero.

Ficha

Monumental de las Ventas. Jueves, 12 de mayo de 2012. Quinta de feria. Media entrada larga, casi tres cuartos. Toros de El Torero, muy serios y armados en sus diferentes tipos y hechuras; desrazados y desapacibles; Radjadito y amable el 3º, el mejor fue el 6º; y un sobrero de Montealto (5º bis), también cinqueño; retraído y encogido.

Antonio Ferrera, de verde esperanza y oro. Estocada caída (silencio). En el cuarto, pinchazo y estocada caída (silencio).

Daniel Luque, de blanco y oro. Pinchazo, estocada y descabello (silencio). En el quinto, pinchazo y estocada (silencio).

Gonzalo Caballero, de celeste y oro. Pinchazo y estocada corta (silencio). En el sexto, media estocada pasada y tres descabellos (ovación de despedida)

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