domingo, 13 de febrero de 2022

CÉSAR FARACO Y LA DINASTÍA BIENVENIDA Por Víctor José López “El Vito”

 Homenaje a nuestro amigo Juan Lamarca



El maestro Antonio Bienvenida confirió la alternativa de matador de toros a César Faraco en la plaza de toros de Las Ventas, único venezolano en haber alcanzado el rango de matador de toros en la aena de la Monumental de Madrid.


La presentación de César Faraco en traje de luces fue en Maracay. Fue su bautismo de sangre, pero también su primer trofeo, una oreja. Triunfo que le reafirmó su cartel por aquellos predios. Faraco se presentó luego 11 domingos seguidos en Arenas de Valencia, alternando con los ases de la novillería nacional. Logró debutar en Caracas y se convirtió en el novillero puntero. Era el ocaso del decenio de los años cuarenta. Los éxitos le entusiasmaron para que viajara a España. Su despedida en Caracas fue un mano a mano en el Nuevo Circo con el colombiano Manolo Zúñiga. Cortó tres orejas y salió a hombros por la Puerta Grande. 

Antes de que llegara el frío invierno español, César Faraco tuvo la oportunidad de torear cinco novilladas sin picadores, pero cuando apareció el humo de las chimeneas desapareció la temporada taurina española, y el muchacho sanjuanero deambulaba por las calles de Madrid. 

Pedriles, un aventurero que llegó a Venezuela como Mozo de Espadas de Alí Gómez fue apoderado de Faraco en España. El taurino español le administraba el dinero que había reunido con sus ahorros de los sueldos que cobró en la Tipografía Caracas y los que con gran sacrificio guardó su madre, María Elena Alarcón de Faraco. Un día, Pedriles citó a Faraco a un café en la Cervecería La Alemana, de la Plaza Santa Ana. Faraco, lleno de ilusión porque se imaginaba en la estación del tren para viajar a Salamanca y comenzar a prepararse en tentaderos de los muchos amigos ganaderos que Pedriles le había dicho tenía. Con un café por delante, sólo en una mesa, Faraco recibió a su apoderado. 

–No tengo tiempo que perder César –le dijo a boca de jarro–, vengo a decirte que nos hemos quedado sin un duro y que ya no tengo ni para pagar el café que tienes por delante. Así que hasta luego. 

Me contó César, muchos años después de esta terrible reunión, que se sentía en el aire. Había perdido las piernas y la cabeza. Vivía el fin de sus ilusiones. Un café con leche que no podía pagar, era todo lo que César Faraco tenía en la vida y lo tenía frente a él en una mesa. Su apoderado le había informado que estaba en la ruina, porque le había gastado todos los ahorros, alcanzados con mucho sacrificio, para su formación en España. 

Milagrosamente, minutos más tarde del estruendo emocional, se presentó Luis Sánchez, “Diamante Negro”. El torero de Ocumare le pidió calma al andino, que se había sumido en sepulcral silencio ante la debacle de todos sus sueños. 

Faraco se mantuvo horas frente a la taza de café. No tenía una sola peseta para pagar el mínimo consumo. “Diamante Negro” iba acompañado de don Manuel Mejías “Bienvenida”, el famoso “Papa Negro”. El mítico fundador de la dinastía, en la que destacaban los hermanos Manolo, Pepe, Ángel Luis, Antonio y Juanito Bienvenida. El caraqueño Antonio había sido el padrino de la confirmación de la alternativa de Luis Sánchez Olivares en Las Ventas. 

Faraco, desde ese día vivió en casa de los Bienvenida en el Número 3 de la calle General Mola. Le bastó a don Manuel la recomendación del Diamante Negro para hacerse cargo del torero estafado por el truhán. Lo llevó al campo de inmediato, en compañía de su hijo Juanito y de las figuras del momento, como lo eran Julio Aparicio y Manolo González. El primer día hubo un intento de burla por parte de los toreros, con sólo el propósito de descalificar al venezolano y burlarse del descubrimiento del Papa Negro. Más no contaban Aparicio y Manolito González con la valentía de Bienvenida, que al descubrir la patraña les encaró, en el propio tentadero, denunciando su cobardía. 

Al día siguiente, Manuel Mejía fue a las oficinas de Fernando Jardón, empresario de Las Ventas. Le exigió una novillada para el venezolano. Exigencia que hizo con el peso que tenía en Madrid la Casa Bienvenida. 

El 4 de abril de 1954 hizo César su debut en Madrid. Novillos de Francisco Jiménez, con Manuel del Pozo “Rayito” y Juanito Bienvenida. Pocos creían en Faraco. Muchos taurinos fueron a disfrutar del fracaso del venezolano, que sería el fracaso de Bienvenida y motivo de burla al “Papa Negro”. 

El torero del San Juan lagunillero tuvo una actuación redonda, triunfó, le cortó una oreja a cada uno de sus novillos y abrió de par en par la Puerta Grande de la Monumental de Las Ventas. Recuerdan los testigos  que cuando César Faraco salía a hombros por la Puerta Grande de Las Ventas, camino de Manuel Becerra, Don Manuel corría a la par de la multitud restregándole su éxito a los sabihondos del toreo que pronosticaban el fracaso del torero venezolano. 

Había volado “El cóndor de los Andes”, como le bautizó don Ricardo García “K-Hito”, cronista y letrado. 




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