El maestro de la Puebla lidiará toros de Alcurrucén, un hierro más de su apuesta por la apertura de encastes de este año 2021.
Por ZABALA DE LA SERNA | MADRID.
Alcanza la nave de Morante de la Puebla el puerto de Madrid en este Día de la Hispanidad con el viento favorable de Sevilla, la más alta cima de una temporada histórica. Escribía el 25 de julio sólo para web unas líneas tituladas Morante vive su plenitud: ¿imaginas que hubiera sido de la temporada sin él? No sé por qué tuteaba al lector, pero imagínese si lo firmara ahora. Lo multiplicaría de adjetivos. Tan amplio sustantivo es su tauromaquia, tan generosamente expuesta en este año de 2021 que arrastra su firma.
Morante, el gran agitador de los adocenados, el impulsor de gestos y gestas, el hacedor del arte. Que reconocerán cuando cierren los ojos y recuerden lo que permanece. Fue con los cárdenos de Ana Romero en Calatayud, y fue en Jerez y Málaga con los juampedros, y fue en Salamanca con los galaches, y en Huelva no pudo ser con Torrestrella, y menos con los seis jaboneros de Prieto de la Cal en el Puerto… Pero allí con ellos colgó su nombre. Como con los miura en la Maestranza. Como este martes en Madrid con los núñez de Alcurrucén.
No se ha escondido José Antonio Morante Camacho en toda la temporada. Ni en ninguna plaza, ni con nigún toro -por costoso que fuera en otro tiempo-, ni siquiera de las cámaras, que retransmitieron un incendio de tauromaquias, de fusiones gallistas -tanto José como Rafael-, bronces abelmontados, dejes y quites de Chicuelo, ramalazos barrocos trianeros de Cagancho y Curro Puya y vestigios de naturalidad de Antonio Bienvenida y Pepe Luis. Todo envuelto en el empaque del torero que más se embroca con las embestidas, todo regado por el don de la torería. Ya sólo falta una tarde de bronca bíblica para que todo cuadre.
Publicado en El Mundo
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