Sexto: Ginés Marín cuajó un faenón al sexto, un toro de preciosas hechuras, que colocó la cara ya en el capote de Ginés Marín, aunque salió suelto. En la muleta, el extremeño comenzó pronto y en la mano a torearlo sobre la diestra con un toro que fue de menos a más, ganando en profundidad, recorrido y humillación. Todo cambió con el toreo al natural, el toreo verdadero. Apenas hicieron falta una veintena de muletazos, para reventar Madrid. Un puñetazo en la mesa y una nueva versión en su concepto: pues toreo más erguida, con todo el cuerpo, acompañando la embestida. Dos naturales tras cambiarse la muleta por la espalda tuvieron compás, ritmo y eternidad. Todavía siguen… Dos naturales que valen una Puerta Grande. Rugió Madrid. Histórica faena. Luego, siguió al natural, más relajado, más erguido, roto tanto torero, como público. La serie a pies juntos, todo un clamor. Culminó una estocada y paseó las dos orejas. Puerta Grande.
Quinto: Con mucha longitud de pitones, acodado de cara y bajo fue el quinto, que embistió con arreones y con genio en el capote de López Simón. Fue éste un astado que embistió recto a la muleta, por lo que sus arrancadas tuvieron mucho disparo, pero sin entrega. El madrileño no pudo redondear los muletazos por la condición del astado, por lo que tuvo que navegar entre la brusquedad y la falta de humillación. Armó un faena por ambos pitones, de esfuerzo, aunque de poco lucimiento. Escuchó palmas tras una estocada desprendida.
Cuarto: Más basto de hechuras fue el cuarto, que manseó en los primeros compases y no dio opciones a Morante de la Puebla, pues nunca se entregó, ni quiso humillar, además, no tuvo fijeza. Morante de la Puebla lo intentó por ambas manos, pasando al toro por ambos pitones. Pero fue imposible. El sevillano decidió abreviar y escuchó silencio.
Tercero: Serio y muy hondo, con mucho cuerpo, fue el tercero, que se emplazó al salir al ruedo. Poco a poco Ginés Marín fue pasando la embestida, hasta conseguir un ramillete de verónicas de gran trazo y juego de brazos. También destacó el toreo por el mismo palo en el primer tercio. Tras el segundo puyazo, Morante de la Puebla puso en pie a los tendidos con un sublime quite por chicuelinas, rematadas de una monumental media verónica. No quiso quedarse atrás Ginés Marín, que replicó por el mismo palo, con gran arrebato y ceñimiento. Un tercio de quites que levantó al público de los tendidos. Sin embargo, acusó el toreo del primer tercio el astado, pues llegó desfondado a la muleta. El extremeño comenzó con más actitud que templanza la faena de muleta en el inicio, aunque luego consiguió un trasteo correcto, de buenas formas y pulcritud, pero el astado perdía la mano a partir del tercer muletazo por lo que las series no pudieron coger forma, ni la faena vuelo. Dejó una estocada y saludó una sincera ovación.
Segundo: Marcando querencias salió el segundo en los primeros tercios, sin emplearse ni definirse en el capote de López Simón. Tras el caballo, Ginés Marín quitó por chicuelinas, rematadas de una gran media. López Simón intentó comenzar faena por estatuarios, pero el astado arrolló con gran violencia al diestro, soltando en el suelo varios gañafones que, afortunadamente, no cogieron carne. Tras una enorme paliza y visiblemente conmocionado, López Simón volvió a la cara de un astado exigente, al que había que llevar muy cosido y perderle un paso entre muletazo y muletazo para que tuviera esa inercia de repetir las embestidas. Cuando el diestro buscó las cercanías, la embestida era más brusca, echando la cara arriba al final de los muletazos. Muy dispuesto estuvo siempre el madrileño, sobre todo, por el pitón derecho, pues por el izquierdo fue muy dificultoso. Dejó una estocada y saludó una ovación.
Primero: El primero, de buenas hechuras, muy serio, pero armónico, salió suelto de salida, hasta que Morante de la Puebla consiguió sujetarlo. Una vez ya fijado, el diestro sevillano dejó cinco verónicas de gran hondura y con mucho poder, pasándose el toro por la misma barriga que levantaron los olés más profundos de Madrid. Cinco lances que fueron rematados por una gran media. Luego, en el quite, por el mismo palo, hubo otra verónica eterna, echando el cuerpo en la embestida. Después, el sevillano galleó al toro por rogerinas, para llevar al toro al caballo. Tuvo la condición el astado de meterse por dentro, y el quite de López Simón por gaoneras tuvo más disposición que lucidez. Muy encastado y con mucho disparo llegó el astado a la muleta y Morante comenzó por ayudados por alto su faena, volcándose siempre en cada muletazo, toreando con todo el cuerpo. De uno en uno y en la distancia corta, Morante fue ligando los muletazos, destacando sobre todo los naturales, de gran ceñimiento, pues a partir del segundo muletazo, el toro venía por dentro. Dando un tiempo entre muletazo y muletazo fue capaz de dejar muletazos largo viaje, poder y de enorme conjunción. Dejó una estocada
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