Homenaje a
François Zumbiehl,
infatigable luchador por la causa
16 de noviembre de 1947, Jesús Solórzano, Alejandro Montani
y Gregorio García con toros de Carlos Cuevas.
Desde luego estimados miembros de la UNESCO presentes ayer en la plaza, se impone una aclaración previa. El hecho de que los tres matadores hubiesen vestido ayer exactamente de blanco y oro, es una mera coincidencia. No: la fiesta de los toros nada tiene que ver con la monotonía esclavitud de la masa uniformada. Tiene, sí, sus cánones inmutables para el vestido y la actitud para cada acción y para el gesto. Pero esas reglas son tan majestuosamente severas y tan sinuosamente libres como la liturgia: rito en el que se funden armoniosamente lo colectivo y lo individual, el pueblo y la persona, sin mengua de ninguno y, por lo contrario, en rica unidad de expresión que transfigura al individuo y ennoblece al conjunto.
Todo, en los toros, es la exaltación de la persona. Un hombre – el hombre- se enfrenta a una fiera sobre la arena de sus hazañas. Un hombre que va a defender su vida y su dignidad de las acometidas del instinto y de la muerte; pero – condición esencial de nuestra hispana fiesta – esa defensa no ha de ser ni un vulgar escape, ni una escaramuza hábil. Ha de ser una defensa preñada de un exacto sentido de rigor de la regla y de la dignidad de la belleza, en la que no solo se salva el bienestar de la piel y de la integridad del cuerpo, sino en la que esa fisiología rescatada sirva de peana al salto triunfal del espíritu. Porque en la fiesta de los toros no aceptamos la seguridad sin belleza, la habilidad sin arrojo, la vida sin verdad. Y no lo admitimos, porque la fiesta de toros es fiesta de hombres y de mujeres; y creemos que quien se resigna a dejar la belleza y el valor y la verdad a cambio de la hábil tranquilidad o del escamoteo sin riesgo, ha dejado de ser humano.
Tales son los términos entre los que se planta la fiesta de los toros. Y la existencia toda de nuestros pueblos, tan ajena a la gris uniformidad de la masa y a la niebla de la componenda.
Carlos Septien
“El Tío Carlos”
Querétaro 1915 -
Mamulique, Nuevo León 1953
Periodista
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