Retoma el camino en compañía de Leonardo Benítez, y en un tentadero de Jaral de Peñas se pone a prueba. Y lo hace con calificación de “excelente”.
Hay toreros a los que la fiesta y su propio entramado en los despachos les ponen las cosas cuesta arriba, incluso por encima del propio toro, quién es el que sentencia en el ruedo, el que tiene la verdadera y última palabra.
José Miguel Parra, es un claro ejemplo de ello, torero joven, con valor a prueba de bombas y buenas maneras, ha toreado muy poco, no obstante haber dejado bien plantada su bandera en plazas como San Cristóbal en su alternativa, Mérida, Maracay o Tovar, sin olvidar sus buenas campañas de novillero tanto en Venezuela como en México.
José Miguel ha ido compaginando como tantos otros diestros, trabajo y entrenamiento, porque hay que buscarse la vida.
Pero los toreros no dejan de soñar con la faena y el triunfo grande.
En días pasados Parra fue a la ganadería de Jaral de Peñas, toreando varios toros en compañía de Leonardo Benítez. Jornada de campo que le sirvió a José Miguel para volver a soñar, sentir el toreo en la yema de los dedos, en su capote y muleta. Las serías embestidas le renovaron la ilusión y ahora piensa en repetir vestido de luces lo que más le gusta: torear. José Miguel Parra, joven y dispuesto, espera pronto volver a sentirse torero.
Oportunidades no deberían faltarle, seguramente las aprovechará.
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