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La Plaza México que ha sobrevivido a empresarios (prohibido hablar de toros, Ángel Vásquez) a temblores y a desaires de amor del tendido, con los actuantes de cuatro y de dos extremidades, con su dicotomía por la que ha transitado a lo largo de su historia que es retro en el arranque y presente que ya se preocupa por el futuro (México busca un torero) es de lo que nos estamos ocupando en esta novela a lo largo de 75 años del Coso Monumental, en 300 páginas y pinturas que transitaran por la carretera cibernética, comenzando con el hecho de que pa’ titular la obra ni letras fueron necesarias.
Como no sería necesario explicar una Verónica de “El Payo”, un Natural de Juan Pablo Sánchez, la enjundia de Sergio Flores, los conceptos de bravura de José Antonio González Esnaurrizar, ganadero de la Joya, la sapiencia de un apoderado calado como Alejandro Del Olivar, que va a llevar al Matador Francisco Martínez a ser esa cuña que va poner a bailar a los de barras y estrellas, resaltar el apoyo de un personaje emprendedor y ético del México de hoy, como lo es el criador de Caparica Roberto Viezcas de cuya guía va el Matador Sergio Flores a pasodoble, como Don Ernesto Cuevas que ya pensó en los toreros ofreciendo un terreno campero tendiente construir un albergue, pa’ que los que se juegan la vida y por recompensa tienen el olvido, ya hablaremos de eso porque la idea es muy similar a la que hizo realidad, Doña Dolores del Río en esa maravilla que es el movimiento ‘Rosa Mexicano’ a ello sumamos la astucia de un director especializado, comprometido y enterado como Mario Zulaica (México busca un torero) ¿necesitan ser explicados?
Esta novela no ocultara lo inocultable como la sangre de toros y toreros tan naturales aquí, como en los partos de las comadronas sin olvidar los golpes bajos y las puñaladas traperas.
Sobre el mecate del tendedero expondremos a los pajones en el oficio de dar coba quienes tratan de hacer creer, ¿quién sabe por qué? que la toreada es color de rosa frenesí como medias de torero o pantaletas de chacha de las Lomas de Chapultepec, cuando la Fiesta tiene mucho más de catafalco, comenzando por ella misma, a la que por temporadas en el pasado le ha faltado respiración, como también les falto a un novillero, a un monosabio, a un rejoneador que de ahí salieron balbuceando pa’ la tierra de nunca jamás.
Y desde luego estamos abordando la muerte anunciada en la Plaza México por el propio Rodolfo Rodríguez “El Pana”, el que la tarde de ‘Rey Mago’, escucho el canto de las sirenas del interés y la explotación, dándole el golpe a lo absurdo pa’ terminar saldando la factura que la vida le paso y muy caro, porque la necedad como los caprichos siempre traen IVA y sobreprecio.
Estamos ante una novela a la que no le faltara el misterioso nahual de las leyendas mexicanas, los gatos que se engendran en las barrigas de los ojetes y los cuervos de la ordeña que con sus chantajes han encuerado económicamente a más toreros, que padrotes a rameras en la calle del Órgano.
Aparecerán los apóstoles defensores de lo que no debería de necesitar ser defendida, sin pasar de largo eso de La Familia Taurina que es un camelo que ya hasta en una plazas de toros se rezo un Padre Nuestro, dando con ello la impresión de que la Fiesta necesita del Santo Niño de Atocha pa’ cobrar fortaleza.
Aquí leeremos de los tiempos presentes y de los antaño, a manera de referencias pa’ entender mejor el bordado, reconociendo que hoy se torea espléndidamente tal vez tratando de suplantar la enjundia, el carácter, la personalidad, el hambre de ser, de aquellos coletas que no fueron mejores, solamente diferentes.
Al oropel, faranduleros, los cazadores de fotitos sociales y los charlots del caló, esos que degradan títulos como Maestro, Matador buscando refugio en el ¡HOLE! nos los pasaremos por el arco del triunfo y si resaltaremos a los personajes auténticos como; Pedro Pérez el hijo de la leyenda que lo fue “El Pato”, a Efrén Pedro Ramos Luna que es un símbolo en el Tendido de Sol, a Pablo Huerta el de las alturas con su porra, su traje de charro y su ocote entre los labios.
Dejaremos que la boca se nos haga agua con solo recordar los tacos del Charro, la birria y las quecas de tuétano de los Guízar, los recuerdos aderezados con carnita enchilada que brindaba el hombre más culto de la banqueta José “El Negro” Muñoz, del Tupinamba nos traeremos al ‘Poeta Morales’ con aquello del Toro chico y si se puede, el billete grande, de lo que ¿quién iba a pensar que la Armada Española lo pondría en práctica?
¡Ay! Como extrañamos los boletos de antes que eran primorosos, los carteles tradicionales, los románticos del toreo, los bohemios de afición como los añoramos ¡Pues métanse a YouTube! y consuélense con Juan Gabriel, con José José, con Armando Manzanero y a la Plaza México déjenla que siga siendo tan mexicana como el nopal *(basamento del águila en el escudo nacional) con sus toreros que son como los chiles verdes que no todos pican pero que sabrosos son, en salsita verde, toreados, curados o en guacamole, claro cuando no estamos en época de otra normalidad como la actual, la que tienen de panza pa’ arriba a las cucarachas que no entienden que cada tiempo se lidia como se puede y no como se les hinchan los huevecillos.
*Aclaración pa’ que no les salga urticaria o les prenda la
rabia a los ultra almidonados.
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