¿A quién pertenece el cuerpo?
Así como las despiadadas y nunca solicitadas actualizaciones de los sistemas operativos de cómputo alteran los intentos de personalización de un programa, sin opciones de rechazo por parte del indefenso usuario, en otra imposición tecnológica más ante los rezagos y huecos legislativos, así las personas andamos todavía descubriendo a quién pertenece el cuerpo en el que deambulamos más o menos verticales y por breve tiempo en este manicómico planeta.
En La Jornada me entero de que la Comisión de Derechos Humanos y Sociales de la dirigencia estatal de Morena en el estado de Hidalgo, solicitó a la Comisión de Honestidad y Justicia de ese partido la expulsión del diputado Jorge Mayorga Olvera, por burlarse, el martes pasado, de la campaña por la legalización del aborto, debido a que el legislador mostró en la tribuna su tableta electrónica con un meme formado por dos imágenes: en la primera presenta un toro de lidia y la pregunta: ¿Matarlo? Crueldad; en la segunda se muestran un feto y la frase: ¿Matarlo? Derechos, seguidos de la sesuda reflexión:Las absurdas incongruencias del ser humano.
Como venimos comprobando hace varias generaciones, no son los políticos metidos a legisladores las personas más preparadas para llevar a cabo las delicadas responsabilidades que su cargo entraña. De hecho, una deficiente profesionalización recorre el país y al defectuoso nivel neuronal de diputados y senadores en general se añade un modesto desempeño comunicacional, como el mostrado, entre muchos otros, por Jorge Mayorga Olvera, que ya encarrerado en su vocación de servicio quiso matar dos pájaros de un tiro: el antitaurino y el antiabortista, pero además apoyado en un humanismo tan confiable como el manejo de las pensiones por medio de las Afore.
¿A quién pertenece el cuerpo de cada ser humano?, es pregunta que soslayan o de plano evitan antitaurinos y antiabortistas, escandalizados ambos con el uso que deciden darle hombres y mujeres a su anatomía. ¿Al gobierno, en caso de que haya que defender a la patria?, ¿a Dios, si se tiene un sentido verdaderamente religioso de la existencia?, ¿a la pareja, a los padres, a los hijos, a la sociedad? Acertó usted: al portador de ese cuerpo, en la medida, claro, en que tenga capacidad de razonar, conciencia de sí y respeto por la libertad y dignidad propia y de los demás. Se habla entonces de una autonomía corporal además del entorno social, trátese del cuerpo de un santo, de una prostituta, de un cumplido funcionario o de un torero, que las ambiciones diluyen las diferencias.
La incongruencia del ser humano reside en su permanente contradicción entre lo que piensa, dice, siente y hace. De manera que si la lidia de toros es reducida a crueldad –complacencia en los padecimientos ajenos–, la opción de interrumpir el embarazo a mero derecho –facultades y obligaciones de la persona– y ambos a la acción de matar, se confunde la gimnasia con la magnesia y se sacan de contexto una y otra circunstancias, bastante alejadas del hecho de asesinar o quitar la vida que, por lo demás, en nuestros días es visto con toda normalidad, tanto por los defensores de la vida como por los antitaurinos y los infructuosos combatientes de la delincuencia. Más que expulsar de su partido a legisladores confundidos, ¿habría manera de capacitarlos en torno a sus compromisos con la ciudadanía? ¿Homicidios y feminicidios no son de su incumbencia pero asesinar toros y fetos, ¿sí?
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