Luis David y 'Florista':
un durísimo
cuerpo a cuerpo
Bajo la apariencia del toro idílico que soñaría Lucía Etxebarría en la campiña se escondía una fiera. El pelaje cárdeno claro, capirote, alunarado, coletero, calzado y ojalado -Barquero poetizaba su pinta- hacían del torrestrella un dibujo animado. Florista traía los cinco años recién cumplidos y las carnes sueltas. Su cara desprendía amabilidad. Un algo aparentemente trémulo. Como sus galopadas. Una cierta humillación al lado de los demás... Luis David jugó fácil los brazos a la verónica. Confundido como todos por los tontuelos compases previos, apenas lo castigó en el caballo. Lo puso en largo, eso sí. Y Florista acudió con prontitud. Hasta entonces en Vista Alegre reinaba la paz de los cementerios.
De pronto, el lindo torrestrella de la happy Arcadia de Lucía empezó a arrear en banderillas. Como si hubiera prendido el motor con el turbo encendido. De 0 a 100 en cinco segundos. O Luis David no tomó nota y se quedó en la fase amable o le valió madre: el principio de faena por péndulos se antojó tan arriesgado como poco conveniente. Poderosos doblones exigía la maquinaria del domecq. Que quemaba nitro a todo gas. Y no sólo: lo hacía por dentro. Una ferocidad ingobernada que LD se encontraba siempre encima. Y que le ganaba la acción. Costaba un mundo y parte del otro anticiparse y someterlo. El mexicano bragado le echó una carretilla de testosterona. Y encajaba todo con el espíritu de los curtidos fajadores de su tierra. Aquello sacaría el aire al gran Canelo. La pelea era un emotivo intercambio de golpes. Un durísimo cuerpo a cuerpo que la afición bilbaína vivía con el corazón partido. Más seducido por la correosa raza del torrestrella. Que repetía/rebañaba con todo. Adame sudaba goterones, apretaba los dientes y se agarraba al piso como si se lo fuese a llevar el vendaval. Por desgaste y a últimas, Florista le regaló algunas flores sin espinas por su pitón izquierdo. Y se despidió por peleonas bernadinas. El intento de matar recibiendo acabó con un pinchazo y la boca partida por la empuñadura. En la siguiente vez, no marró. La recompensa fue un bálsamo que la petición de vuelta al ruedo para Florista casi corta. Matías mantuvo el Norte.
De la enfermería regresó Adame para enzarzarse ahora con el bruto sexto. Que llevaba la cabeza por las nubes, por donde toda la bronca escalera -no hubo dos toros iguales ni parecidos- de Domecq. Otro trofeo recompensó a Adame la refriega. Incluso quisieron darle uno más: el palco volvió a estar en su sitio.
Como con la petición para el esfuerzo de Román con el ensabanado y armadísimo quinto. Que brindó a Luis Lezama Leguizamón. Siempre se reservó algo el torrestrella mirón, el otro cinqueño del envío. Tan costoso de desplazar. Una vuelta al ruedo supo a cura reconfortante. La confianza conquistada fue un paso importante para la reconstrucción sicológica del torero valenciano, hábil con la espada. Como con el toro que estrenó la tarde sin descolgar un átomo. Le cogió bien la altura por fuera -siempre se vencía- y el sitio con el acero.
De los torrestrellas, los de menos opciones fueron para Álvaro Lorenzo. Uno por soso y otro por áspero y desagradecido. Los manejó con pulcra solvencia, sin despeinarse un mechón.
TORRESTRELLA
Román, Álvaro Lorenzo y Luis David
Plaza de Vista Alegre. Lunes, 19 de agosto de 2019. Tercera de feria. Unas 3.000 personas. Toros de Torrestrella, dos cinqueños (3º y 5º); una escalera; destacó correoso y encastado 3º dentro de un conjunto bronco y sin entrega.
Román, de corinto y oro. Estocada habilidosa (saludos). En el cuarto, estocada un punto contraria (petición y vuelta).
Álvaro Lorenzo, de turquesa y oro. Estocada desprendida, tendida y atravesada (silencio). En el quinto, media (silencio).
Luis David, de malva y oro. Pinchazo y estocada en la suerte de recibir (oreja). En el sexto, estocada rinconera al encuentro (oreja y fuerte petición)
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