Casta y estampa
de Torrestrella
en Bilbao
Solo el mexicano Luis David Adame corta dos trofeos en una brava y noble corrida
Lunes de Feria: cielo gris, ruedo embarrado, cartel sin figuras, poco público. La historia se repite. Torrestrella suele ofrecer toros de bella estampa y una casta que aprecian los aficionados pero atosiga a los diestros; por eso, no los quieren torear las figuras, a la vez que suele recibir premios. Lo de siempre: la emoción nace del riesgo y está reñida con la comodidad.
Los de esta tarde lucen una preciosa variedad de capa (varios, aplaudidos de salida) y casta brava: una hermosa corrida de toros.
Apuesta ahora Bilbao –como, antes, San Sebastián– por un cartel de tres diestros jóvenes. Es una apuesta simpática pero arriesgada. En ABC, la gran cantante Ainhoa Arteta le dice a Sostres: «La juventud no es ninguna garantía, ni ningún mérito». No pensaba en los toros, claro está, pero… Prefiero yo lo que antes se hacía: un cartel equilibrado, de «veteranos y noveles», como el himno del Madrid.
Román intenta superar las secuelas –más psicológicas que físicas– del gravísimo percance de San Isidro. Es lógico. El primero, un bonito colorado, «Marinero» (en tierra negra, no como el de Alberti), pelea bien en varas, repite con nobleza pero con la cara a media altura. La faena es vistosa, voluntariosa, levanta aplausos y mata con habilidad. El cuarto, cárdeno claro, es otro dije: pronto, justo de fuerzas pero noble. Román va logrando poco a poco acoplarse a las encastadas embestidas: cuando se entrega de verdad, el toro responde bien y la emoción crece. Mete el brazo de nuevo con habilidad: petición y vuelta. Sin redondear el triunfo, ha subido un peldaño, en su recuperación.
Viene de triunfar en Gijón el toledano Álvaro Lorenzo. ¿Cuándo logrará consolidar las innegables cualidades que posee? El segundo, un precioso burraco, se mueve pero flaquea; saluda en banderillas Sergio Aguilar. El trasteo es correcto pero no da el paso adelante, no emociona, y mata caído. En el cuarto, dibuja algunos limpios muletazos, con buen estilo, pero nada más; pronto, renuncia. En una Feria como ésta, hay que enfadarse más con los toros; sobre todo, cuando son como éstos y cuando se tienen condiciones.
En Illumbe vimos a un Luis David acelerado, populista, que buscaba el aplauso fácil. Es lógico pero no acertado: por el camino del toreo clásico también se consigue abrirse camino y de forma más duradera. Le he visto mejor esta tarde, sin disminuir la entrega. El tercero, otro burraco, embiste con alegría. Miguel Martín banderillea con mérito. Después de los inevitables muletazos cambiados, cuando intenta el toreo fundamental, la faena, desigual, tiene la emoción que transmite el encastado toro, que no para de embestir. Pincha en la suerte de recibir y el animal le persigue, todavía con muchos pies. Logra consumar la suerte a la segunda: oreja. «Florista» ha sido un gran toro, para el que se pide la vuelta al ruedo. El último embiste a caballo y muleta con la alegría de un toro bravo. La faena de Luis David también es desigual pero el público agradece la entrega y la variedad. (No nos libramos, al final, de las inevitables bernadinas). Aunque la estocada queda baja, corta un nuevo trofeo.
Casi todos estos toros merecían conservarse, disecados, en un museo de ciencias naturales, como ejemplos de la hermosa estampa de un toro bravo. Varios han recibido un doble aplauso, al aparecer en el ruedo y en el arrastre. ¡Cómo hubiera disfrutado Alfredo Lafita, tan amigo de esta ganadería, viendo la casta y la belleza de estos toros de Torrestrella, burracos, colorados y cárdenos! Su gusto –y el mío– no coincide con el de las primeras figuras, que no quieren ni verlos. Ellos sabrán lo que hacen.
Postdata. Esta vez, doble: por la mañana, en un acto del Club Cocherito, Antonio Fernández Casado ha presentado su libro «De San Antón a Vista Alegre. (Cinco siglos de toros en Bilbao)». ¡Nada menos que 500 años! Otra cosa: la Fundación Brigitte Bardot sigue su lucha contra los toros pero me cuenta Zocato que ha encontrado una fotografía de la actriz, en Almería, con el capote, fingiendo torear una vaquilla… con las patas atadas. Conviene conocer la historia.
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