Se cumplen sesenta años del llamado verano sangriento que inspiró a Hemingway
La rivalidad entre Antonio Ordóñez y Luis Miguel Dominguín inspiró hace ahora sesenta años uno de los últimos libros del premio Nobel norteamerican Ernest Hemingwayy aquel enfrentamiento entre cuñados, ideado por Domingo Dominguín, el patriarca de la saga, terminó siendo sangriento y real.
1959 marcó el fin de una época en el toreo. Pero no fue, ni mucho menos, un año indiferente. Antonio Ordóñez y Luis Miguel Dominguín se encontraban en distintos puntos de sus carreras mientras el toreo se preparaba para una nueva década, la llamada Edad de Platino, que vería emerger otros colosos del toreo como Paco Camino, Diego Puerta o Santiago Martín «El Viti».
Las primeras figuras se resistían a entregar sus cetros. Luis Miguel había sido el último paladín que inquietó a Manolete, pero en 1947 faltaban pocos años para que eclosionara una figura histórica, la de Antonio Ordóñez, que al final de los 50 ya había alcanzado su plenitud.
El diestro rondeño había entrado en la órbita de la casa Dominguín por la vía del apoderamiento, cercanía que favoreció el noviazgo y posterior boda con Carmen, la hermana de Luis Miguel e hija del viejo Domingo Dominguín, el genial taurino de Quismondo que cimentó la saga.
Antonio se casó en la finca de Luis Miguel en 1953 pero con los años la relación entre los dos cuñados distaba de ser idílica -eran dos gallos imponentes en el mismo corral- y el apoderamiento se rompió en 1956, volviendo Ordóñez al redil de Camará; y fue en ese caldo de cultivo cuando se gestó el brevísimo maridaje profesional que pudo comenzar en oportunismo y acabó en competencia.
El patriarca Dominguín, en su lecho de muerte, quiso arreglar el distanciamiento entre los cuñados e hizo prometer a su hijo Luis Miguel que volvería a alternar con Antonio.
Domingo González falleció al declinar la temporada y al alborear la de 1959 se anunció que Ordóñez y Luis Miguel iban a torear juntos aunque, muerto el padre, sería Domingo hijo el encargado de organizar la temporada.
El llamado «verano peligroso» en realidad se limitó a diez corridas de toros en las que Ordóñez y Dominguín alternaron con toreros como Pepe Luis Vázquez -que había reaparecido fugazmente ese mismo año-, Bienvenida, Jaime Ostos, Mondeño o Gregorio Sánchez.
Pero las chispas saltaron especialmente en los mano a mano que se programaron en las plazas de Valencia, Málaga, Ciudad Real y Bayona.
No hubo trampa ni cartón. Antonio cayó herido en Aranjuez, Palma de Mallorca y Dax; y su cuñado Luis Miguel recibiría las heridas más graves en Málaga y Bilbao.
Algunas firmas quisieron rebajar -y aún discuten- la verdadera tensión de aquel enfrentamiento entre cuñados queriendo ver un mero y rentable alarde publicitario urdido en los despachos de los Dominguines.
No fue así. Alfonso Ordóñez Araújo, testigo privilegiado de aquel tiempo, lo desmiente rotundamente: «El verano peligroso existió y prueba de ellos es que ambos cayeron heridos tres veces», sentencia el prestigioso banderillero que en 1959 aún permanecía en las filas de los novilleros.
Alfonso Ordóñez, actual asesor de la presidencia de los festejos taurinos que se celebran en la plaza de la Maestranza, recuerda nítidamente el mano a mano de Ciudad Real. «Aquello fue tremendo», rememora. «Luis Miguel estuvo muy bien pero lo de Antonio fue otra cosa».
Aquel día se produjo, además, una de las anécdotas más pintorescas del año. AHemingway le acompañaba en su particular séquito un jugador de beísbol llamado Hotchner al que Ordóñez llegó a vestir de torero para el paseíllo. El bateador yanky no osó salir del callejón aunque Juan de la Palma, que iba de banderillero con su hermano Antonio, le ofreció un par de banderillas que por poco le provoca un desmayo.
Después de torear en Ciudad Real, sigue recordando Alfonso Ordóñez, cenaron en el Rana Verde de Aranjuez. Luis Miguel, renqueante de una lesión, dudaba de viajar a Bilbao pero al ver entrar a su cuñado en el mismo restaurante –le había oído dudar- tronó que estaría en el coso vasco. «Ese día se llevó la cornada en el vientre llevando el toro al caballo», evoca el veterano lidiador.
Pero el llamado «Verano Peligroso» no había acabado... Luis Miguel había cumplido su promesa y volvería a coincidir con Antonio en algunos carteles de la temporada del 60 pero con la muerte del viejo Dominguín aquello tenía los días contados. El apoderamiento se rompió y Luis Miguel se retiró del toreo aquel año. Antonio Ordóñez y Luis Miguel no volvieron a torear juntos.
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