Leonardo Hernández vuelve a abrir la puerta grande, igual que en San Isidro. |
Pablo Hermoso de Mendoza logra un trofeo y un toro del Capea es premiado con la vuelta al ruedo
A las doce en punto del mediodía, en la Plaza del Ayuntamiento, atestada de gente como nunca (este año, la fiesta del Santo cae en fin de semana), se elevan al aire miles de pañuelos rojos y el representante de la banda «La Pamplonesa», que cumple su centenario, ha lanzado «el Chupinazo»: el gran cohete que abre la Fiesta; más de doscientas horas de increíble jolgorio. «Todas las fiestas que yo había conocido palidecían, en comparación», escribió Hemingway, en 1923.
Se repite fielmente el rito taurino de San Fermín: como prólogo, una novillada, en la que salió a hombros el mexicano Diego San Román y se premió con la vuelta al ruedo a un novillo de la ganadería navarra de Pincha (dos decisiones benévolas). El día 6, un festejo de rejones, basado en la presencia del navarro Pablo Hermoso. A los dos festejos todavía no asisten las Peñas pero sí muchas familias. A partir del día del Santo, el domingo 7, hasta el domingo 14, ocho días de encierros y corridas.
Aunque algunos intenten olvidarlo, lo primero no tendría sentido sin lo segundo: cada mañana, corren los mozos delante de los toros que se van a lidiar, esa tarde. Esta Fiesta única, conocida universalmente, se llama «Feria del Toro», por la especial atención y respeto que se tiene en Navarra al mítico animal. La Casa de la Misericordia lo organiza todo con cuidado ejemplar.
Se repite, en este festejo, el cartel del año anterior. (Todavía no se da entrada, en él, a Guillermo Hermoso, el hijo de Pablo. Y, por supuesto, sigue sin contratarse aquí a su gran rival, Diego Ventura). Los toros del Capea ofrecen buen juego, se da la vuelta al ruedo al quinto. Pablo Hermoso, una vez más, demuestra su maestría y corta un trofeo. Cuatro orejas corta Leonardo Hernández, en una actuación muy completa y espectacular, que supone un fuerte impacto.
En el primero, Pablo luce con «Berlín», toreando de cerca, pero el toro se para y mata a la tercera. En el cuarto, que embiste con alegría, mide bien las distancias con «Disparate»; se adorna con las piruetas de «Arsenio», su nueva apuesta; clava las cortas a dos manos con «Pirata», su estrella. Una faena brillante, completa, pero mata a la segunda: oreja.
Leonardo Hernández vuelve a abrir la puerta grande, igual que en San Isidro. En el segundo, que flaquea, su entusiasta actuación tiene mucho eco; sobre todo, en las banderillas, con «Enamorado», al levantar de manos a «Xarope» y al matar de un fulminante rejonazo: dos orejas. En el quinto, entusiasman los quiebros, con «Alcorchete», y los adornos, con «Xarope». De nuevo mata certero: otras dos orejas y vuelta al ruedo a «Razonante». Es su cuarta salida en hombros consecutiva, en Pamplona.
El navarro Roberto Armendáriz recibe anualmente en este festejo el aliento para su temporada. El tercer toro de Capea tropieza al caballo «Capea» (una redundancia). Una actuación sólo voluntariosa. Se entrega en el último, su labor con «Farruco» logra más eco entre los paisanos, pero mata a la cuarta.
Con todo respeto, me gustaría que los caballeros moderaran sus gestos de entusiasmo, buscando provocar el aplauso del público. Con el nivel que ahora tienen varios, no lo necesitan.
Los aperitivos y los prólogos están bien pero los aficionados navarros –y los de muchos países, que aquí acuden– esperan ya el plato fuerte del domingo: encierro y corrida de toros. Que el capotillo de San Fermín ayude a todos.
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