lunes, 11 de febrero de 2019

JERÓNIMO PIMENTEL, LA VERDADERA HISTORIA por Gloria Luz Ángel Echeverri


 
JERÓNIMO PIMENTEL , Maestro de Cenicientos relata su apasionante vida: sembrar la fiesta de los toros por toda la América Taurina / Foto Álvaro Tavera



Puede parecer curioso que una persona lleve 76 años en el mundo de los toros; ese es el caso del ganadero Jerónimo Pimentel Gómez. Un becerro de una ganadería de media casta, de Lorenzo Ceballos, fue su primer contacto con un toro de lidia al que mató cuando tenía solo 12 años de edad, durante una becerrada privada en la Escuela taurina de Las Ventas, en Madrid. “Fue un becerro que me regalaron unos amigos de mi padrino, para empezar. El animal me dio una paliza, pero yo lo maté a ‘mordiscos’. Fue mi primer contacto con un toro de lidia”.
Pimentel, quien nació en Cenicientos, localidad de la comunidad de Madrid (España), es un gran aficionado a los toros desde pequeño cuando iba a las corridas en la plaza de Madrid con los boletos que le regalaban. “Yo quería ser torero, pero tenía la preocupación de si iba a ser capaz de hacerlo y cuando maté ese becerro me di cuenta de que sí podía”. Luego de esto siguió entrenando en la misma escuela, que en esa época estaba aislada de la ciudad, “todavía no estaban los edificios de apartamentos del barrio La Concepción, aquello era desolado y ahí entrenaba con novilleros como el 'Príncipe Gitano', quien luego fue cantante, pero también quería ser torero”.

TORERO DE Y PARA MADRID

Su debut en Madrid fue en 1950, año en el que participó en unas doce o quince novilladas. “Conmigo debutaron Antonio Ordóñez, ‘Juanito’ Posada y Rafael Ortega. Ese día salí en hombros. En el 51 tomé la alternativa en Burdeos (Francia). Me la concedió Julio Aparicio y de testigo estuvo Antonio Ordóñez. Fue una corrida de Palha, ganadería portuguesa. Ya de matador, durante cuatro años participé en las temporadas del Domingo de Resurrección y la última vez que toreé en Madrid fue en 1956”.

 
DE MANOS DE JULIO APARICIO LA ALTERNATIVA
Peripecias en Suramérica
Para 1957, Pimentel viajó a Ecuador en una expedición junto a Cayetano Ordoñez, Victoriano Posada, Mario Carrión, Enrique Vera y el rejoneador Bernardino Landete. “Nos presentamos en una placita que más bien parecía una gallera. Era la Plaza Arenas y lo que se recolectaba alcanzaba apenas para pagar el hotel de todos, no se hacía mayor cosa. Ese fue el inicio de la Plaza Monumental de Quito, la que promovimos a base de conferencias y otros actos”.
En 1958 se inauguró la plaza de toros de Cali, Cañaveralejo, y Pimentel viajó desde Ecuador y organizó una corrida en cuyo cartel estaba Enrique Vera, quien había hecho El último cuplé con Sarita Montiel, “película boom en Colombia” en ese entonces. “La publicidad la hicimos con la imagen de Enrique Vera dando una revolera y Sarita Montiel con mantilla. Pero cometimos una tontería, decidimos pagarle un pasaje a él para que volara a España y regresara, pero la noche antes de la primera corrida nos mandó un cable que decía: ‘no puedo ir, qué hago’. Yo lo quería matar. Lo contrataron para hacer la película El niño de las monjas y el promotor no lo dejó venir y nos arruinó”.

Echa raíces en Colombia
Pimentel se quedó entonces en Colombia y participó del tema taurino tanto en Cali como en Bogotá. “Colaboré con los ganaderos Ernesto González, Abraham Domínguez y don Pepe Estela en tentaderos y otras actividades taurinas. Luego me quedé a administrar con Pepe Cáceres y más tarde con José Edgar Zúñiga 'Joselillo'. En esa época empezaron las importaciones y fundamos la ganadería Hugo Domingo Molina en Venezuela. Pensamos en llevar ganado allá, pero lo prohibieron por sanidad. ¡En ese entonces había sanidad! Pero, Carlos Andrés Pérez, ministro del Interior del momento, era muy taurino y abrió la importación. Con un amigo en Caracas, Gregorio Quijano, fundamos una sociedad llamada Taurivenca y dábamos una novillada todos los domingos. Yo vi cómo los ganaderos de segunda se hicieron ricos. Hubo corridas de Domiciano Camelo, Cabrera, Ignacio Cuéllar, también salían de los toros de los Gutiérrez y de la ganadería de segunda de González”.
Son varias los hierros que Jerónimo Pimentel fundó tanto en Ecuador como en Perú, además del de Colombia. “Mi primera ganadería en el país la tuve en La Calera, cerca de Bogotá. Fundé El Paraíso en 1995 en sociedad con el español Enrique Martín Arranz, quien vino a Suramérica buscando un socio para importar sementales y vacas de Europa, y así mejorar la ganadería colombiana que se había quedado estancada. Con El Paraíso hicimos patria, al ganadero que no tenía para pagar un semental le prestábamos uno; al que no tenía para pagar una pajuela, se la regalábamos, y a quien tenía con qué pagar, se la cobrábamos”.
Agrega que el encaste lo conformó “con una base de la ganadería de Juan Pedro Domecq, del hierro de Jandilla y de la ganadería El Torreón. Lo más puro que tenía de Domecq era lo de Algarra y de allí me mandaron unas vacas. Teníamos un toro, el ‘120’, que fue muy bueno, que hizo historia, y que fue tentado por Joselito en la finca de Juan Pedro Domecq. Ambos lo dejaron venir a Colombia porque no tenía la suficiente talla de pitones para España, pero aquí se convirtió en un toro famoso”. ‘120’, llamado ‘Gracioso’, dejó una descendencia de toros, muchos de ellos indultados en varias plazas de Suramérica. “En este momento en Colombia hay dos o tres ganaderías que son las que embisten. Yo participé con el toro ‘120’ en casi todas excepto en la de Ernesto Gutiérrez. Cuando en una plaza sale un jabonero o un albaío, el abuelo, el bisabuelo o el tatarabuelo es el ‘120’. Y, aunque llevo unos tres años sin lidiar en plazas de primera debido a muchas circunstancias, cuando sale un jabonero lo siento como mío porque es descendiente del ‘120’”.
En 1995 el Frente 53 de las Farc secuestró a Jerónimo Pimentel y por eso vendió gran parte del terreno que tiene en Choachí (Cundinamarca). “Me asusté y me fui para Venezuela donde compré unas tierras y llevé ganado, pero apareció Chávez quien dio la orden de invadir las fincas que estuvieran sin trabajar e hicieron lo contrario, por eso en este momento en Venezuela no hay comida porque las fincas están sin producir. Eso me perjudicó y prácticamente me arruinó. Además, me quedé muy corto en tierras en Choachí y tuve problemas como hace cuatro años que vendí un encierro para Cali y cuando se iba a embarcar llamaron de la empresa a decir que Manzanares no quería toda mi corrida. Yo les pregunté: ‘¿es que Manzanares es el único torero que hay allí?’ Hubo una mano negra y al año siguiente fue igual. Casi lo mismo pasó en Manizales donde me pidieron un encierro, lo tenía listo, pero no me avisaron si iba o no, y no fue. Al año siguiente llegaron los mismos y yo ya me reí. Le dije a Camacho, que era el lidiador, que para qué iba a reservarla si no la iba a lidiar”.
Pimentel asegura que lo que tenía que hacer la ganadería El Paraíso, ya lo hizo y fue poner a circular en Colombia toros de lidia que embistan muy bien. Sin embargo, no le han dado el crédito que se merece. “Salió un libro de Fedegan donde aparecen ganaderías como las de Juan Pedro, Jandilla, El Tajo, La Reina, y de último El Paraíso, cuando debía de estar de primera porque esos toros y esas vacas que vendí llevan el hierro mío. Tendrían que ponerla de primera”.

Cualidades del toro de lidia

La ganadería de  El Paraíso, fundada por Jerónimo ha sido distinguida con galardones y muchos de sus toros han sido indultados durante estos 24 años, desde su fundación en 1995.


Saber si un toro va a ser bueno para la lidia es muy difícil, señala Pimentel. “Por ejemplo un animal de leche tienen sus medidas, uno sabe si va a ser lechero o no, un animal de carne, también. En el animal de lidia es muy difícil porque no se sabe qué comportamiento tendrá, hay días en que puede comportarse bien y en otros, no. Se da el caso de que un día se lidia un encierro y sale manso, y al día siguiente otro de la misma ganadería sale bravo. Eso se puede reflejar al tentar las vaquillas pero no se obtiene una referencia total. La vaquilla es la que hereda la bravura y el comportamiento lo da el semental. Se pueden perder cinco años para saber cuál será el comportamiento de un toro, por eso ahora con la inseminación se está más seguro, aunque es un albur”.
El toro en el campo no es agresivo, pero hay excepciones, señala Pimentel. “Solo son peligrosos cuando se han peleado entre ellos y uno se aleja. Hay que tener cuidado con ese. El toro de lidia pelea cuando está solo y cuando se ve obligado a hacerlo. Estos animales se acostumbran a los vaqueros que les dan de comer, por eso la persona que los cuida se les puede arrimar tranquilamente, pero un extraño, no. Se han dado casos de toros que se dejan acariciar, como un toro de Félix Rodríguez llamado ‘Lobito’ que le servía de almohada al mayoral cuando éste se emborrachaba, pero Rodríguez cometió la equivocación de llevarlo en un encierro a Cali pensando que lo iban a indultar. En el corral, se podían subir sobre él, pero cuando ‘Lobito’ salió al ruedo dio la pelea y corneó tanto al picador como a Paco Camino y embistió a todo el que tratara de arrimársele. Al final, Camino lo mató. Yo le dije a Rodríguez que cómo se le había ocurrido llevarlo a la plaza, que mejor lo hubiera dejado como símbolo de su ganadería”.
Pimentel agrega que “un ganadero siente a sus toros como cosa propia, los alimenta, los ve nacer y criar. Espera lo mejor de cada uno de ellos a pesar de que a veces fallan”. Con respecto a los nombres que se les pone a los toros dijo que “se les da el de la madre para seguir la familia así como se hace con los caballos de carreras que son ganadores. En la ganadería de lidia igual, hay unas que son de buena reata. Por ejemplo, se dice que es hijo de la ‘Poca Ropa’ segunda o tercera, para seguir la familia. Como dije antes, la vaca da la bravura y la calidad la da el padre, por eso las que se tientan son las vaquillas, y lo que se busca en la tienta se encuentra luego en la plaza. Dicen que los toros se parecen a los ganaderos y es verdad. A mí me gusta uno que sea suave que vaya a la muleta, a otros, como a mi amigo Jorge Gutiérrez, que vaya al caballo”.
Cuando Pimentel en unión con Enrique Martín Arranz importó los toros y vaquillas para conformar la ganadería, lo hicieron porque los animales que había eran hechos para ir al caballo, “los ganaderos se preocupaban de que fueran muy bravos para la pica y no de que tuvieran buen pase en la muleta. A los ganaderos españoles les pasaba lo mismo, tentaban para el caballo, eran 10 o 12 puyazos, pero ahora ya se preocupan porque vaya a la muleta y se le puedan dar de 20 a 30 pases. El toro tiene que embestir, pero humillado, que no pase a media altura, no vale que pase por la barriga. Tiene que ser humillado que es cuando lo dominas y es más bonito. Por eso, en este momento se ve que el toro cuando va a caballo, el picador le da solo un puyazo. Pero a ese hay que pegarle unos 30 muletazos, que si no los has buscado en la tienta no los vas a encontrar en la plaza. Los toreros modernos, que torean muy bien, le exigen 30 a 40 pases”.
En cuanto a los toreros, Pimentel dice que debe haber tremendistas y clásicos. “El torero tremendista es el que lleva gente a la plaza y el artista, es el que prefieren los aficionados. A mí me gusta el artista, pero las personas de los tendidos quieren ver peligro y les gusta el tremendista como antiguamente lo fue Juan Belmonte, luego 'El Cordobés' y ahora José Tomás. Sin embargo, para mí ver torear a Enrique Ponce es una hermosura porque los ganaderos queremos que el toro embista, que meta la cabeza y haga un toreo bonito”.

¿Se acabarán los toros de lidia?
Jerónimo Pimentel Gómez dice que las corridas de toros se acabarán no tanto por los antitaurinos sino porque no hay mercado. “Nosotros tuvimos mercado en Perú hasta hace cuatro años cuando un toro dio positivo para aftosa y nos cerraron la exportación. Cuando se iba a abrir de nuevo, apareció la aftosa por Arauca y luego fue por otro lado. Aquí casi ya no hay mercado, en Cali se daban diez corridas, ahora apenas hay cinco; en Manizales se daban ocho, ahora, cuatro o cinco, e igual pasa en Medellín. Se acabó el mercado. En Manizales lidian los toros de las ganaderías cercanas y lo mismo pasa en Cali. ¿Si no hay mercado, los ganaderos qué van a hacer? Incluso va a desaparecer El Paraíso, que está con 25 vacas solo para entretenimiento de mi nieto y yo”.
‘Curro’ Pimentel, nieto de Jerónimo Pimentel tiene una gran afición por los toros de lidia y es torero, aunque su abuelo prefiere que se haga ganadero. En su cuarto tiene la cabeza del toro ‘120’. Pimentel Gómez dice que un torero se lleva muchas desilusiones pero que “se pasa más miedo de ganadero que de torero. Uno de torero se tiene a sí mismo, como ganadero uno está pendiente de la reacción del animal, de cómo va a salir al ruedo. Se sufre mucho para bien y para mal. Unas veces uno está muy asustado y sale todo bien u otras no está asustado y sale todo mal”.
Añadió que “daba siempre una corrida en Choachí a beneficio del ancianato, donde recogíamos a los que no tenían familia e incluso a los que tienen familia pero los echan a la calle. Cada año, entre otros, Miguel Gutiérrez me regalaba un toro y con la asistencia de unas cuatro mil personas se recaudaba para entregar mensualmente cien mercados completos para los pobres, desplazados, y junto el alcalde de Choachí Carlos Vaquero, 250 almuerzos a los niños que no podían pagarlo. Luego llegaron los antitaurinos, nos pintaron la plaza, nos llamaron asesinos y la gente no volvió. Ahora solo van unas 800 personas, lo que no da para sostener el ancianato. Eso pasó”.
Pimentel Gómez no ha vuelto a importar vacas porque el ICA no lo deja. “El otro día quise traer unas 20 vacas y seis sementales que me las daban en un precio muy bajo, prácticamente regaladas, pero el ICA no me dejó. Es absurdo porque el Perú está importando toros de España, y el mercado que nosotros teníamos en el Perú lo cogieron ellos, tanto para toros como para vacas. No nos dejan ni exportar, ni importar. Pajillas sí y embriones, pero no ganado en pie”.

Los antitaurinos
Pimentel Gómez señala que “el toro de lidia está hecho para pelear, es un monumento al toro bovino porque sale a la plaza y fija su pelea en un objeto, en lo que le presenten primero como el capote y va a comérselo, no va por el torero. Su enemigo es el capote y luego la muleta. A mí me indultó Dámaso González un toro en Cali que fue un espectáculo, llegó un momento en que él se abrazó al toro que miraba fijamente la muleta. En Madrid se ven toros que son como niños embistiendo al objeto. Los antitaurinos dicen que se martiriza al toro en la corrida, pero lo cierto es que se martiriza si se mata en el matadero. Estos movimientos nos ha perjudicado mucho y también lo costosa que se volvió la fiesta, ya no es popular porque los toreros subieron los honorarios, aunque los ganaderos están cobrando lo mismo que hace quince años o menos”.


Son muchos los recuerdos que tiene Jerónimo Pimentel Gómez de cuando fue torero y de cada uno de los momentos de su vida como ganadero. El Paraíso tiene mucho peso dentro de las ganaderías de toros de lidia en Colombia porque se puede decir que es el origen de muchos hierros colombianos. Así, en medio de muchas fotografías que tiene en su apartamento en Bogotá, habló de una actividad que puede desaparecer por varios motivos sociales y económicos, pero que está arraigada en las costumbres de nuestro país, heredada de la ‘madre patria’.

*Editora Papel Salmón.


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