viernes, 29 de julio de 2016

En mayo de este año los callejones de las plazas de toros abrieron sus cauces a la muerte.

HAY AROMA DE FORMOL
EN LAS PLAZAS DE TOROS


EL VITO


 
MANUEL ESCRIBANO...entre la gloria y la tragedia
Agosto tiene aroma de formol, comentó Hemingway cuando la revista Life le encargo la misión de cubrir la temporada taurina española aquel verano de 1969 cuyo eje era  el tándem Luis Miguel y Ordóñez. Fue el propósito de la gran revista, hurgar las heridas del morbo en la fiesta.  Y preparó tiradas millonarias de sus ediciones. Mientras que Don Ernesto, como con cariño le distinguían los pamplonicas años atrás, cuando sus reportajes le descubrieron al mundo los sanfermines, a la vez que  sus escritos le catapultaban al Premio Nobel de Literatura, Hemingway quería repetir aquellas aventuras taurinas que había reunido en un libro allá por los años veinte, aventuras con las que descubrió la Fiesta de los toros en los relatos de Juan Silveti, el  famoso Tigre de Guanajuato.

En mayo de este año los callejones de las plazas de toros abrieron sus cauces a la muerte. Se adelantaron en primavera al verano sangriento: el 9 de mayo el novillero peruano Renatto Motta con apenas 20 años de vida, se abrazó a la parca como consecuencia de una cornada en el muslo, sufrida en la plaza de Malco. Un pueblo sin teléfono y sin telégrafo, de esos pueblos perdidos de la cordillera de los Andes, perteneciente la región de Ayacucho. El coso no tenía enfermería y el novillero murió durante su traslado a Nazca, a más de dos horas de viaje. Una situación parecida a la que padecieron Ignacio Sánchez Mejías en Manzanares cuando un toro de Ayala le quitó la vida y Paquirri en su traslado de Pozo Hondo a Sevilla.

Apenas había pasado un mes -9 de junio-, Rodolfo Rodríguez “El Pana”, torero leyenda por su personalidad, más que por sus logros, falleció como consecuencia de una voltereta sufrida en la plaza de Durango, siete días antes. Había quedado tetrapléjico.

A los 30 días exactos del fallecimiento de “El Pana” cayó mortalmente herido en la arena de Teruel, Aragón, durante  el segoviano Víctor Barrio. Una cornada en el tórax, propinada por el toro “Lorenzo” de la ganadería de Los Maños con 529 kilos le arrancó la vida. Una muerte que regó el dolor por los senderos de la fiesta, y que provocó a la vez sugiera el espíritu criminal en las expresiones de los grupos animalistas ocultos en redes sociales, se mofaron e hicieron escarnio, expresando su alegría ante la muerte de un torero llenando sus mensajes de injurias y de mentiras.

Todo esto acaba de ocurrir, no fue necesario esperar por el Verano Sangriento de Hemingway, o el Agosto de Manolete, quien cayó en la arena de Linares, Jaén el 29 de agosto de 1947. Fue aquella muerte, la del cordobés Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete” el rostro de mártir expoliado de la España de la postguerra. Muerte explosiva, estremecedora de cimientos sociales, políticos y religiosos  como había ocurrido 27 años en Talavera cuando cayó El Rey de los Toreros, Joselito. Son capítulos sangrientos, dolorosos, sobre los que se sostiene la historia de los toros. Una historia que, como dijo y escribió don José  Ortega y Gasset, sebe de entenderse para poder comprender a los pueblos de Iberia, y la historia de las naciones hijas de España.

En los toros se muere de verdad, frase  de Juan Belmonte a Pérez de Ayala refiriéndose a que el toreo no es un teatro; allí, el final del drama ficticio se conoce de antemano. Esa es la base ética de la tauromaquia, rito en el que los oficiantes se juegan la vida de verdad, lo que explica buena parte de la pasión que despierta.
Es verdad que cirugía taurina ha avanzado mucho. También es cierto que hoy mueren menos toreros que antes, que la cornada sufrida recientemente por Manolo Escribano era de una herida mucho más complicada que las cornadas que le cortaron  el hilo de la vida a Joselito, Manolete o a Paquirri, pero aún hay cogidas y cornadas sin solución. La de El Yiyo (1985) con el corazón destrozado. Las de Montoliú y Soto Vargas (ambas en 1992) en Sevilla, y estas  de Renatto Motta, El Pana y Víctor Barrio a las que nos hemos referido.


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