Entrevista con Enrique Ponce al comenzar la temporada de sus Bodas de Plata como matador de toros. El diestro español se mantiene como torero de época y como primera figura a lo largo de las últimas décadas, con persistencia y vigencia pocas veces vista en el toreo.
PABLO J. GÓMEZ DEBARBIERI
Enrique Ponce lleva ya 25 temporadas en activo. Este año celebrará las Bodas de Plata de su alternativa. Parece difícil pensar que un torero con su experiencia, tras haber lidiado varios miles de toros, todavía piensa que hay aspectos de su profesión que debe mejorar; pero sorprendentemente, así es.
−¿La temporada 2014 fue exigente, pero buena, cuál es su balance, pensando en la de 2015?
Fue buena, pero dura al principio; la cornada de Valencia fue muy grave y más aun por lo que pudo ser. Fue de aquellas que pueden ser mortales; hay que dar gracias a Dios, por donde entró el pitón (por la axila) y hasta donde llegó (hasta el cuello, rozándole la yugular y la carótida). Pero fue bonito poder sobreponerme a esa grave cornada y reaparecer en Sevilla y Madrid tan pronto. Eso le dio mucha importancia a la temporada. Llevaba un par de años sin ir a Sevilla y cinco que no iba a Madrid. Al ser la vigésimo quinta temporada de mi carrera; pensaba que tenía que estar allí y reencontrarme con dos de las aficiones más importantes. No iba a Madrid esos años por estar más tranquilo y poder disfrutar de mis hijas; cuando te anuncias en Las Ventas, la preparación es importante; los años anteriores quise estar más tranquilo por aquellas fechas. Mi reencuentro con Madrid fue emotivo. En Madrid he triunfado muchas veces; siento por ella un respeto muy especial, a pesar de la exigencia que impone a todos los toreros y especialmente a las figuras. En 2014, la ovación, al finalizar el paseíllo fue emotiva y lo mismo sucedió en Sevilla. Fueron muy importantes; hitos dentro de la temporada.
−Para poder luego comparar 2014 con 2015 ¿cuál es la faena que más lo satisfizo en 2014?
Hubo varias en 2014, pero resaltaría la tarde del Corpus en Toledo (19 de junio, toro de Domingo Hernández, al que cortó dos orejas con petición de rabo, con El Juli y Castella; verlo en http://goo.gl/M46BUv). Aquella faena caló muy hondo en todos los que la vieron. La de Gijón (17 de agosto, a uno de Garcigrande, junto a El Juli y Perera; salieron los tres en hombros) y la de Almería. También Jerez y Málaga; esta última, fue importante; no corté nada, porque lo pinché, pero fue un toro complicado.
−La de este año, de las Bodas de Plata de su alternativa (16 de marzo) ¿será igual de exigente; se impondrá retos similares?
Sí. Es posible que sea similar a la de 2014. A pesar de la gravedad del percance, creo que me superé a mí mismo; subí un peldañito más en mi carrera. Es lo que me motiva: mejorar. Sigo con ilusión y ganas.
−Compitiendo consigo mismo.
Sí. El mayor rival eres tú mismo. En una corrida, la rivalidad es con los toreros que uno tiene al lado; es la rivalidad de ese día. Pero lo difícil es superarte a ti mismo; no estancarte; medirte contigo y superarte. Llega un momento que un saltador no puede saltar más alto; eso lo estimula. En el toreo sucede lo mismo. Para estar tantos años en activo y mantener la ilusión en el aficionado, tienes que mejorar y refrescar lo que haces.
−Al cabo de 25 temporadas ¿se descubren cosas nuevas, estando en la cara del toro?
Sí, increíble, pero sí. Creo que en 2014 gané un puntito más en eso que solo el tiempo te da: solera y el poso que da la experiencia. No se puede aprender; solo te lo da la madurez. Cada temporada busco mejorar, perfeccionarme y creo que cada año lo voy logrando.
−Cuando cortó el rabo en Lima (a ‘Halcón’, de Parladé, el 26 de noviembre de 2000), estaba sentado junto a Antonio José Galán y detrás del que fue presidente del Perú, Alejandro Toledo y de Marcial Ayaipoma. Entonces le pregunté a Galán −“¿Enrique ya está a la altura de Antonio Ordóñez?” −“No, aún no”− me dijo. Pero Antonio nos dejó y no pudo seguir viendo su continuo progreso. ¿Cuándo de niño toreaba becerradas por los pueblos, junto a su abuelo, pensó alguna vez que llegaría adonde ha llegado; un torero al que se puede comparar con un mito como Ordóñez?
Me acuerdo. Galán me pidió el rabo para Toledo. Al empezar, la ilusión es mucha. Siempre apunté alto en mis sueños. Soñar no cuesta nada ¿no? Soñé con ser una gran figura; era mi meta. Con lo difícil que es tomar la alternativa y luego ser un torero importante −no digamos una figura− en los carteles de las ferias. Llegar a ser figura, un milagro. Pues sí, soñaba con eso, pero nunca me imaginé que lograría estar tantos años toreando y perfeccionándome para ser un referente de buenos aficionados e incluso de otros toreros y de chavales que empiezan; es algo que casi ni se te puede pasar por la cabeza. Soñaba; pero creo que he superado con creces mis sueños.
−¿En aquellos primeros años, quién era su referencia? ¿Manzanares padre, con quien recuerdo que se encerraba en el hotel, horas de horas, a conversar de toros?
Sí. Tengo unos recuerdos muy bonitos del maestro y me dan mucha pena. Él ha sido una de mis referencias más importantes; la fuente donde he bebido y el torero que tenía el concepto que yo tenía y quería tener. Además, tuve la suerte de ser un gran amigo suyo y tuvimos conversaciones de toros realmente increíbles, en las que, curiosamente, coincidíamos en todo. Me decía −“Me gusta hablar de toros contigo, porque hablamos el mismo idioma”− Pasábamos horas de horas hablando de toros, e incluso días; en serio. Tengo muchos recuerdos suyos en Lima; me enseñó a amar a la afición limeña. Como era un referente para mí, escuchaba atentamente la pasión con la que hablaba de Lima. Por eso me da mucho gusto haber podido ocupar su lugar en la preferencia limeña. Lo hablábamos; me veía como un amigo al que quería mucho; sé que se sentía orgulloso de que yo recogiera, al menos, una parte de esa preferencia que Lima sentía por él.
AL CABO DE 25 TEMPORADAS
“Lo que realmente busco es reducir la embestida del toro”
−Al cabo de 25 temporadas ¿qué siente usted que aún le falta?
Seguro que me falta mucho, porque la perfección no existe y −¡hombre!− todavía ahondo en mí y busco en mi profundidad, mejorar. Creo que aún puedo conseguirlo. Mis formas son las que son, pero lo que realmente busco es reducir la embestida del toro. Es lo que más persigo y no es fácil, porque muchos toros no te lo permiten; pero cuando encuentras uno que te lo permite, hay que hacerlo. Reducirle, tratando de torear cada vez más despacio.
−¿Se reduce realmente la embestida del toro o el temple es ir acomodándose a la velocidad del toro en cada momento y en cada pase en redondo, castigándolo, se le va reduciendo aquella velocidad?
Siempre he pensado que el toro tiene una embestida y que debes acoplarte a ella. Es verdad que si el toro embiste muy rápido, no puedes –a lo mejor− torearlo más despacio que su propia velocidad. Hay que adaptarse a la velocidad del toro, pero creo que estos últimos años, he logrado conseguir reducirle la velocidad. Ha sido una de las cosas que he aprendido y en las que he mejorado: reducir la embestida. El toro que embiste con gran velocidad, de forma marcada, que no tiene ritmo ni temple, la verdad es que no es fácil reducirlo. Pero al toro bueno, con temple y ritmo, sí se le puede reducir la velocidad. Es una de las cosas que ahora persigo. Mejorar mi toreo, buscando eso: ralentizar la embestida, para poder torear despacio, despacito, que es lo más bonito. Cuando logras reducir la embestida, casi parar el tiempo en la embestida, el toreo alcanza una dimensión estratosférica. Dices “esto es otra cosa”; hay un paso hacia adelante en el toreo, entre torear al compás o reducir la embestida, con la cadencia y el ritmo que tú le marcas. Cuando lo logras, hay una tremenda diferencia.
¿Cuál es el futuro de la fiesta? ¿Qué pueden hacer los profesionales por ella?
El futuro estará garantizado mientras haya ganaderías bravas y toreros buenos, con fuerza suficiente para apasionar. La emoción se produce cuando se es capaz de torear despacio; claro que a un toro que no se pare. Tampoco es necesario que el toro transmita siempre peligro. Creo que con la belleza se emociona y se transmite. Hay toreros que son capaces de emocionar con lentitud y estética; otros lo hacen arrimándose mucho para que la gente vea un peligro excesivo. Hay toreros −entre los que me incluyo− en los que quizá, el peligro no se ve tanto. Lo importante es que la afición se emocione, de una manera u otra; depende de los gustos. Pero sobre todo, para que la fiesta se mantenga, es necesario que los medios la divulguen; tienen gran responsabilidad en esto; deben transmitir las vivencias y las sensaciones de una corrida. Me consta que El Comercio hace una importante labor en ese sentido. Que la gente conozca qué es una corrida. Explicar que los toros de lidia, vacas y becerros, solo viven gracias a la fiesta. Un toro muere para salvar y perpetuar su especie; por cada toro que muere, decenas de animales de esa especie viven en los campos. Si no hubiera corridas, se extinguirían esos animales y todo lo que económicamente genera la fiesta y la actividad que se produce en los pueblos de todos los países taurinos durante sus ferias. La responsabilidad es nuestra: toreros, ganaderos, aficionados y crítica taurina.
Estamos muy cerca del 250 aniversario de Acho y me encantaría poder llegar y participar de la celebración. Aún si no estuviera en activo, me gustaría torear ese día en Acho.
−Pero estamos a solo un año.
Ah, bueno, entonces sí que me da tiempo, ja, ja. Pero ya lo digo; como fuera, me gustaría participar en esa celebración.
No hay comentarios:
Publicar un comentario