Presente en la Feria de Lima con el equipo de Afición Perú, la periodista Mónica Alaejos nos envía desde el Perú esta nota sobre el triunfo de Daniel Luque en Acho |
Taco, lío, guirigay…llamémoslo como quieran pero ha sido muy gordo, de los de verdad y que contarán cronistas, aficionados, profesionales del toro y otros que creen serlo durante mucho tiempo. El escapulario de Luque ha llegado en la última del Señor de los Milagros y casi en el tiempo de descuento, con el único que se dejó hacer de San Esteban de Ovejas, porque el resto, desiguales hasta decir basta, no ha embestido “pa lante” ni uno.
Tras un hermoso saludo de capa a la verónica impregnado de una torería delicatesen, el empaque se hizo dueño de Acho toreando por abajo a pies juntos, roto y ligado, plástico y estético por encima de lo normal. Desde los trincherazos hasta los pases de pecho parecían salir de una melodía con un tempo larghissimo usado muy pocas veces en el toreo. La expresión de Luque estuvo fundamentada en las transiciones lentas entre muletazos a compás, a ritmo de adagio, lento y majestuoso. Enfermo de toreo parecía estar toreando de salón, mandando en los cambios de mano con pulso y dibujando un final sin ayuda tan frágil como bello, al ralentí.
Hoy en Acho, los menos, hemos visto al Padilla de siempre, al eterno y al de antes realizar una faena de figura del toreo frente a un toro enorme y destartalado, áspero y correoso al que toreó sobre las piernas jugándose la vida y al que regaló todo su coraje a pesar de no merecerlo por descastado. Antes había cortado una oreja al de su presentación en una labor cargada de vibración y de temple para no dejarle tocar la muleta.
Los dos de Fandiño han sido de pregunta de examen y como alumno aventajado ha tratado en todo momento de sobreponerse a las dificultades de un contenido que nadie había explicado previamente en clase. El primero le puso trampas de todo tipo porque a cada paso sabía donde estaba el torero dejándole los pitones en la cadera como aviso de sus intenciones y el segundo fue una verdadera pregunta trampa que a mitad del muletazo cambiaba el viaje con saña llegando incluso a golpearle feo. Muy por encima de los dos, tuvo mérito estar delante, ya casi para él, tratando de solucionar la ecuación a base de constancia y cabeza, pensando en cómo en la cara del toro y olvidándose del escenario en pro de la respuesta correcta. Buscó en su bagaje y de ahí salió una faena de mucho mérito al quinto.
Terminó La Feria del Señor de los Milagros con un Luque pletórico de torería que se lleva el escapulario a Sevilla.
M. de la Peña Mónica Pérez Alaejos
Dpto Sociología y Comunicación
Universidad de Salamanca
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