En plena revolución mexicana surgió un torero bravo y arrojado, bronco de carácter, culto y mujeriego que perteneció a las filas del General Villa y cultivó la amistad con el General Plutarco Elías Calles.
Jardinero de San Mateo
Portaba grabado en un capote de paseo el calendario azteca y fue duramente castigado por cornadas, balazos y puñaladas. Fue quien aquí le disputó las palmas a Rodolfo Gaona y aunque no tuvo grandes éxitos en España, en muchas tardes superó a sus famosos alternantes, lo que le valió el apodo de “El hombre de la regadera”. Se exiló por razones políticas en Sudamérica y cerró su carrera en 1945.
Era Juan Silveti Mañón “El Tigre de Guanajuato”, aunque él prefería ser llamado El Meco (indio). Hijo del anterior, Juan Silveti Reynoso, tomó la alternativa en 1950, le llamaron “El Tigrillo” para diferenciarlo del nombre de su padre, era tan valiente como él, pero más fino y de labor serena a la que agregó la técnica y la ortodoxia de la que aquel carecía. Su mejor expresión seguramente fue la verónica, despatarrado, a manos bajas y honda, enganchado al toro del largo pasándoselo por la faja con plasticidad y belleza, los vuelos del capote eran una sinfonía, tersos, desmayados, armónicos, rítmicos. Su estilo clásico “rondeño” le mereció el respeto en su larga estancia en España, donde alternó con todas las figuras y volvió a México para inmortalizar un toro de Valparaíso en El Toreo de Cuatro Caminos. Hijo del anterior, David Silveti Barry, decidió seguir la tradición familiar un tanto tarde y tomó la alternativa en Irapuato en 1977.
Llegó a la cúspide con su valor sereno e inteligente y su exigido sentido de responsabilidad. Enloqueció a nuestros públicos que le llamaron “El Rey David”. Fueron las heridas que desde 1979 lastimaron seriamente su rodilla y que la ciencia médica no pudo reestablecer, las que lo obligaron al llorado retiro no pudiendo darle la alternativa a José Tomás en La México. Hoy, Diego Silveti, hijo, nieto y bisnieto de toreros ha sacudido su espléndida genealogía taurina, mostrando, precisamente lo que deseamos de esta pleyade jóvenes mexicanos, Juan Pablo Sánchez, Arturo Saldívar y David “Los Tres Mosqueteros de Hoy”, (además está El Payo): valor, entrega, arte y compromiso, dibujando un arcoiris de esperanza para que en esta tierra resurja una nueva “época de oro” del toreo.
Otra vez una tarde fría y una plaza semivacía que no correspondía a las dos figuras que partieron plaza, Diego Silveti y Alejandro Talavante y en imposición equivocada Guillermo Capetillo, el de las telenovelas.
Las reses llevaron los nombres de artistas mexicanos y el mejor del encierro fue “Charro Cantor”, corrido en sexto lugar y que aludía a Jorge Negrete. Talavante con su primero, “Cantinflas”, negro, cornivuelto, girón le instrumentó verónicas a pies juntos, lentas y bellas que remató con una media, quedándose el capote en las astas del toro. Parecía que Talavante había descubierto el son del animal y podría repetir su triunfo de hace un año, pero algo extraño le ocurrió, en vez de ligar, torear tranquilo, bajar la mano, que es a lo que nos tiene acostumbrados, se dispuso a darnos un mosaico de pases sin ninguna ligazón . Por allá el cambiado por la espalda, luego el de pecho, luego un molinete, se lo pasó por la derecha, le instrumentó arrucinas, manoletinas, pintureros martinetes, es decir, un exceso de adornos pero falto de la estructura y la ligazón necesarias. Intentó matar recibiendo, pinchó y recibió un aviso. Sus destellos merecieron una breve ovación. En el quinto, “Pinal”, negro, que hizo extraños desde su salida, aunque apretó al caballo en dura vara. Se mostró más sereno y tranquilo pasándoselo por alto en varias ocasiones y recordó su enorme técnica, pero el toro era difícil, desarrolló sentido y ahora sí lo despachó con una entera. Nos está debiendo para su última actuación la faena que esperamos después de su éxito hace un año, que lo lanzó a las nubes en los cosos españoles, colocándolo en sitio de privilegio. Baste señalar lo logrado con “Cervato” de “El Ventorrillo” en Madrid y su éxito en San Sebastián. Regaló el séptimo cajón, “Anda”, negro delantero bragado. Lanceó por verónicas a pies juntos y remató con una rebolera. De hecho no se le castigó, se lo pasó por varios estatuarios, mas el toro no mostró fuerza, como todos sus hermanos de Los Encinos, salvo el sexto, el mejor toro de la temporada. Porfió con mucha voluntad pero no había nada que lograr, matándolo de media tendida.
Diego Silveti, que había despertado grandes esperanzas en su presentación pero que sus toros no le dieron el juego apropiado, se enfrentó primero a “El Mayor”, cárdeno claro, brocho, al que le instrumentó tres gaoneras ajustadas y remató con una rebolera logrando aplausos. El toro era soso y sin trasmisión y él lo buscó primero por el izquierdo, por donde derrotaba. Intentó el otro lado y tampoco logró nada en su empeño. Se lo pasó muy cercanamente en bernadinas. Dio un pinchazo y mató de descabello tras un aviso. Dispuesto a todo salió Silveti con “Charro Cantor”, negro, bragado. Despertó a la concurrencia con muy bellas verónicas, rematando con dos medias. El toro se empleaba finamente y él le instrumentó una suerte de tafalleras (cordobinas). Aquí empezó el jaleo, primero derechazos de muy buen trazo, profundos, largos, llevando al toro bien embebido con la muleta abajo y con enorme lentitud, rematando con el del desdén. Pero lo mejor de la tarde y de todas estas tardes vino con la izquierda. Naturales despaciosos, enteros, majestuosamente llevados suavemente con la muñeca que pusieron de pie al respetable. Resultó que el torero estuvo a la altura del bravo animal y el toro estuvo a la altura del poético e inspirado torero. La faena fue magníficamente estructurada con ligazón, arte y técnica y rematada con un par de dosantinas a las que siguieron bernadinas escalofriantes cuando aparecieron algunos pañuelos pidiendo el indulto. Diego, bien aconsejado, quería el rabo del animal y se fue tras la espada, dejando una estocada, dos tercios, que fue más que suficiente para que se manifestara la enorme algarabía de la concurrencia que había visto una faena memorable. Ahora sí, con todos los méritos del mundo, vuelta al ruedo y salida en hombros TORERO. El juez tardó en otorgar los premios.
Con estas tres actuaciones, Saldívar, al inaugurar la temporada, Juan Pablo Sánchez con su segundo toro de Bernaldo de Quirós y hoy del hijo de “El Rey David” se configura un cartel para febrero donde encuentren su sitio quienes deben ser los ases de la baraja mexicana de hoy.
Sexta corrida de la temporada. Un tercio de entrada en tarde luminosa y fría. Seis toros de “Los Encinos” bien presentados, mansos todos salvo el sexto extraordinario, “Charro Cantor”., vuelta al ruedo. Pesos 518, 490, 509, 480 , 492, 515, 510.
Guillermo Capetillo (burdeos y azabache) aviso y aviso.
Alejandro Talavante (blanco y plata) aviso y ovación, silencio y silencio en el de regalo.
David Silveti (blanco y oro) aviso, dos orejas y rabo y salida en hombros.
Se guardó un minuto de silencio en honor de Armando González “El Saltillense”.
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