En la Corrida Guadalupana que puso en boga su añorado padre
El diestro guanajuatense le cortó el rabo al buen “Charro Cantor”, el 126 en la historia de la Monumental Plaza México.- Salidas al tercio de un incierto Guillermo Capetillo y de un más que empeñoso Alejandro Talavante.- Tres toros buenos de Los Encinos, sobresaliendo el sexto, el del éxito silvetista, que mereció la vuelta al ruedo a sus restos.- Regular entrada en el gran coso de Insurgentes
MÉXICO, Distrito Federal. 11 de diciembre (Especial).- La corrida de este domingo en la Monumental Plaza México no podía ser de otra manera mas que predestinada a un torero por todas las circunstancias que la envolvían y se verá por qué.
Era la ya famosa Corrida Guadalupana, la que puso en boga el siempre bien recordado “Rey” David Silveti desde aquel 12 de diciembre de 1990 y que, ahora, a 8 años de inesperada partida, su hijo Diego, en su duodécima aparición como matador de toros y segunda en el gran coso de Insurgentes, liado por vez primera con el capote de paseo de su padre, con la imagen de la Virgen de Guadalupe, se enfrentaba al toro llamado “Charro Cantor”, nombre en recuerdo al famoso actor y cantante Jorge Negrete, ese que en su momento la hiciera de “hijo” de don Juan Silveti Mañón en la cinta cinematográfica “El Tigre de Guanajuato”, y que le diera a su biznieto Diego, apenas este domingo, el clamoroso triunfo con el corte de las orejas y el rabo, máximo trofeo número 126 que se concede en casi 66 años de historia de la Monumental Plaza México.
Todavía se tiene en la memoria aquellas emotivas lágrimas de aficionados que provocó David Silveti por su gran faena al toro “Solitario” de la divisa de Teófilo Gómez, la tarde del 2 de febrero de 2003 en el mismo embudo de la colonia Noche Buena, el último astado que estoqueó el espada salmantino en ese ruedo y al cabo de casi 9 años otro Silveti, su hijo, Diego, vuelve a emocionar hasta las lágrimas a la concurrencia con su toreo sentimental, pleno de arte, ese que conmociona los sentidos y hace vibrar a los aficionados, rubricado todo con la espada para obtener los máximos trofeos que encumbran, consagran a los toreros y causan la vitoreada salida en hombros por la Puerta de El Encierro. Sin duda, una tarde que no podía ser más que para Diego Silveti y que él mismo al rubricar su obra, se fue a los medios para indicar con el dedo índice de su mano derecha que no había sido él el artífice del triunfo sino su padre que en el cielo se asomó a verlo torear.
Así pues, en festejo además de Guadalupano, en honor a los 77 años de la fundación de la Asociación Nacional de Actores (ANDA), ante una regular entrada en los tendidos del embudo de la calle Augusto Rodín y bajo buen clima, se lidiaron siete astados, uno de ellos de regalo, de la dehesa queretana de Los Encinos, siendo muy bueno el sexto, “Charro Cantor”, que mereció los honores de la vuelta al ruedo a sus despojos. Bueno fue el segundo y también el primero pero acusando debilidad. Los demás, incluyendo el de obsequio.
Guillermo Capetillo en su primero, tanto con el capote como con la muleta mostró disposición y valor, dejando ver ese arte que sólo él le imprime a su toreo. Mató mal, escuchó un aviso y se le aplaudió en el tercio. En su segundo, simplemente no pudo hacer nada y hasta incierto se le apreció. Fue pitado tras recibir un recado de la autoridad.
El extremeño Alejandro Talavante, en una actuación llena de vergüenza y pundonor torero, pudo haber “tocado pelo” en el primero de su lote por una faena artística y variada gracias a esa personal inspiración e inventiva que lo caracteriza pero su falla con la espada se lo impidió reduciéndose todo a una salida al tercio después de escuchar un aviso. En su segundo la situación se puso cuesta arriba y optó por abreviar. Regaló entonces un séptimo ejemplar que no hizo mejorar el panorama, aunque si quedó de manifiesto su empeño, valor y gran deseo por agradar.
A Diego Silveti su primer astado no le ayudó mucho pero si le permitió evidenciar al torero sus ganas por triunfar pero al fallar con la espada se le avisó en una ocasión. Pero salió “Charro Cantor”, al que lanceó apasionadamente a la verónica, primero, con al compás abierto y, después, a pies juntos. Luego un vistoso y estético quite que comenzó con una tafallera, seguida de templadas navarras invertidas (de acuerdo al libro “Alas de Mariposa” de Miguel Ángel Martínez “El Zapopan”, páginas 50 y 51). Su faena de muleta la brindó al que fuera novillero y más tarde reconocido cantante e íntimo amigo de la familia, Emmanuel. El preámbulo fueron pases estatuarios pases por alto y, luego, a correr la mano con tersura y donosura por el lado natural. Lo mismo hizo por el perfil diestro despatarrado y mandando, además de su eterno toreo en redondo, todo aderezado con los forzados y preparados de pecho, los sensacionales cambios de mano por delante, los soberbios y señeros trincherazos y los desdeñosos lances escarlatas, ajustándose de verdad en cada empleo de la sarga. La plaza era un manicomio y entre gritos de ¡torero! vinieron sus ceñidas joselillinas y bernadinas. Se perfiló para entrar a matar y dando el pecho cobró la certera estocada que le permitió el triunfo grande, las orejas y el rabo, dando dos vueltas al ruedo, una de ellas con el ganadero Eduardo Martínez Urquidi y al final la ovacionada salida de Diego en hombros por la Puerta de El Encierro. ¡Vaya faena! y ¡Qué emoción!
Para el próximo domingo se anuncia la séptima corrida del serial mayor con toros de Villa Carmela para el potosino Fermín Rivera, el sevillano Daniel Luque y el aguascalentense Mario Aguilar.
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