Feria de San Fermín: Sergio Flores pierde el triunfo por la espada

Zabala de la Serna | Pamplona


Un tren atestado de norteamericanos en pos de los pasos de Hemingway. Mochileros del mundo. Y mochileras. La australiana de mi vera no conseguía elevar la suya al maletero a pesar de sus fornidas hechuras. Leire Pajín a su lado, peso pluma, una sílfide. La criatura debía de haber cuajado el petate de plomo. O escondía un canguro muerto. Lo juro por mis vertebras, que aún crujían en el aterrizaje en Pamplona. Medio siglo de Ernest conmemora la ciudad, 50 años desde que puso punto final, como Juan Belmonte, a su amor por la Fiesta que situó a los Sanfermines en el GPS de la universalidad.

El ojo del Gran Hermano mundial acercaba, en la tarde noche, su zoom a la Monumental pamplonesa, con lente de Digital Plus, para seguir desde México a Sergio Flores, la gran promesa. Los hermanos mexicanos se daban golpes de pecho en Twitter cuando Flores pinchaba una faena purita demostración de todas sus cualidades: encaje, temple, colocación. Y la muleta siempre muy por abajo. Series de cinco y el de pecho ligados sobre la derecha. La expresión al alza al natural. El cierre por alto barriendo el lomo y la izquierda suelta y armoniosa en un espléndido cambio de mano. Al tipo, que aprieta los dientes cuando debe, como en la respuesta por chicuelinas ceñidísimas a un quite de López Simón, se le olvidó hacerlo espada en ristre. Y el buen jandilla de El Parralejo se arrastró enterito. Aun así su positiva imagen también sigue intacta. O al menos hasta que volvió a encarar la muerte con la espada en el quinto: la fibra que le marca se evapora en la desgraciada suerte del volapié que ejecuta, un sindiós de movimientos descoordinados. Una lástima porque el flojito utrero de El Parralejo había derrochado calidad desde dentro de sus formales y ya formadas hechuras. Flores anduvo en fase capullo con la espada.

Es cierto que Jiménez Fortes se llevó el lote peor de la bonita y en general notable novillada de El Parralejo, varias fechas después de que haya anunciado su alternativa en Bilbao. Como también lo es que Fortes necesitaría una vuelta (y vuelta) de novillero más para no precipitarse crudo. ¡Y en Bilbo! En los finales de ambas faenas las volteretas surgieron entre el barullo una y el absurdo otra. Cayó feamente ante el jabonero y más complicado cuarto. Otra historia es que Jiménez Fortes posea virtudes, que haberlas, haylas. Pero en desarrollo. El capote lo vuela con aire caro, como se comprobó. La firmeza predominó en la muleta cuando enganchó y tiró de su mirón y discontinuo primero. Paseó una vuelta al ruedo –el presidente negó la petición, emotiva por el revolcón y la estocada– como López Simón con el noble y rajadito tercero. Valor tiene Simón. Lo que no queda claro es cómo quiere torear. Participó en todos los quites, especialmente meritorio uno por gaoneras y caleserinas y casi dio con la tecla de Pamplona con el encastado e importante sexto, de rodillas y en plan novilleril atropellado. Con la espada siguió el camino de Flores. Y los novillos, la senda del desolladero sin que les cortaran, por hache o por be, ni el aliento.
Ficha:

Monumental de Pamplona. Martes, 5 de julio de 2011. Primera de feria. Unas 12.000 personas. Novillos de El Parralejo, bonitos, tres más cuajados (1º, 5º y 6º), buenos en general, salvo el mirón 1º y el geniudo 4º; destacaron el buen 2º y la calidad del flojito 5º; noble el rajadito 3º; encastado e importante el 6º.

Jiménez Fortes, de azul añil y oro. Estocada casi entera (petición y vuelta). En el cuarto, media estocada tendida (saludos).

Sergio Flores, de purísima y oro. Dos pinchazos y media estocada. Aviso (silencio). En el quinto, tres pinchazos y estocada corta (silencio).

López Simón, de blanco y plata. Estocada delantera atravesada y descabello (petición y vuelta). En el sexto, cuatro pinchazos y media (silencio).