viernes, 9 de julio de 2010

SEGUNDA DE PAMPLONA Morenito calló a los mozos





PATRICIA NAVARRO

A Morenito le dio igual el sofocante calor, la charanga y los mil y un condicionantes de esta plaza sanferminera... Se fue a por el toro, el tercero de la tarde, con frescura invernal de quien torea en el campo para sí pero con la esperanza de ser visto. Y acabaron por verlo.

El calor era una bomba de relojería que recorría los tendidos, pero las verónicas con las que se llevó al toro hasta el centro del ruedo templaron los ánimos. No quedó ahí, como nunca quedan las cosas que de verdad son buenas. Y a Morenito ayer le sobraron argumentos para volver a verle. Brindó el toro en medio de los tradicionales cánticos y el milagro del toreo se hizo: vino casi el silencio a golpe de técnica y corazón. Tenía el toro la casta justa, la fuerza entre las líneas y el alma; si los toros tuvieran alma, también la tendría éste en entredicho. Pero supo Morenito hacérselo todo a favor. Para su bien le dio distancia al principio, lejos de los agobios, respetando espacios y de mitad de trasteo para adelante nos regocijamos en la despaciosidad del toreo diestro, ligado por abajo con pasmosa lentitud. Esa grata sorpresa resultaba un deleite. Faltó contundencia con la espada, pero la vuelta al ruedo no se la quitó nadie. Fue en la suerte suprema cuando se lastimó Morenito la clavícula, antigua lesión y pasado todo se fue para la enfermería. No quedaría solo en el temido lugar.

En los primeros lances del cuarto, Francisco Marco resultó cogido de manera brutal y al estamparse contra la arena parece que se hirió en la oreja, además de quedar conmocionado. Fue mal toro éste. Y le tocó a Aguilar, que estuvo firme, intentándolo y de tanto querer le pegó un pitonazo en la mano derecha. En el quinto, sin toreros estábamos. Sólo charanga, merienda y blanco y rojo allá donde miraras. Parón de tiempo, quizá diez minutos, hasta que salió Morenito de la puerta de la enfermería. El quinto iba y venía y la voluntad del de Aranda estuvo más amontonada en esta ocasión, como desorientado por las circunstancias.

Accidentada tarde. Aguilar hizo un esfuerzo con el sexto que tenía peligro y lo intentó todo con el rajado segundo.

Tres le pegó de rodillas Francisco Marco al primero bis, hasta que se orientó y pasó el trago el navarro con dignidad.

Hay días que uno respira cuando se acaban. Ayer hasta nos costaba respirar de tanto calor.

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