Ha sido Bilbao a través de los años la “plaza palanca” para el torero americano. Históricamente, han sido los grandes toreros de México los más favorecidos como fue el caso que registra la historia al relatar los triunfos de Armillita, que con su excelencia magistral provocó los bajos instintos de Marcial Lalanda y Domingo Ortega, pareja que fomentó la traición bautizada por Juan Belmonte con el calificativo de “El Boicot del Miedo”.
Los venezolanos fueron favorecidos por la generosidad bilbaina, además que César Girón en cesar sobre la oscura arena de la vieja plaza la “girondina”. Suerte que el caraqueño iniciaba citando en corto, con pase pendular por el pitón derecho y finaliza ligando la suerte con el de pecho.
También creó César en Bilbao la “bilbaína”. Suerte que comienza citando de espaldas al toro, como para el circular invertido. La pierna derecha delante de la otra haciéndole dar la vuelta completa alrededor, sin mover las plantas.
Suerte que también se conoce por el “tíovivo” o de vuelta entera. Aquello fue una respuesta en competencia con Luis Miguel y Antonio Ordóñez.
Más tarde, siendo “mandón en el escalafón” Curro Girón, en sus temporadas como puntero del escalafón vivió una brillante competencia con Paco Camino, dirimiendo sus diferencias profesionales bajo los colores de la divisa de Miura en Vista Alegre.
Fue Bilbao escenario para el desarrollo de los caraqueños Eleazar Sananes “Rubito” y Julio Mendoza, base angular de la tauromaquia venezolana, y muy en especial del valenciano Alí Gómez que se entró a España por el camino de una novillada en Bilbao que le abrió las puertas para su brillante temporada por las plazas del Norte.
Ayer iluminó el camino vizcaino jn mexicano, Leo Valadéz, matador de toros que ha destacado esta temporada por sus triunfos en las temporadas de San Isidro en Madrid, en Pamplona San Fermín, la Semana Grande en San Sebastián y hoy 27 de agosto en las Corridas Generales de Bilbao con su brillante actuación frente a un gran toro de Santiago Domecq.
Toro que atendía al nombre de Cotorrito y que ha de pasar a la historia como el toro que reunió las exigidas virtudes como nobleza y bravura, presencia, y profundidad en su pelea con los montados, como en cada tercio de la lidia. Cotorrito pronto, galopó, fue alegre y compartió su esplendor con el torero al mitigar su bravura en un cambio de mano portentoso, de gran profundidad, provocando arrancara la arrancara la música.
Por el pitón zurdo el toro fue de gran calidad, embistió con largura y profundidad.
La faena fue alegre, ligada y comunicativa.
Cotorrito le permitió la entrega del mexicano, preferentemente por el pitón derecho por donde le se desplazaba evitando la masa entelada en los tendidos de Vista Alegre.
Gran toro el de Santiago Domecq, un toro que le permitió a los que fuimos testigos de la gran faena de Valadéz, pensar que México pronto ha de tener un gran torero. La corrida de Santiago Domecq, además, convocó a Antonio Ferrera y a José Garrido; pero estaba escrito que fuera Leo Valadéz el que coronó lo vivido esta misma temporada española, con un argumento en cada uno de los capítulos que han sido escritos con tinta sangre de raza y de entrega.
Así en Madrid.
Igual en el sorpresivo triunfo, con el temple en Pamplona, el éxito con la mano izquierda de San Sebastián , y el fondo de torero que sacó en la plaza francesa de Istres.
El camino al futuro ya está trillado, como diría Raúl Riera Zubillaga. Basta con seguir lo indicado con la grandeza de Fermín Espinosa “Armillita Chico”.
Aquello lo robusteció la rivalidad, la de Fermín con Lorenzo Garza. Hoy, las sombras del recuerdo iluminan el porvenir de México proponiendo encarnar la rivalidad entre Leo Valadéz y el michoacano Isaac Fonseca … A los dos les espera la afición de América, les espera con Andrés Roca Rey para realizar al fin la terna que propulsiones la tauromaquia americana.
En la historia de la tauromaquia mexicana, la rivalidad por excelencia la encarnan Fermín Espinosa Saucedo y Lorenzo Garza Arrambide. Armillita y Garza, para los restos. Tan distintas como eran sus respectivas concepciones del toreo, un invisible lazo de afinidades los unió inexorablemente.
La última de ellas, la casi coincidente fecha de sus respectivos decesos, ocurridos en un lapso de apenas catorce días de 1978: primero se fue Fermín, el miércoles 6 de septiembre, y a dos semanas justas Lorenzo, el día 20. Recuerdo que Pepe Alameda, al relatar el multitudinario sepelio del primero, lamentaba la ausencia en él del ave de las tempestades, seguramente ignorante del estado de gravedad en que éste se encontraba, con la muerte rondando ya su persona.
Este brevísimo recordatorio tiene por mira señalar, siquiera sea de manera muy sucinta, aquello que enlazó para siempre sus dos torerísimas trayectorias.
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