López Chávez llenó la exigencia con su imposible propósito ético..
El nombre de Miura es icónico, fue sembrado en el miedo. Miura también ha sido sinónimo de la grandeza en la fiesta de los toros.
Históricamente en tauromaquia Miura es una referencia y en la cultura el sinónimo de un país y de una nación.
Miura está anclada en la linea darwiniana que se ha trazado la ganadería de lidia. En su palmarés confunde capítulos de terror con gestas de exaltación a la victoria. Lo que ocurre porque Miura se estacionó en la cuneta la competencia taurina.
El toro de Miura, se quedó atrás. No solo en la evolución morfológica, también en la selección del toro para la lidia moderna eigida por la evolución de la tauromaquia.
Dejó en el mito y la leyenda el relato de los senderos de su belleza estética. En el camino de las emociones; porque Miura hace ya tiempo, pero muchos años atrás dejó de ser lo que su currículum presumía: confunde emblemas con calaveras, osamentas y recuerdos, hace años que dejó atrás lo emocionante.
Dejó de ser líder de aquellas ganaderías “terroríficas”, aquellas que hace años competían, causaban miedo, eran respetadas porque competían con Miura. Aquellas entre las que estaba l desaparecida de Pablo Romero, la ignorada de Isaías y Tulio Vázquez, las despreciada del Cura de Valverde y otras, amable lector, que dejaron de lidiarse, o se lidian muy poco por ser rechazadas al no incorporarse a la evolución de la tauromaquia.
Ayer en Bilbao vimos la lidia de 5 toros de Miura, y uno de la Palmosilla.
Con los de Miura el maestro López Chávez, estuvo en el rango heroico; Manuel Escribano, con el único que lidió, arropado por el silencio; y para Fortes los aplausos, el reconocimiento estético del poco público que asistió a Vista Alegre.
Vista Alegre que hasta hace poco se llenaba y agotaba el papel con el anuncio de los toros de la Calavera en los predios de su ganadería y del negro de muerte que flamea en su divisa.
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