viernes, 19 de agosto de 2022

EMILIO de JUSTO, LA REALIDAD Y EL DESEO publicado en Entretoros.com por JOSÉ CARLOS ARÉVALO / Fotos ALBERTO SIMÓN





Cuando Emilio de Justo se encerró con seis toros en Madrid no le hacía ni puñetera falta. Lo que había hecho en temporadas anteriores, con la pandemia y todo, lo había proclamado figura del toreo. Pero si su primer toro no le hubiera cogido al entrar a matar, su sitio en la primera fila habría subido de rango, habida cuenta cómo fueron los toros que no pudo torear aquella aciaga tarde.

La lesión fue importante, se temió que no pudiera volver a torear. Por fortuna sus vértebras cervicales respondieron al deseo de todos y cinco meses después, el torero de Cáceres está listo para torear. ¿Lo está de verdad o todos quieren que lo esté? Porque el toreo no es solo forma física. Ni mucho menos. El toreo es habituarse al toro, al bueno y al malo, al oportuno y al imprevisible. El toreo es cogerle el aire al público, a los muy diferentes públicos. El toreo es que tu estado normal sea un perpetuo estado de alerta. Y, como dicen los pintores, coger la mano al trazo, algo que se pierde cuando se está unos días sin pintar.



No sé cuánto tiempo lleva Emilio de Justo haciendo campo, si ha tentado muchas vacas en el estío más impropio para la tienta que se ha vivido en los últimos años. 


Tampoco sé cuántos toros ha matado a puerta cerrada.

 Y por supuesto, ignoro si le hace falta todo ese trajín.

 He conocido toreros que se entrenaban paseando con una muleta en la mano por el pasillo de su casa. 


Lo que me preocupa es que una irreflexiva precipitación perjudique la reincorporación a la guerra de los ruedos de un torero tan bueno. 

Un invierno de preparación, toreo y reflexión le habrían deparado un año 23 imparable.


En estos momentos no desearía estar en la piel de Alberto García.

 El apoderado es el actor del toreo que juega la partida más fea. Es, o debiera ser, el Sancho Panza realista que frena las locuras de un Quijote en las nubes del deseo.

 Y si las cosas le salen bien al torero, gloria bendita, al fin y al cabo el toreo es un oficio de héroes, pero si no le salen todas las miradas se fijarán en el necesario antihéroe, el verdadero apoyo del héroe.

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