sábado, 7 de mayo de 2022

MORANTE PONE EL TOREO Y A SEVILLA EN SU SITIO por Patricia Navarro, La Razón Madrid

 


No tenía pinta. Ni un poco. Cuando Morante esperaba apoyado sobre las tablas a que Lili le cerrase al cuarto toro, de la ganadería de Garcigrande y sobrero, poco hacía presagiar lo que vendría después


Pitos había escuchado con el primero de su lote, después de una de esas faenas marca de la casa en la que sale ya con el acero de matar montando la muleta y la brevedad marca sus tiempos. Ese Morante que casi habíamos olvidado. El sobrero del hierro salmantino apretó una barbaridad de salida y no lo dejó estirarse a la verónica. Ni una sola vez esa conversión de cuando lo humano alcanza lo divino. Pasaje estrella. Lo descomunal vino después. Las palabras mayores. La faena para la historia de paladares exquisitos, porque olvídense, no fue una faena bonita, ni ligada ni pinturera ni nada de eso. Para llegar al lugar que habitó Morante hay que tener mucho trecho recorrido, un buen puñado de broncas a las espaldas y unas condiciones fuera de lo común. El toro era fiero, humillaba mucho, repetía más y escarbaba entre tanto y tanto. No era nada fácil estar ahí, pero lo que era casi imposible era torearlo como lo hizo José Antonio Morante de la La Puebla. Absolutamente delicioso. No se olvida. Por acontecimientos como estos la afición no se pierde. Tuvo la virtud de humillar el Garcigrande y de trasladar esa importancia que tenía en su embestida, ahí ocurrían cosas relevantes. Morante, nada más abrirse con él, comenzó a torear. No hubo preámbulos, tragó una barbaridad sin darse importancia porque en medio lo único que cabía era el toreo. Sólido, bello, puro, auténtico, descolgado el toro, temperamental en el engaño para no dejar de perseguirlo, Morante le ligó la tanda sin perder ni un solo paso, la estructura, todo lo que ocurría era impresionante. La perfecta imperfección de un momento único que no queríamos agotar. Los pases se cosían unos a otros, fogonazos, arrebujado con el animal, en su toreo no hay líneas para fuera, la vida fluye, el toreo es él. No hay que impostarlo. Se pasaba al animal por la barriga, el medio pecho, con la bamba y los vuelos, la armonía rizaba un rizo que no quería acabar, una sinfonía perfecta que parecía imposible mejorar. Al natural hubo belleza máxima. La muleta cogida por el medio del palillo. El pecho al toro, medio, aguardar la embestida, recogerla para entregarse con ella y sin tiempo para soltarlo atracarse de toro otra vez. Nos vació Morante de la vulgaridad de otras tardes y entonces ya, como quiso, cuando le dio la gana, se tiró a matar. Los dos trofeos, la vuelta al ruedo eran el retrato de lo que habíamos vivido. Morante había puesto al toreo y a la propia Sevilla en su sitio con una faena descomunal.





 


Ficha del festejo

Sevilla. 12ª de abono. Toros de Torrestrella. El 1º, complicado, por dentro; 2º, deslucido; 3º, suavón y noble; 4º, sobrero de Garcigrande, bravo, fiero y con temperamento; 5º, descastado y deslucido; 6º, noblón y a menos. Lleno de «no hay biletes».

Morante de la Puebla, de verde y azabache, tres pinchazos, estocada, ocho descabellos (pitos); estocada corta y caída, aviso (dos orejas).

El Juli, de teja y oro, media descabello (saludos); estocada, descabello (saludos).


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