domingo, 8 de mayo de 2022

LA SORDA HEROICIDAD DE ESCRIBANO por ZABALA DE LA SERNA @zabaladelaserna Sevilla

 

 Una deslucida corrida de Miura lastra la apuesta del matador de Gerena en un espectáculo que por momentos pesó, se fue casi hasta las tres horas y se saldó con una sola oreja

La sorda heroicidad de Escribano
ARJONA / PAGÉS

El retrato de Manuel Escribano con todas sus cuadrillas, en el patio de las mismas, desprendía el halo de una compañía de Rangers antes de la batalla, el rictus del desembarco en Omaha Beach. Seis miuras, seis, esperaban en los chiqueros de la Maestranza. Escribano, de blanco oro, salpicado de rosas rojas, cruzó el ruedo con la mirada fija en el infinito, seguido por los suyos. Cuando alcanzó la barrera, ya dentro del callejón, la ovación trepó por los tendidos y le obligó a salir al tercio. Y sonaron los clarines del miedo, el juicio final para una preparación espartana, imprescindible. Hacía 32 grados en Sevilla, una sauna dentro del vestido de torear.

Pronto empezarían a exigir los miuras sus facultades a un torero que, además, basa su concepto de lidia total, el espectáculo, en ellas.

Saltó el primer toro con todas las conformaciones zootécnicas miureñas menos el trapío. Velador se llamaba. Y cabeceaba como una devanadera. Manuel Escribano lo saludó con una larga cambiada, verónicas briosas y una revolera. Apostó por exhibirlo en el caballo, con desigual acierto por parte del piquero. Brilló en un quite por chicuelinas y banderilleó con dos pares al cuarteo y uno por los adentros, poderoso y sobrado. Jugó con la distancia en la muleta. Los cabezazos se multiplicaban por la mano derecha y se atemperaron en el punto de embroque, con cierta humillación, por la izquierda. Por donde templó los momentos mejores. Un !ay! revoloteó con el miura quedándose ya por debajo. Una estocada (pasada) con determinación lo pasaportó.

Una eternidad pasó con Escribano postrado a portagayola esperando el siguiente. Más apretado, rematado y serio apareció el miura. La larga cambiada libró un respiro. Y en pie la vibración de las verónicas levantaron las ovaciones como un clamor. De nuevo el lucimiento en el caballo, de aquel modo por parte del toro. Y un tercio de banderillas con dos pares al cuarteo y un quiebro al violín por los adentros. La embestida iba preñada de mentiras, una falsa dormidera. Cuando tuvo a tiro al torero, lanzó derrotes secos. Seguido y bien repitió el toro dos veces, por la mano derecha, engañándose a sí mismo. El matador, siempre firme, lo despenó de un espadazo trasero y caído.

Entre toro y toro se tomó un respiro. El esfuerzo pasaba su factura por tiempo. El grandón ejemplar de Zahariche venía con el poder bajo mínimos, pero pasó el fielato de las escasas protestas. Inteligentemente compartió el tercio de rehiletes con José Chacón, que clavó con apuros y desigual, y Fernando Sánchez, que lo bordó. Manuel Escribano superó por su parte, con amor propio, un fallo en el quiebro por los adentros, una falta de sincronización con el toro abriéndose por demás. Y luego otro. A la tercera se asomó al balcón poniendo el corazón en la boca del toro. Escalofriante la reunión, tremendo el par. No valió para nada más el mermado miura, que se defendía por pura impotencia. Había que estar delante para sentir esa fuerza que Miura habita en el cuello.

Una paseo por entrebarreras, una onza de barrita energética y otra vez a portagayola. Amaneció el miura de la oscuridad del túnel cruzado, y la larga fue un ¡uy! pavoroso. Le hablé por primera vez en toda la corrida a B para comentarle brevemente: "Qué heroicidad sorda, Beatriz, la de este hombre reconstruido. Qué poco llega aquí el calvario de abajo". No humilló ni una vez el miura armado, duro, violento, que no quería coger la muleta, sino golpear el palillo. El quite por delantales, la generosa entrega con los palos, la entereza de la faena (exenta de recursos más allá del derechazo y el natural). Todo quedó atrás con los pinchazos. Pesaba la tarde en el rostro de Escribano. Que no se alivió nunca; tampoco a la gente.

Afortunadamente para él, entre los miuras, había pasado "Remontista", estrecho como un sable, con un fondo amable y obediente. Y con él llegó la remontada. Sacó pies en banderillas, lo que obligó a Manuel Escribano y a Fernando Sánchez a ganarle su bonita cara con facultades. "Remontista", que empezó la faena rebrincado, se ordenó en la buena derecha de Escribano como fundamento. Pudo por fin correr la mano acorde al toreo moderno, aprovechado el punto de humillación del miura. Por fin, rompía una faena. Y un toro, claro. Una estocada con fe, desprendido el acero. Cayó la oreja con fuerza, la segunda se pidió. ME gozó la vuelta al ruedo como una bocanada de aire fresco.

Y para despedirse repitió a portagayola. Por la boca de toriles salió el miura con mayor envergadura de la corrida, un tío. Lo volvió a lucir en el caballo, un tiempo que también sumó a un espectáculo sin ritmo de casi tres horas. Una barbaridad. Traía bondad el miureño, un estilo prometedor, pero ausente de poder y fondo para desarrollarlo. Escribano apostó en todos los tercios otra vez. La faena, de tanto afán, llegó a hacerse un tanto premiosa. Un pinchazo hondo, un aviso, un descabello. La ovación recogida en la misma boca de riego sonó a victoria en la derrota.

A las 21.23 Manuel Escribano seguido de todos los suyos abandonaba el albero de la Maestranza. La playa no había sido tomada.


Ficha

Plaza de la Maestranza. Domingo, 8 de mayo de 2022. Última de feria. Tres cuartos de entrada. Toros de Miura, una escalera de prensentación; 5º y 6º destacaron sobre un deslucido conjunto.

Manuel Escribano, de blanco y oro. Estocada trasera (saludos); en el segundo, estocada trasera y caída (saludos); en el tercero, estocada trasera (silencio); en el cuarto, tres pinchazos y estocada. Aviso (silencio); en el quinto, estocada caída (oreja y fuerte petición); en el sexto, pinchazo hondo y descabello. Aviso l (ovación de despedida).

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