No renunció a lo que era ni teniendo cinco toros por delante. De Miura. No era cualquier cosa. Más bien el día y la hora de los elegidos. Se fue Manuel Escribano un día más a la cita del miedo, a la oscuridad de la puerta de toriles que, además, es un infierno multiplicado en Sevilla porque esa puerta es gigante y los toros se dispersan. Se movía sus pies en la espera de la portagayola de rodillas, mientras el público parecía haber dejado de respirar. Aquello no era silencio, simplemente asustaba. Como la salida del toro, desafiante, dubitativo... Salvó Manuel esa larga cambiada y los lances de recibo entre olés para acabar con una media mirando al público. Ya eran cómplices. Con la muleta puso todo de su parte con un toro irregular, que fue agradecido a las suavidades y de vez en cuando tragó y otras recortaba el vuelo.
Cumplió con creces con el primero. Arriesgó con los palos, donde le funcionó muy bien la cabeza e hizo buen planteamiento de faena en los mismos medios. El toro no humilló jamás, como es habitual y recortó el viaje sobre todo por el pitón diestro. Al natural logró sacar muletazos meritorios y le dio muerte en la rectitud. Más no se puede pedir.
Temeridad
Con el tercero compartió tercio de banderillas con Chacón y Fernando Sánchez, brillantísimo. A Escribano se le atravesó su par en dos ocasiones y por esa cuestión de orgullo arriesgó más la cuenta hasta la temeridad. Sustazo enorme que le pudo salir caro. Flojo y sin entrega llegó a la muleta, poco había que hacer que no fuera justificarse.
Brindó el cuarto a Morante de la Puebla, que ocupaba un burladero en el callejón. Se había ido también a portagayola. Le buscó las vueltas después en una faena demasiado larga para lo que recibía a cambio. El animal defendía por arriba y buscándolo sin demasiado empuje. No había gratitud en el esfuerzo.
Toro de la recompensa
Espectacular fue el par que le sopló al quinto, tercio que compartió con Sánchez. Este fue el toro de la recompensa. Aquel que quiso viajar en la muleta de Escribano sin ponerlo en aprietos, sin buscar lo que dejaba atrás, sin hacer preguntas que tuvieran difícil respuesta. Pronto hasta el final lo dejó torear a gusto y en la rectitud, con la presión de que en este no podía fallar, se fue tras la espada. Cobró una estocada baja pero fulminante. Se le concedió el trofeo y se le pidieron los dos. Así estaban bien las cosas. Volvió a irse a portagayola. Entrega de Escribano hasta el final. Y así con los palos. Sin aliviarse. Lo exigió mucho en el caballo y se vino abajo en la muleta donde no tenía mala condición, dentro de las coordenadas de Miura. La disposición de Escribano superó las condiciones del animal. Como la tarde, en la que mató seis de Miura, seis, sin perder la sonrisa.
Ficha del festejo
SEVILLA. 13ª de abono. Se lidiaron toros de Miura. El 1º, manejable por el izquierdo y más corto por el derecho; 2º, de corta arrancada; 3º, flojo sin entrega y orientado por el izquierdo; 4º, orientado, sin empuje ni humillación; 5º, bueno; 6º, franco y a menos. Casi lleno.
Manuel Escribano, de blanco y oro, estocada (saludos); estocada trasera y baja (saludos); estocada (silencio); cuatro pinchazos, estocada, aviso (silencio); estocada caída (oreja); pinchazo hondo, aviso, descabello (saludos).
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