IV REUNIÓN DE VENTAURINO
· Fecha: 28 de mayo de 2022.
· Lugar: Casa Salvador (calle Barbieri, Madrid)
· Asistentes: Juan Guillermo Álamo, Andreina Tamayo, Eloy Anzola, Oscar Anzola, Vicente Royuela, Vicente Carrillo-Batalla, Julio Stuyck, Fernanda de Haro, Sole Martínez, François Zumbiehl, Guillermo Ganteaume, Ignacio Sosa Branger, David Arias, Juan Salazar
A las 12.15 nos encontramos un grupo de amigos en la Plaza de España para comenzar el tercer recorrido urbano de Ventaurino por las calles de Madrid. Tras haber realizado meses atrás una “ruta Gallista” —calle del Arenal, Puerta del Sol y aledaños— y otra “ruta de la Edad de Plata” —calle Eduardo Dato y barrio de Chamberí—, en esta ocasión el paseo permitió recorrer en su integridad la Gran Vía, desde la Plaza de España a su confluencia con la calle de Alcalá.
Al deambular recordamos los lugares en los que habitaron toreros, picadores, ganaderos y personajes de la Fiesta como Costillares, Frascuelo, Badila, Nazario Carriquiri, el conde de Santa Coloma, Fortuna, El Tato, Joselito o Manolete.
Con paciencia espartana y tremenda educación, los asistentes soportaron estoicamente las explicaciones del guía.
A las 14.15h, con puntualidad taurina nos dimos cita en el restaurante Casa Salvador con el resto de integrantes del grupo para lo importante, esto es, compartir un almuerzo embaucador y fraternal.
Las diversas procedencias de los allí reunidos (México, Venezuela, Francia, Miami Barcelona, Madrid) daba cuenta de la grandeza de la tauromaquia y de su capacidad para hermanar voluntades y crear amistades.
Una vez sentados tomó la palabra el organizador del evento y querido amigo François Zumbiehl que nos describió el lugar en el que nos encontrábamos —auténtico museo taurino— y la historia que atesora.
A continuación el gran Eloy Anzola, alma mater de Ventaurino, tomó la palabra y leyó el mensaje que había hecho llegar otro insigne miembro de este grupo y muy presente este día, Víctor José López El Vito.
Apreciados compañeros de Ventaurino, ahí mismo donde ustedes están sentados, donde los interrumpimos en su interesante palique, estuvimos con el maestro Curro Girón muchas tardes. Siempre abordando el tema, exaltándolo diría, de nuestro amor por Venezuela.
Curro fue asiduo al Gloria Bendita, esta Casa Salvador, como distinguían los amigos taurinos el restaurante.
Mencionamos a Curro Girón porque, gracias a él, hoy nos reunimos, como taurinos de buena fe en la ciudad que le exaltó al rango de figura del toreo y que todos amamos y reverenciamos con respeto y admiración: el Madrid de la España Eterna.
Sin embargo, como lo saben Eloy Anzola y Juan Salazar, ustedes y nosotros los contertulios de Ventaurino existimos y ocupamos espacio importante en el mundo de la tauromaquia, gracias a un caraqueño, nacido en Altagracia, un torero que fue expresión de la Sultana del Ávila desde las colinas del San José de Eleazar Sananes “Rubito” a la Roca Tarpeya del gran César Girón.
El pasado 17 de mayo aquí en Madrid, pero en 1922, Rubito recibió el grado de matador de toros de manos de maestros como Marcial Lalanda de padrino, y testigos importantes con la jerarquía de Saleri II y Nacional. Lo hicieron en presencia del Rey de España, Alfonso XIII, con el toro Sanluqueño de la divisa de Gamero Cívico.
Aquel día, el 17 de mayo de 1922, se abrieron caminos para Venezuela. Los caminos de la España eterna, nuestra, la España de los venezolanos en su eternidad cultural, religiosa y taurina, la que defendemos con nuestros toreros y aficionados, los que, como ustedes hoy, fortalecen y enaltecen el sentido de la tauromaquia venezolana.
Agradezco al Jesús de Medinacelli, agradezco al San José de Madrid, estamos todos agradecidos a nuestros maestros Rubito, Julio Mendoza, Diamante Negro, César Girón, Joselito Torres, Curro Girón, César Faraco y Morenito de Maracay quienes se atrevieron cruzar los duros senderos del toreo, escribir con mayúscula sus nombres en los carteles de San Isidro. Los mismos caminos que ustedes transitaron para defender el ejercicio vocacional de ser aficionados.
Quiero agradecerles, a todos y cada uno de los miembros de Ventaurino el apoyo que nos han dado para superar el calvario que significa escribir un libro de toros en estos días de exclusión.
Un libro que nació en una tertulia, en aquella reunión que tuvimos como invitado a un nieto del ganadero Javier Garfias de los Santos: Javier Garfias López, quien entusiasmado nos preguntó: ¿Podría escribir la biografía de mi abuelo?
Gracias a todos,
De ustedes, a su servicio Víctor José López El Vito
Amablemente, El Vito nos había enviado una caja con ejemplares de su referido libro, por lo que tuvimos la oportunidad de conseguir la obra.
François tomó nuevamente la palabra para solicitar la intervención de todos y cada uno de los asistentes con objeto de recabar las diferentes opiniones sobre Ventaurino y la feria isidril. Escuchamos palabras sabias, palabras sentidas, palabras emocionadas y, como no podía ser de otra forma, dedicamos un sentido recuerdo para los que nos siguen acompañando en el pensamiento y corazón, pero que no están físicamente con nosotros.
Así frente a las delicias gastronómicas de la casa entre las que no faltaba el rabo de toro —¡la fiesta se defiende hasta en los menús!— compartimos una sobremesa muy agradable en la que intercambiamos puntos de vista sobre nuestra pasión y aprendimos mucho, aspecto imposible de obviar cuando alrededor de la mesa están sentados catedráticos como Julio Stuyck.
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