El valor emocionante del mexicano Joselito Adame no sucumbió ante la coreosa mansedumbre de los toros de Arauz de Robles
PATRICIA NAVARRO
La Razón, Madrid.
Los diestros dieron dos meritorias vueltas al ruedo en la décima de San Isidro
Maldito. El comienzo pareció estar maldito en el décimo festejo de la Feria de San Isidro. Si el primer toro de Arauz de Robles se partió una pata antes de que nos diéramos cuenta, el sobrero de Chamaco estaba peor que el titular sin necesidad de partirse nada. Viejete de porte e ideas no apoyaba bien. El presidente no nos hizo perder el tiempo y soltó el pañuelo verde para alivio de todos y gloria de Florito, que está cerca de dios. Qué maravilla. Cuando sales de Madrid lo valoras más. El sobrero, tris a estas alturas, no duró un tras. El destino quiso ser ya generoso con nosotros y fue otra cosa. Bastante teníamos con ser casi las siete y media y no haberse lidiado un toro completo. El de Chamaco fue toro mayúsculo, con ímpetu, raza y duración. Joselito Adame lo vio y por eso no anduvo de preámbulos en los comienzos y se puso a torear pronto, a pesar de que el toro había manseado de primeras. Trasmitió importancia en su embestida después. Adame puso a la faena solvencia y oficio.
Fernando Sánchez y Víctor Mora se desmonteraron en banderillas con el cuarto. El corazón se nos puso en la boca al instante. En el comienzo de faena de Adame. La cogida fue muy bestia. Un volteretón con una caída tremenda. Lo dejó sobre la arena, en las tablas, deshecho. Un horror. No hubo lugar ni para quitarse, el toro se le fue derecho por el izquierdo. Adame se recuperó e hizo un esfuerzo titánico para volver a la cara. Reponerte de un golpe así no era fácil. Fue un toro de mucho interés, exigente, con mucho poder, pero no era nada sencillo sobreponerse a esa situación. Joselito se puso con la diestra sin dudar. Serio y armado. Con el corazón. A pecho descubierto. Con todos los honores y un respeto tremendo a la profesión. Épico.
Sorprendente fue la reacción del segundo toro de la tarde, el de Pepe Moral. Había salido suelto en los primeros compases, pero se justificó luego en el caballo. Cuando llegó la hora de la verdad, el tú a tú, no pudo ser más claro: salió huyendo. No quería. Ni uno, ni aquí ni allá, ni en toriles. Ná. Moral intentó, pero es que no podía ser. Pasó un calvario con la espada.
Puso toda la carne en el asador con el quinto en ese comienzo de rodillas, pero la nobleza del toro no trascendió y así la faena de Moral.
Todo lo que hizo Ángel Téllez alcanzó el sentido verdadero cuando se puso a torear al natural. Era el tercero. El toro también lo supo. Se redujo el animal, soltó el ritmo para bueno y Téllez lo disfrutó con los vuelos y a la cadera en un deleite de naturales, soberbios sin más. No necesitaba apelativos, porque lo bueno se sublima por sí solo y no requiere alargarse ni multiplicarse. Encontró la medida del tiempo en ese lenguaje universal que es el toreo. Estuvo cumbre Ángel en una faena condensada en el toreo zurdo y de categoría. Lo pinchó (arriba) y fue una pena, porque había toreado como los elegidos. Tan nuevo el torero tenía mucho mérito con lo que pesa Madrid.
Soñábamos con que lo volviera a repetir en el sexto. No pudo ser. A la movilidad del sexto le faltó entrega. Los naturales no se olvidan.
Ficha del festejo
Las Ventas (Madrid). Décima de San Isidro. Se lidiaron toros de Arauz de Robles. El 1º, sobrero, tris, de Chamaco, encastado y repetidor; 2º, manso; 3º, con buen ritmo; 4º, encastado y exigente, suelta la cara; 5º, noblón y a menos; 6º, movilidad sin entrega. Más de media entrada.
Joselito Adame, de turquesa y oro, pinchazo, estocada (saludos); media, aviso, estocada (vuelta al ruedo).
Pepe Moral, de verde hoja y oro, pinchazo, media, aviso, seis descabellos (silencio); estocada (saludos).
Ángel Téllez, de blanco y plata, pinchazo hondo, estocada (vuelta al ruedo); estocada (saludos).
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