sábado, 14 de mayo de 2022

DE COLOR FRÍO LA FURIA DE TALAVANTE por Víctor José López EL VITO



 

Cruzó la arena como si la furia le hubiese lanzado a la pelea. En el ruedo, el capote de Alejandro Talavante, su capote aún no es llamarada. 

Todavía es frío el color del sueño, sin someter la bravura del Borja Domecq convertido en amenaza candente; pero más encrespada tenía que ser, que no lo fue la borrasca del torero.

Tempestades de voluntad y de denuedo le azotaban el ánimo.

A Talavante le hervía en la sangre desde el paseíllo cuando entendió que las palmas no eran para su propia historia, tampoco para su alternante Juan Ortega, sino para Álvaro de la Calle, aquel sobresaliente de espada que entró a la fama tras cumplir cabalmente con su obligación  del sobresaliente de espada la tarde que Emilio de Justo sufrió el terrible accidente que aún le mantiene apartado de los ruedos : el haberse ausentado, Talavante ha sido acicateaba, aguijoneado, por la estimulante ponzoña de la lucha, por el instinto de la defensa.

 Alejandro es el creador del toreo arquitectónico de línea y arco; y ahora, al rescatar su accidentada carrera tiene, está obligado, que defender su heredad puesta en duda ante la deslumbrante invasión de las nuevas generaciones, los llamados de  la muñeca partida, entre cursi y sublime, entre gracioso y equívoco; y por lo mismo, sensacional y novedoso.

Y creímos que Talavante saldría en defensa de las limpias columnatas de sus espléndidos arcos romanos, aquellos que en la romana Mérida española un día le vimos iluminar y además arrollar con el cante barroco a sus toros, allá por las alturas, la pasión dio sitio a la serenidad. Hasta que apareció el Arte reposado, libre ya de pasiones y violencias y pudo levantarse en el centro de la arena, como muralla inconmovible frente a todas las borrascas el toreo todo majestad, todo permanencia. Salió del compromiso, más bien no lo disfrutó, con estocada atravesada  y dos descabellos (silencio). Estocada tendida. Aviso (oreja); y estocada rinconera (silencio).

Todo en Juan Ortega fue monótono e inarmónico. Las torpes embestidas de los Jandilla hundieron en estridente sordina el desarrollo de los intentos de faena. Flojedad, en casos, destemple, en otros, arrellenaron de hastío, las ansias de gloria de la tarde. Estocada casi entera (silencio). En el cuarto, media estocada (silencio). En el sexto, estocada (silencio)

 

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