FRANÇOIS ZUMBIEHL, catedrático de letras clásicasdoctor en antropología cultural (universidad de Burdeos)
He sido bastante sorprendido de que en la rúbrica Toros de El País digital aparezca hoy un artículo exaltando la figura de Singer y su planteamiento demoledor - ¡de forma explícita!- para la tauromaquia.
¡Es como si en la rúbrica Teatro apareciese en primera línea un texto afirmando que el arte dramático es pornografía o barbarie!
Me gustaría responder, por supuesto, pero sé que cualquier apunte favorable a los toros, en ese debate ideológico, sería censurado por la redacción del País, como he podido comprobar que lo fue en ocasiones anteriores.
Diría, por ejemplo, que Singer confunde consciencia – enfoque racionalizado del pasado y del futuro, incluyendo la visión de la muerte y del destino de nuestra especie – con el sentir y la memoria instintiva. Y que su asimilación de la tauromaquia con los juegos del circo romano demuestran una ignorancia garrafal de la arqueología, de la historia y de la antropología de la tauromaquia. El Señor Singer no deja de ser un ideólogo que no está en capacidad de cubrir todos los campos científicos a los que se refiere para sostener su tesis, descartando por otra parte todas las aportaciones de la ciencia que la contradicen. Es de esperar que la línea editorial y generalista de El País no adopte sin discusión los planteamientos ideológicos del Señor Singer y de sus seguidores animalistas, y no asuma una actitud intolerante con respecto a los que proponen enfoques diferentes y consideran que los toros son cultura, como lo manifiesta el lugar que ocupan en las páginas de este diario del cual soy constante lector desde los años 80, años de la Transición y de una apertura intelectual - en cuanto a los toros en particular - que, me lo temo, se ha reducido de forma inquietante.
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