Sorprendido por la periodista de Toros Plaza en el callejón, cuando le pregunta a Curro Vázquez sobre la brillante reaparición de Pablo Aguado: -“es que la inactividad hace pensar, y él ha pensando”.
Inactividad causada por una delicada lesión que el año pasado le obligó internarse en sus cuarteles donde, después de tanto pensar, logró esta respuesta cartesiana convertida en respuesta y explicación del misterio del éxito, según el maestro de Linares, admirado Curro Vazquez.
Pablo Aguado superó con su actuación a los descastados juanpedros. También a Morante de la Puebla y a Emilio de Justo, entregados pero atascados en el mezclote en el que el agua y las arenas saharianas inconvenientemente arribadas al levante ibérico, convirtieron el resbaladizo ruedo castellonés.
El triunfo de Aguado, se suma a su pasado éxito en Valencia. Hoy su labor fue en dos muy completas faenas sobre un piso inapropiado, molestas brisas y toros sin transmisión.
Las dos orejas al primero que Aguado toreó con el capote, con suavidad exquisita; derechazos por bajo, adornándose con sus doblones, largos y mandones y que, al echarse la muleta en la izquierda, fue un pase de pecho lo mejor del conjunto. Un costadillo magnífico, tres derechazos, metido en terreno del toro que citó a mínima distancia de los pitones, aguantando la gazapeante embestida. Continuó adornándose con medios pases, con pases por la cara consiguiendo la igualada con un cambio de manos en los propios hocicos del burel. Se fue tras la espada con mayor rectitud que la acostumbrada y de una estocada caída tumbó al juanpedro. Las dos orejas de la res, e inacabable ovación.
Preocupa el apagón del encaste en la ganadería prócer de Domecq, el hierro de los juanpedros, veta ganadera del toro moderno que vemos venidos a menos en las primeras corridas de la temporada.
Hay alarma en más de 60% de la población ganadera, en el universo del toro bravo.
Lo digo con positivo asombro: solo unos cuantos muletazos bastaron a Morante de la Puebla para cuajar a pesar del viento, la lluvia y la capa de barro, lo esencialmente torero de la tarde. No lo más bonito, ni lo más pinturero, tampoco lo más dramático: lo más esencial, entiéndase bien. Solo unos pocos pases que fundieron la recia verdad del toreo y la íntima esencia alquitarada de sevillanía. Labrado de gracia impalpable sobre la cantera fundamental de los pases naturales. Inmenso valor, en el primero de la tarde, porque toreó al viento y al toro en una fantástica lucha de entrega. No al abrigo de las tablas sino en los medios donde el aire batía en rachas desordenadas, donde la muleta se enrosca como lengua de fuego; y no citando en corto, sino buscando la arrancada de largo sobre el trapo en desorden. Una oreja, exigida con razón.
Emilio de Justo, infatigable en el camino que le conduce a la cumbre, no tuvo suerte hoy con sus toros, astados de cargas trastornadas que ensombrecieron su voluntariosa actuación. Erráticos sus aceros, no empañan el brillo de su profesionalismo que desde sus triunfos en Madrid lo han colocado en la cima de la fiesta.
FICHA DE LA CORRIDA
Fuente: Transmisión de Toros Plaza.
Castellón, viernes 25 de marzo
5ª de Feria.
ENTRADA: Dos tercios de plaza.
TOROS: Juan Pedro Domecq, un buen tercero, pero en general de poco juego. Desrazado el noblote primero; con genio el segundo; sin clase alguna el cuarto; descastado y muy apagado el quinto, y el sosote sexto.
MORANTE DE LA PUEBLA, oreja y ovación.
EMILIO DE JUSTO, silencio tras aviso y silencio.
PABLO AGUADO, dos orejas y silencio.
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