España, íntegro su territorio, ha sido azotada con el látigo de los vientos huracanados, las brisas gélidas e inoportunas arenas saharianas que han convertido los espacios taurinos del levante en teatro imposible para el lucimiento de los espadas.
Así fue la primera corrida de Fallas en Valencia, ayer jueves, y el fracaso era el pronóstico para hoy en el cuarto festejo fallero.
Ambas tardes la asistencia de público demostró que hay ganas de ir a los toros, tantas ganas como las que el mundo tiene de salir de la pandemia.
Del primer día recordaremos el buen sexto toro de Juan Pedro y la muy compacta faena de Pablo Aguado. Sin bordes ni astillas con encajes perfectos en el mensaje.
Propina del desastre, a pesar de los buenos detalles, la faena de Juan Ortega, bondadoso y generoso nos regaló un par de lances exultantes antes de desaparecer al asomarse a la arena la imposición de la personalidad de Morante de la Puebla. El sevillano, sin que se comprometa con el triunfo, o con el éxito por derrochar torería en cada lección.
La corrida del viernes, cuarta de feria fue con cuatro toros de Victoriano del Río y dos de Cortés. Hierros de un mismo propietario, pero toros de distintos comportamientos, dos de ellos, el primero y el cuarto torturas para Diego Urdiales, que llegó a la calle Játiva con la intención, buena intención de un torero honesto, de demostrarle al público valenciano que ha sido una injusticia tenerlo por más de diez años fuera de los carteles de la Monumental del Levante. Sus enemigos tuvieron la complicidad de los elementos en el apoyo a lo irrealizable, y la buena intención cruzó la tarde entre sustos y chascos o negaciones ante los que estrelló su valiente y honrada justificación.
Manzanares, figura del toreo, artista consumado, maestro que ha logrado, con creces cumplido con un camino andado no pudo superar los mencionados inconvenientes señalados por los vientos y el descaste del Victoriano del Río. No así en el quinto, toro de Cortés, faena de Puerta Grande que no cuajó al escapársele el triunfo por los yerros con la espada.
Andrés Roca Rey es peruano, y el Perú es tierra de volcanes en sus cumbres andinas y de corrientes en sus mares del Pacífico. El torero Roca Rey es fusión de elementos, mezcla peruana de inesperados sabores es el torero en su expresión, un estado de confusiones y de encuentros. Todos que estallan en los tendidos, como emociones inesperadas.
La primera faena de Roca Rey ha sido la faena en lo que va de feria: estalló en el tendido y transformó la pasividad del público que se expresó con reverencia, aceptando al ídolo sin mayor análisis, aceptando la fusión que uniéndose construye el mensaje de la lidia.
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