Si el toro “ombú”, de Juan Pedro Domecq, lidiado en la feria de San Isidro de 2018 por
Luis David Adame, hubiera pertenecido a Victorino Martín o a Miura o a Cuadri o a
Escolar o a cualquiera otro hierro considerado “duro”, habría pasado a la historia de la
bravura. Pero era un maladado “juanpedro” y solo se le ovacionó en el arrastre y cayó
en el olvido.
La injusticia tiene su explicación y hasta su justificación. Son muchas las décadas en
que al toro bravo, pronto y fijo, le acompañó una debilidad supina que se tradujo en
docilidad y mereció de la afición el mote de “borrego”. Sin embargo, era bravo porque
embestía sin dudar al engaño que lo citaba. Y lo perseguía con empeño hasta el final de
la suerte. De lo cual, el aficionado no dispuesto a la sospecha por norma, hizo la
siguiente deducción: “toro bravo pero débil igual a toro de ganadería comercial”.
Esa misma reflexión se la hicieron algunos ganaderos “comerciales” cuando asumieron
que ese su toro condenaba la Fiesta al fracaso y a los matadores a la irrelevancia de sus
triunfos. Y tomaron una acertada decisión: dar más vigor (casta) y más fuerza
(preparación) al mismo toro bravo pero enquencle que estaban seleccionando y criando,
de manera que ya en los primeros años de este siglo salió a los ruedos en bastates
ocasiones el “toro bravo pero fuerte igual a toro de ganadería dura”.
El público todavía no se ha percatado, pero la agresividad, que es una condición
aparejada a la bravura –movilidad ofeniva dentro de la suerte- y a la mansedumbre
–movilidad defensiva fuera de la suerte-, se ha acoplado a la nueva agresividad brava de
las ganaderías comerciales, pues lo que ahora las diferencia son sus toros generalmente
bravos (ofensivos) y fijos (nobles), frente a los toros generalmente agresivos (a la
defensiva) y listos (avisados) de las ganaderías duras. Es revelador que cuando un
ganadero “duro” se felicita por el comportamiento de uno de sus toros, este sea muy
parecido al vituperado toro “comercial”.
En estos tiempos duros provocados por la pandemia, contradictorios gracias al notable
elenco de matadores y una meritoria evolución de la braura, pero atacado por un
antitaurinismo oficialista e invisibilizado por los grandes medios de comunicación, hay
que felicitarse por lo pasa –y no se dice- dentro de la Fiesta. Las ganaderías
“comerciales” y las ganaderías “duras” cada día se parecen más. Y es que a pesar de las
circunstancias adversas, toreros, ganaderos y aficionados vamos por buen camino.
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