Hace poco, cuando se conoció la noticia que Cristina Sánchez es la apoderada de Antonio Ferrera,
Manuel Torres, buen aficionado miembro de Vetaurino, me manifestaba su admiración por la madrileña.
Torera sí, aunque ella prefiera ser distinguida como “torero”...
Cristina Sánchez es una de las grandes profesionales de la tauromaquia, con presentaciones muy valiosas en la plaza de Las Ventas de Madrid. Mencionar a Cristina Sánchez y avivar a Conchita Cintrón, la gran torera peruana, nacida en Antofagasta, Chile, con brillantes actuaciones en España, México, Colombia, Venezuela y, por supuesto, en la Plaza de Acho en su adorada Lima. Pero al coloquio entre amigos le faltaba un nombre en el cartel. Nos referimos a Juanita Cruz, madrileña nacida en Jorge Juan y vecina en el 24 de Felipe II.
Tres grandes toreras, no cabe duda. Las tres históricas por su talento, valor y carrera brillante. Carreras diferentes, cada una vivió su momento, realizó su camino muy distinto a las otras.
Juanita Cruz, la Diosa del Toreo; – Juana Cruz de la Casa, 1917- fue alumna de Rafael García Antón, apoderado de Luis Díaz “Madrileñito” y empresario organizador de festejos en plazas de España y de Francia los años terribles de la Guerra Civil Española.
Conchita Cintrón, la Diosa Rubia del Toreo – Concepción Cintron Verrilli, 1922 -, chilena de cuna, hija de puertorriqueño y ciudadana peruana por adopción, se hizo torera en el Tentadero de La Legua, Lima, academia taurina de aficionados limeños, donde la influencia del rejoneador lusitano Rui da Cámara tuvo su espacio para desarrollar toda una figura del toreo: Conchita Cintrón. Admirada por grandes maestros como Juan Belmonte, el propio Manolete, los hermanos Solórzano, Chucho y Eduardo, y el maestro Fermín Espinosa “Armillita Chico”, entre muchos de los matadores con los que alternó, desmontada de su cabalgadura y en competencia con estos maestros en plazas mexicanas.
Antoñete la recordaba con admiración, porque Chenel estuvo presente el día que Conchita y Juan Belmonte torearon en Las Ventas, a puerta cerrada, candado impuesto por Belmonte y acción cumplida por Paco Parejo, el cuñado de Chenel, y evitar que las autoridades impidieran la actuación de Conchita. - “Estuvo enorme”, se expresaba en su relato laudatorio Chenel, agregando que “… aquel día también viví y bebí de la expresión de Juan Belmonte”.
No olvidemos que Antonio Chenel, entonces, era un niño que vivía en Las Ventas, en casa de su cuñado Paco Parejo admirado y considerado por “Antoñete” como el más entendido de los aficionados.
Juanita Cruz fue precoz como aficionada y adelantada como torera gracias. Tuvo la suerte de impresionar a Rafael García cuando de tarde iban de Alcalá a la Avenida para entrenar con “Madrileñito” y un puñado de novilleros que soñaba ser toreros. García Antón se fijó en la muchacha que entre todos destacaba por su criterio cuando hablaba de tema taurinos con sentido y conocimiento y cuando comentaba y analizaba el resultado de una corrida. Sus opiniones, puntos de vista del comportamiento del ganado, la disciplina y seriedad y su adelanto en el toreo de salón lo que apuró su debut como becerrista en la finca de Nemesio Villarroel, en Salamanca, un distinguido sportsman – hoy se llaman aficionados prácticos – que alquilaba ganado bravo para entrenar y disfrutar toreando junto a sus amigos.
Aquel día de la visita de Juanita a la finca de Villarroel las vacas tenían edad, peso y eran astifinas. Así le gustaba a Nemesio. Los invitados a la fiesta campera, al ver lo fuerte del ganado y la diminuta y sencilla apariencia de la torera se preocuparon al ver la niñita. Por unanimidad le recomendaron a García le impidiera salir al ruedo. - “Yo he toreado bastante, y estoy acostumbrada”.
Fue ella la que le respondió a los preocupados asistentes.
La primera vaca, la más fuerte de las cuatro, fue la primera para el aficionado Villarroel. La vaca había sido tentada y ahora él la toreaba hasta que interrumpido en su faena, dijo: - “Ahora que salga la señorita”.
Impresionó el debut de Juanita. Tanto que le permitieron torear las otras tres vacas. Aquello ocurrió en 1932. La actuación de la señorita torera entusiasmó a Rafael García, que dejaría a “Madrileñito” para colocarse al lado de la novillera Juanita Cruz.
Lo haría hasta su muerte.
Aquel inicio, 1932, se prolongaría por las temporadas de 1933,1934, 1935 y hasta seis días antes que estallara la Guerra Civil en 1936. Toreando en plazas de primera se abrió camino, porque fueron exitosas las actuaciones en Madrid, Barcelona, Sevilla y Bilbao llenando a reventar las plazas de Las Ventas, Monumental, Maestranza y Vista Alegre.
Todo ocurría en 1934, cuando se sucedieron los hechos que provocan el relato de esta reunión y asentar la evocación del paso de Juanita Cruz por Venezuela. Es decir, Historia del toreo escrita en las páginas de la prensa venezolana por nuestros cronistas taurinos como: Armando Clarín, de Palmas y Pitos de Valencia, que relató los triunfos en Arenas de Valencia de Juanita Cruz en Maracay, Turmero, La Victoria y por supuesto Valencia; Curro Puya, en La Esfera de Caracas; Carmelo de Ronda, en el diario Ahora de Guillermo Austria “Chavalo”; Caracas; Eliseo Delgado “ Conde Federico”, de Crítica con su columna Cuernos y Alamares; Enrique Chaumer, “El Marqués de los Morrillos”; Raúl Carrasquel y Valverde; Ramón David León; Francisco Betancout Navarrete, Pepe Hule; Carlos Salas; Oscar Villalba; Alonso Manchego … y tantos otros, buenos y entendidos aficionados, escritores calificados y venezolanos probos. La mayoría orgullo del periodismo nacional, muchos de fundadores en escribieron crónicas sin darle importancia al Manzanares ni al Guadalquivir, y dice en su libro Rafael García: “Estoy seguro de que ese día , se empezó a fraguar la prohibición a Juanita Cruz de volver a torear en su patria, España”. Lo dijo porque al finalizar 1940, ya terminada la guerra civil, Juanita iba a regresar a España y fue entonces cuando el presidente y la Junta Directiva del Nuevo Sindicato Vertical Nacional del Espectáculo acordó prohibir en España el toreo femenino a pie.
En la temporada de 1938, consta en el libro La Fiesta Brava en Venezuela de don Carlos Salas, aporte fundamental a la historiografía taurina nacional, se transcriben literalmente las crónicas publicadas en la prensa de Caracas sobre la actuación de Juanita Cruz en el Nuevo Circo y en el Circo Metropolitano de la ciudad capital de Venezuela. Reseña además, la corta temporada de presentación de Domingo Ortega en Caracas, que llegó acompañado de su apoderado y exclusivista Eduardo Pagés, famoso empresario taurino sevillano. Le acompañaba a Ortega y a Pagés Alfredo David, célebre banderillero sevillano.
La temporada de Ortega fue un gran fracaso en cinco actuaciones: cuatro tardes en el Nuevo Circo y una en el Metropolitano.
Con toros peruanos de La Viña las del Nuevo Circo, españoles de Pallarés y venezolanos de Guayabita en el Metropolitano y el Nuevo Circo.
Terminada la temporada de Domingo Ortega en Caracas, calificada de un penoso fracaso, y resonando los triunfos de Juanita Cruz en Maracay, Valencia, La Victoria y Turmero, la prensa se hizo eco de la afición y pedía contratar a la madrileña para el Nuevo Circo. Surgió entonces, animoso como empresario, el doctor Juan Penzini Hernández con la oferta de organizar un mano a mano con Domingo Ortega y Juanita Cruz en el cartel con toros de Guayabita para el domingo 13 de marzo.
Ortega, figura grande del toreo, personaje ligado a la intelectualidad madrileña, cercano al filósofo Ortega y Gasset, fue Domingo Ortega líder taurino en España. Sabía de la existencia de Juanita Cruz, desde que 1933 Rafael García recogía firmas entre los toreros españoles para que el Ministerio de la Gobernación expidiera un permiso a las mujeres para torear en las plazas españolas.
Hasta Marcial Lalanda firmó la solicitud; pero Domingo Ortega se negó firmar.
Juan Penzini el empresario del proyecto del mano a mano se reunió con Pagés en la terraza del hotel donde se hospedaba Domingo Ortega. El maestro de Borox estaba sentado en el lobby del hotel junto a Alfredo David Puchades, todo un personaje. Alfredo David ha sido un torero de historia. Comenzó en la cuadrilla del novillero Juan Belmonte, junto al pasmo de Triana actuó en dos novilladas, sin picadores. Más tarde en las cuadrillas de Luis Guzmán Zapaterito, Pacomio Peribáñez, y Manuel Varé Varelito. También actuó con Manuel Granero, Diego Mazquiarán Fortuna, José García El Algabeño, Marcial Lalanda, Vicente Barrera, Domingo Ortega, Manuel Rodríguez Manolete, Luis Miguel Dominguín, Manuel Calero Calerito, Manuel Jiménez Díaz Chicuelo II, Luis Segura, y Diego Puerta y se retiró en 1965 a los 72 años de edad.
El doctor Penzini, luego de saludarles al maestro y a su banderillero, y de explicarle sus deseos de contratar a Domingo Ortega para un mano a mano con Juanita Cruz, en el Nuevo Circo, se levantó de su silla y dijo: - Pero es que esa señorita ha tomado el toreo en serio… y abandonó la reunión entrando al hotel.
El desaire de Domingo Ortega no amilanó a Juan Penzini, que no se rajó y optó por dar la corrida con toros de Guayabita. Solo quedaban en Turmero seis toros de la ganadería. Mra el momento se encontraban en Caracas los matadores Bernardo Muñoz, Carnicerito de Málaga que más adelante sería suegro de Rafael de Paula, y Juan Martín de Caro, Chiquito de la Audiencia, hermano de Curro Caro. Juntos con Juanita Cruz integraron el cartel para la corrida del Nuevo Circo el 13 de marzo de 1938. Pagés, David y Domingo Ortega se quedaron en Caracas, cuando se celebró la corrida. Lo que aconteció aquel día lo resume la crónica de el Heraldo, por Don Sincero:
- -Un toro extraordinario de Guayabita y una faena de gran torero de Juanita Cruz,
- -Nos lo hubieran contado y no lo hubiéramos creído de no haberlo visto. Juanita Cruz, la señorita torera, toda ella delicada femenidad, se enfrentó ayer con dos toros hechos, con arrobas y con pitones, como los que lidian todos los días los tofreros y se arrimó tanto como no se arriman muchos y realizó una faena cumbre haciendoel toreo con un arte, una majestad, un ritmo y una gracia torera como no está al alcance realizarla más que a las grandes figuras del toreo.
- -Ya había triunfado Juanita plenamente en su primero. Cuando salió del toril el pupilo de Guayabita, de un buen tamaño., gordo, con poder y desarrollados pitones, se hizo en todos los escaños de la Mezquita de San Martín un silencio que era muda expresión de la duda, que Juanita no pudiera con toro de tanto respeto. Bien pronto, apenas fijado el toro por los peones, la duda se disolvió en una ruidosa ovación unánime que arrancaron unos lances de la matadora, quietos, ceñidos, mandando, con temple y moviendo el percal con finura. Al rematar con media verónica apretada se repitió la ovación y de boca a boca dando la vuelta a la plaza corrían las frases de admiración para la bizarría de la señorita torera, hay que llamarla así porque lo es, pero no por sus hazañas en la plaza que son de “todo un hombre”.
FUENTES
- Carlos Salas, Los toros en Venezuela. Ediciones Edime 1958.
- Muriel Feiner, La mujer en el mundo del toro. Alianza Editorial 1995
- Rafael García Antón, Juanita Cruz, su odisea. Imprime Artes Graficas 1982, Madrid
- Raúl Aramburú Raygada, Terntadero de La Legua. Edítalo SAC, septiembre 2018. Lima, Perú
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