Manuel Escribano cuaja por la mano derecha y desoreja al mejor toro de una corrida de famélico trapío y triste poder; el torero de La Puebla da una tarde artísticamente irreprochable
Apareció Morante de la Puebla en su cita con Miura vestido de otro tiempo, bajo un expectación deslumbrante. De tabaco e hilo blanco el terno, el chaleco en oro, las medias blancas. Un runrún de voces y palmas se mezclaba en la Maestranza. La ovación, compartida con Manuel Escribano y Pepe Moral, reconocía el último y supuesto gran gesto de su año. El adjetivo «supuesto» se coló en la fecha, que se pretendía histórica, porque la miurada -enteramente cuatreña- también venía de otro tiempo. De los años de la postguerra: un desfile de miuras flacones, estrechos como sables, de famélico trapío y triste poder. Como cenit de la paupérrima apuesta, saltó al ruedo un cuarto abecerrado que no se sostenía en pie. Sólo su eximia presencia prendió un cabreo incendiario que recorrió los tendidos. La enésima claudicación del toro obligó al presidente a asomar el pañuelo verde. Que quizá debió haber sacado por la mañana...
Un sobrero de Virgen María, -sí, de Virgen María, no es error de transcripción- estrecho de sienes y hecho cuesta arriba, con un pitón derecho destrozado en un remate contra un burladero, no cambió las hostiles tornas de salida. Ni se presentía que fueran a variar con su nervio y sus marcadas querencias en una lidia infame. Hubo de ser Morante quien recompusiese su propio desaguisado -así Gallito no hubiera venido a Sevilla- con su don innato: el arte volteó la situación. Y la plaza respondió con una bipolaridad asombrosa: los oles caían como una catarata sobre la hermosísima obertura de faena, rodilla en tierra. Descendió como con un planeo ensayado un sombrero de ala ancha que luego el torero de La Puebla recogería, componiendo una estampa antigua. Y siguió toreando con enfibrado empaque sobre la derecha, que era la mano del temperamental toro. Una locura, la gente en pie. Como cuando enterró la espada en la suerte de recibir. La pañolada se desató a la vez que MdlP decía con el dedo que no, que no le pidieran la oreja. Que no la merecía o no la quería, vaya usted a saber, si no era de un miura. Pero para eso, claro, hay que traer miuras enteros y verdaderos.
Finalmente saludó una estruendosa ovación que dejaba muda la de los albores, cuando un salinero alto, largo y huesudo, acaballado y playerón salió apuntando la fuerza contada y lo que habría de venir. Morante le dibujó verónicas fastuosas, especialmente en el quite sacándolo directamente del caballo. Donde el miura, que no humillaba ni por asomo, hacía sentadillas. Lo trajinó con torería a su altura desde un maravilloso inicio de ayudados, y trincheras, y trincherillas.
El mejor toro de la corrida, fino, degolladito, zancudo, que tampoco decía nada, fue el segundo. De muy notable pitón derecho. Manuel Escribano lo cuajó por esa mano extraordinariamente bien después de recibirlo a porta gayola, banderillearlo con poder y abrir la faena por péndulos. Por el izquierdo el toro parecía otro, con un peligro cierto, gazapón y por dentro. Escribano cometió el error de querer cerrar la obra por ese lado, a pies juntos y dejándose mucho ver. El miura no perdonó y la voltereta surgió tremenda. M.E. golpeó con el rostro en el ensangrentado morillo, adquiriendo la imagen un halo dramático. No hubo por fortuna más sangre que la contagiada. La plaza vibró también con la soberbia estocada. Y así, sumado todo, la inercia dramática también, cayeron las dos orejas. La Puerta del Príncipe entreabierta la cerró de golpe el morucho quinto, que desarrolló sentido y se puso muy complicado.
Pepe Moral no tuvo lote. Ni está ni se le espera.
Y de tal modo acabó la vaina. Manda bemoles que en una feria de zamacucos y toros desproporcionadamente grandes para Sevilla la corrida de presencia más indecorosa fuera la de Miura. No creo que nadie pretendiese la de Pamplona o la barbaridad reciente de Sanlúcar. Pero sí una cosa seria, no esta broma impresentable.
Ficha
Plaza de la Maestranza. Domingo, 3 de octubre de 2021. Última de feria. Lleno de no hay billetes sobre el 60%. Toros de Miura, todos cuatreños, flacos, sin remate, pobre trapío y triste poder; moruchones; el 2º fue el mejor con un gran pitón derecho; un sobrero de Virgen María (4º bis); temperamental y complicado a izquierdas.
Morante de la Puebla, de tabaco e hilo blanco. Pinchazo hondo atravesado que acaban siendo estocada entera y tres descabellos (saludos). En el cuarto, estocada caída en la suerte de recibir (petición y saludos).
Manuel Escribano, de grana y oro. Gran estocada (dos orejas). En el quinto, pinchazo, estocada delantera y varios descabellos. Aviso (saludos).
Pepe Moral, de negro y plata. Pinchazo y estocada atravesada (saludos). En el sexto, tres pinchazos y media estocada muy tendida y varios descabellos. Aviso (silencio).
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