miércoles, 22 de septiembre de 2021

UN GRAN LIBRO TAURINO: PIEDRAS NEGRAS… SITIO, VIDA Y MEMORIA por Carlos Castaleda Gómez del Campo

 


LA SENCILLEZ HUMANA 

SE VISTE DE 

TABACO Y AMARILLO CANARIO


Carlos Castañeda Gómez del Campo y el ganadero Raúl González

QUIERO -Y lo debo de hacer- agradecer al señor Carlos Castañeda Gómez del Campo, ganadero de las reses bravas que se lidian a su nombre con la divisa tabaco y amarillo canario, su caballerosa atención para permitirnos transcribir la totalidad de su libro sobre la ganadería de Piedras Negras. Una “biografía autorizada” 

“PIEDRAS NEGRAS… SITIO, VIDA Y MEMORIA”

sobre la centenaria dehesa afincada en los campos bravos de Tlaxcala. Documento interesante e infaltable para todo aquel aficionado que le guste conocer, y/o rescatar, los cimientos de la verdadera encastada campiña mexicana. Fin que perseguimos y nos lo concede Carlos Castañeda Gómez del Campo. Larga es la obra, por eso mismo iremos presentándola en secciones, agregaremos un espacio amplio cada tres días, así los leyentes verán formar dicho libro conforme vayan pasando las semanas.

 “PIEDRAS NEGRAS… SITIO, VIDA Y MEMORIA”,

 ya fue presentado en Sevilla cuando esa dehesa se hermanó con Miura, y tuvo una excelente aceptación. La edición primera “voló” literalmente, por lo mismo es un honor reproducir los escritos de este sano taurino.


Creo que Carlos entenderá mis pocas, pero sinceras palabras…
¡Gracias Carlos!... ¡Gracias ganadero!


Pedro Julio Jiménez Villaseñor.

    
PIEDRAS NEGRAS SITIO, VIDA Y MEMORIA


Carlos Castañeda Gómez del Campo
A mis tres «requetrespiedras»:
Cuca: sin ti, ni esta ilusión ni mi vida estarían completas. Gracias por la paciencia y el cariño de estos años y los que nos faltan por vivir.
María e Isabel: gracias por acompañarme siempre en esta pasión que México y la ganadería representan para mí.

PRÓLOGO
Sí, Carlos, esto es un viaje.
Dicen que viajar es vivir más vidas. Otras vidas.
Vidas de arrieros, de tlachiqueros, de vaqueros, de toreros, de curas, de ganaderos...
Aunque la ganadería es tu pasión; la historia tu afición; y Piedras Negras, tu ilusión, las vidas que aquí viviste y que nos haces vivir párrafo a párrafo son, en resumen, el viaje hacia nosotros mismos.
Raíces, polvo, recuerdos, sueños que nos transportan a siglos de vida y memoria.
El Sitio es Piedras Negras.
El protagonista es uno mismo.
La Vida es el intenso transitar por los años que fueron de otros, pero que nos hace ser y sentirla como propia. Es parte de lo que nos lleva a vivir el hoy con admiración y respeto hacia quienes forjaron un rumbo bien definido, digno de ser vivido con todo el orgullo González de hoy y de siempre.
Para eso es y trabaja la Memoria.
Para conocernos y comprometernos a honrar el pasado, disfrutar el presente y soñar el futuro.
Sitio, Vida y Memoria.
Gracias por el viaje


Antonio de Haro González


INTRODUCCIÓN
Desde hace tiempo tuve la inquietud de escribir un libro sobre Piedras Negras. El lance ha sido para mí un largo y complicado viaje a lo desconocido, pero también muy enriquecedor. El reto ha sido encontrar en el entorno histórico y taurino de México, así como en la intimidad de la familia González, la historia del sitio, su vida y su memoria. Creo que si algo tiene de innovador el presente texto es tratar de insertar el tema de la crianza del toro bravo en la vida de México.
La historia de México es una gran aventura; sobre el tema existe una cantidad increíble de libros, estudios, monografías, ensayos y análisis, muchos accesibles en la actualidad, gracias a la tecnología. Gran parte de la información general aquí contenida proviene de este tipo de fuentes.
Si bien es cierto que lo que van a leer no tiene un interés ni un método de investigación científica, busqué acercarme a la mayor cantidad de fuentes históricas disponibles que me permitieran, después de analizarlas, obtener mis propias conclusiones, y con el encuadre de algunas fechas y datos, poder expresar mis ideas de la mejor manera posible en un contexto adecuado.
Mientras me fue posible, acudí a fuentes originales. Busqué información en los siguientes archivos: el General de la Nación, el General Agrario, y el propio archivo documental y fotográfico de Piedras Negras, este último conservado en esta hacienda en propiedad de su actual dueño, mi fraternal amigo, Marco Antonio González. También acudí a la Hemeroteca Nacional y extraje información de diversas colecciones privadas con publicaciones de cada época.
Conservo –y son parte fundamental de este trabajo– las copias de los libros de la ganadería, libretas y hojas de trabajo, que hace más de veinticinco años me compartieron don Raúl González, Jorge de Haro y Gonzalo Iturbe, todos ellos ganaderos de toros bravos y descendientes de sangre y espíritu de quienes iniciaron la crianza profesional del ganado bravo en nuestro país. La lectura y comprensión de lo anterior fue la semilla que hizo que creciera en mí el aprecio y la admiración por la sangre de esta ganadería, y por su gente. Mucho tiempo dedicó don Manuel de Haro, otro gran ganadero, a explicarme, en sabrosas pláticas, lo que en muchos casos no puede escribirse o no está escrito. De estas charlas guardo un gratísimo recuerdo y son también origen de mi interés por esta tierra, su gente y sus toros.
Cada visita al campo tlaxcalteca, donde me ha abierto su casa Antonio de Haro –guardián de lo mejor de su tierra–, me ha dado la oportunidad de buscar, aunque sea en el imaginario del paisaje, lo que fueron las tierras de la hacienda. El frío matinal, a veces persistente, el sol que quema fuerte y la gente del campo, también han sido fuente del presente trabajo.
Ricas y muy agradables horas han sido las que he pasado conversando con todos los González. Los de Piedras Negras, La Laguna, Zotoluca, Zacatepec, Coaxamalucan y Rancho Seco, me han regalado un tesoro invaluable al abrirme las puertas de sus ganaderías, pero, sobre todo, de sus recuerdos.
La historia de la finca y de sus distintos propietarios, su devenir, su transitar en manos de los González, la ganadería vista por dentro, en el campo, y por fuera en la plaza, donde la Bravura, eje y propósito de la casa de la familia González, tiene forzosamente que rematar, es lo que espero, querido lector, que en las páginas de este libro puedas encontrar. Letras que representan para mí: una ilusión cumplida.


Carlos Castañeda Gómez del Campo

I. SAN MATEO HUISCOLOTEPEC
Escribir sobre Piedras Negras es hacer un viaje fantástico por las venas de la historia de México. En cada época de esta propiedad se reflejan los momentos de la vida política, económica y social de nuestro país. Los Señoríos Tlaxcaltecas, la llegada de los españoles, el virreinato, la Independencia, el periodo de Benito Juárez y del general Díaz, la Revolución y el México moderno se pueden ver en las paredes y son parte del devenir económico de San Mateo Huiscolotepec.
Piedras Negras está ubicada en Tlaxcala, «cuna de nuestra nación», sobrado calificativo, si tomamos en cuenta que el poblamiento del norte del país nació aquí junto con la catequización de los indios y el mestizaje.
Ahí, en lo que después serían tierras de los González, se dieron los primeros encuentros bélicos entre indios y españoles; ahí se formaron las primeras haciendas del estado; después, el clero, siempre poderoso, sería su propietario; los arrieros primero y el ferrocarril después le dieron forma y destino, para finalmente ser también cuna, pero ahora del Toro Bravo, hasta llegar a los años del desarrollo industrial. Si creáramos una línea de tiempo con los hitos trascendentales de la historia y tauromaquia nuestras, de seguro coincidirían con los principales momentos de Piedras Negras.
Cada vez que llego a Mena, al girar a la derecha para cruzar lo que en sus tiempos fue el potrero el Pescadero, me surge la misma pregunta: ¿Cómo habrá sido esto? En lo que era un camino de terracería ahora hay una moderna carretera de cuatro carriles. Del lado izquierdo sale el camino que lleva a la actual plaza de tientas de Piedras Negras, otrora de Zotoluca. Un poco más adelante se ve lo poco que queda del embarcadero original de la ganadería. Al llegar a la vía del tren, dando la vuelta conforme al camino de hierro, del lado izquierdo busco las ruinas del lienzo y la plaza donde tantos González dejaron pasión y vida, donde se probó la bravura de las vacas y se le dio forma y sustancia a una ganadería. Me imagino a aquellos hombres vestidos de charro, perfectamente montados, arreando sus vacas acompañadas de la parada de bueyes para la tienta del día. Polvo, silbidos y gritos a la sombra de los canosos sabinos –ya muy pocos hoy–, mudos testigos de ese hacer cotidiano. Después, ahí de frente, las ruinas de «La Venta», tristes y silenciosas, para finalmente admirar al fondo, bajo el cielo azul tlaxcalteca, el casco de Piedras Negras. Casa, trojes, panteón e iglesia, llenos de vida y memoria.
Después de atravesar la modernidad que ahora rodea a la hacienda, dejamos atrás El Derribadero, donde los machos mostraron su bravura. Más allá está Coaxamalucan, y pasando por lo que fueron los potreros de los toros, hoy ya casi sin árboles, al cruzar el río, continúo haciéndome la misma pregunta: ¿Cómo habrá sido esto? Amos, vaqueros, toros, magueyes, vida...
Antes de llegar al casco de La Laguna, un camino que sube a la derecha lleva a los vestigios de un poblado indígena. Juego de pelota, mercado, casas y enterramientos de siglos atrás descansan bajo los actuales potreros de la ganadería De Haro, hija por sangre, tierra y tradición de Piedras Negras.
Ahí comienza esta historia, en la búsqueda de la respuesta a mi pregunta, o al menos por el gusto de viajar en el tiempo.

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