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Tomás Rufo:
Hacía años que un novillero no llegaba a la alternativa con tanta fuerza.
Hacía muchos años que un novillero no llegaba a la alternativa con tanta fuerza, y tanto ambiente, como lo hizo Tomás Rufo en Valladolid. El cartel es excepcional -El Juli como padrino y Manzanares por testigo- como excepcional es su trayectoria. Fue, y es, el último novillero que descerrajó la Puerta Grande de Madrid (2019). Si el parón de la pandemia pudo causar olvido, Rufo se encargó de borrarlo en tan sólo dos tardes con sus privilegiadas condiciones para el toreo. Sueña con que el 11-S «todo fluya». Sabe que 2021 ya lleva su nombre. Ahora su objetivo es entrar en las primeras ferias de 2022.
- ¿Eres consciente de las expectativas que hay puestas en ti?
- Sí.
- ¿Te pesan?.
- No mucho aunque siempre están presentes.
- ¿Tienes la conciencia de ser el novillero que en los últimos años ha llegado con más fuerza a tomar la alternativa?
- Es bonito llegar así, pero también implica una carga de responsabilidad
- ¿Cuáles son los espejos en los que se mira e inspira?
- En los dos toreros en los que más me he fijado, aunque sean totalmente distintos, son el maestro Joselito y el maestro Juli. En esas fuentes he bebido. Cuando sale el toro para torearlo despacio, me acuerdo de Joselito. Y, cuando sale otro que exige apretarse más, me voy al Juli.
- ¿Qué es el temple?
- Conducir al toro a la velocidad que tú impones.
- El aficionado subraya su mano izquierda.
- Me siento muy cómodo, mi cuerpo gira más a compás y también manejo mejor y más suelto los vuelos.
- En sólo dos tardes en 2021, la de Vistalegre del 17 de mayo y la del 5 de agosto en El Puerto de Santa María, recobró el impulso olvidado de 2019 y se puso en lo más alto con la presencia de Canal Toros multiplicando el eco.
- Lo importante fue no aburrirse, seguir entrenando con ilusión cuando todo se paró. Era consciente de que las oportunidades iban a aparecer. Lo de Vistalegre fue importantísimo, y por la presencia de la tele tuvo una mayor repercusión. Fue el trampolín que necesitaba después del parón de la pandemia. Y, a pesar de que el mundo del toro tiene memoria, la Puerta Grande de Madrid en 2019 había quedado algo olvidada.
- Lo de El Puerto con el capote fue un suceso.
- Tuve la sensación de parar el tiempo, como si torease de salón. Fueron 12 o 14 lances que pusieron la plaza del revés.
- Le impone más el salto del toro o torear con las figuras como en el caso de su alternativa.
- Para el toro me he preparado a conciencia. Compartir cartel con las figuras no me provoca una sensación de miedo, pero sí de responsabilidad. Ellos ocupan el lugar que ocupan porque jamás se han dejado ganar la pelea. Soy consciente de que me soy el nuevo y que habré de apretarme los machos.
- ¿Prima en sus objetivos ser figura del toreo o las aspiraciones artísticas?
- Quiero ser figura, cómo no. Pero no tengo prisa por lograrlo ya.
- Te apoderó la empresa de Madrid y ahora lo hace la Casa Lozano.
- A José Luis Lozano le escucho durante horas y horas. Tiene una enciclopedia en la cabeza. Aprendo constantemente de todo lo que cuenta y dice. Es la historia viva del toreo.
- ¿Cómo ha vivido la polémica con la alcaldesa de Gijón?
- Sus argumentos son vergonzosos. Es un error mezclar política y toros.
- ¿Sientes que existe un acoso contra el mundo del toro?
- Están cerrando el círculo, pero siempre hemos tirado hacia delante por nosotros mismos.
- De dónde le viene a un chaval de un pueblo de Talavera como Pepino la vocación de ser torero
- Carezco de antecedentes taurinos en la familia. Mi padre es carnicero, recoge la carne de los festejos de los pueblos. Por ahí me entró el gusanillo, al acompañarle a los toros. Yo jugaba al fútbol, pero empecé a hacer amistades más taurinas y ya la cosa se fue poniendo seria. Así que me matriculé en la Escuela de Tauromaquia.
- ¿Cómo es la vida en Pepino?
- Muy tranquila. Hay mucha afición. Siempre me arropan. El 11 de septiembre ya han organizado el viaje en autobús para verme en Valladolid.
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