Un lote diferente en una corrida indiferente
Crónica de C.R.V. de la tercera de la Feria de Otoño
Se trajo Victorino una corrida amplia por delante, con edad, un toro mas lavado de cara y fino en estrecho cuerpo, que cayó en terreno de la indiferencia. De ella salieron dos toros, ambos en el lote de Alberto Lamelas, cuyo ardor guerrero fue inmenso al viajar dos veces a la puerta de chiqueros. Toros con esas claves de toques suaves, traer, tirar. Toros distintos para un toreo sobre brazos y cuerpo asentado y el resto para lidiar sobre las piernas. Se dejó el sexto. Dejarse no es lo mismo que embestir, sin que el trato de la grada favoreciera a Colombo, un torero de todos los tercios muy rescatable. El lote de López Chaves fue insumiso, reponedor sin tirar para adelante en cara alta el primero, muy agarrado al piso el cuarto al que le dieron lo suyo en el caballo. La tarde fue rescatada por dos tercios de varas, muy bueno el de Israel de Pedro, alguna lidia cabal como la de Marco Galán, las ansias de Lamelas y tres o cuatro pares de banderillas del venezolano.
La corrida, pregonada por sus amplias caras, de muy amplia cuna, algunos como el quinto de mazorca gruesa, dijo poco. Un toro, tercero, lavado de cara y degollado, fue protestado por su trapío discrepante. El lote más cargado en conjunto por delante fue el de cuerpo mejor hecho, el de Lamelas, que se fue dos veces a porta gayola. El primero se la vino abriendo por hacia los tendidos de sol y no le apretó luego. Pero el quinto le pasó lamiendo el cuerpo y se le vino o encima tantas veces que las mismas veces pudo ser herido en un intenso y emocionante cuerpo a cuerpo del que salió bien librado. Esos dos instantes marcan lo que desea un torero.
Tuvo mas cosas Lamelas: que le dio al respetable lo que quiere ver: los lució en varas sin esconderlos. No hicieron pelea para titulares, pero el quinto, que fue para irse en el primer encuentro, luego recibió lo suyo con el caballo por fuera tras llagar al peto. Fue toro noble, de buen y pacífico embroque. Y, yendo a menos, fue el más definido pues admitió los vuelos de la muleta por debajo. Le sacó Lamelas dos tandas con la mano derecha, esperando con la muleta atrás, vaciando desde ahí los muletazos en una faena que no tuvo el eco de los primeros tercios. Tuvo el segundo brío y carbón de salida, y quizá mayor duración que el quinto, un toro al que Lamelas tocó fuerte, se colocó a su forma, en un toma y daca que restó ritmo y pausa a su toreo. Las dos veces se fue tras la espada, aunque cayeran pelín defectuosas. Ningún reproche a quien no se deja nada y sus faenas se apoyaron respetuosamente en la grada en los ecos de su gallardía frente a chiqueros.
El resto tiene escasa historia dentro de ansiedades distintas. Lo llevará mejor Domingo López Chaves por veterano. Le protestaron con razón la endeblez de cuartos traseros del primero, que reponía sobre las manos y con la cara a su altura. Además, era toro que se venía caminando hasta marcar la distancia de los cites y no el torero. Mala suma la de tratar de cuidarlo y tirar de él, en una faena que fue un me pongo para pegarle uno, me vuelvo a poner para darle el siguiente. Muy serio el cuarto, que salió con carbón, le dieron lo suyo en el caballo. No quiere decir que por eso se agarrase al piso, pero pudo influir. Sea como fuere, tratar de prolongarle el viaje cortísimo desde la distancia corta, era imposible.
Colombo es mejor torero de lo que se vio. Nadie puede remontar la contra de protestas ante el cariavacado tercero, muy distinto al resto, al que lidio bien sobre las piernas, le puso dos pares de lujo y facultades y estuvo digno y dispuesto con un toro de cara alta, escaso embroque y que se movió poco, mal y sobre las manos. Otras hechuras con una cara muy amplia tuvieron el sexto, al que De Pedro le colocó superior la puya arriba. Pero sin darle cera. El tercio de banderillas, del que destaca el tercero por ajuste, fue protestado por parte del público, el mismo que jaleaba pares a estos toros hace años que eran de traca. Memoria. Se dejó mucho el toro, pero posiblemente era más para tratar de tirar en la línea que traérselo atrás, porque, sin mal embroque, le costaba seguir los vuelos y la recta se le ayudaba más. Una faena de querer, de atacar, bien rematada con la espada
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