Cayetano Ordóñez "Niño de la Palma", Ernesto Hemingeay y Antonio Ordóñez Araujo en la Maestranza de Ronda, Corrida Goyesca.
En 1960 cuando los editores de la revista Life supieron que Ernst Hemingway y su esposa Mary viajarían a España solicitaron del Premio Nobel escribiera un reportaje de 10 mil palabras que se ocupara de la rivalidad de Luis Miguel Dominguín y de Antonio Ordóñez.
Le ofrecieron la suma de 90 mil dólares, más 10 mil por la traducción al castellano.
Hemingway regresaba a España luego de treinta años, había estado como corresponsal en 1932, cuando escribió el libro Muerte en la tarde, el que entre sus protagonistas tiene a Cayetano Ordóñez Niño de la Palma, padre de Antonio Ordóñez.
Los editores de Hemingway, Scribner´s era que lo que el Nobel escribiera se anexaría a una reedición de Muerte en la tarde. Lo que le interesaba a los editores norteamericanos era los sketches parisienses que fueron más tarde publicados aparte con el nombre de A Moveable Feast (París era una fiesta, 1964)
Hemingway no quería revisar el ayer, quería demostrar que seguía siendo el gran escritor que fue y no que vivía la decadencia en la que se había sumido su gran amigo Francis Scotts Fitzgerald.
Así nació lo que más tarde sería El verano sangriento que publicaría por entregas Life en Español.
Este pedazo de un capítulo, el Capítulo Seis, relata la primera vez que vio a Luis Miguel. En sus líneas se nota su parcialidad por Antonio Ordóñez y el pecado del primo comulgante que descubre el fraude por doquier cuando muchas veces ni existe.
Estas lineas qye se refieren a muy importantes personajes, deseo brindárselas a un amigo, un testigo de estos acontecimientos desde que muy joven estuvomuy cerca de Hemingway, de Luis Miguel y por razones profesionales y de familia de su hermano Antonio. Un brindis a mi amigo Alfonso Ordóñez Araujo, torero por la Gracia de Dios.
Disfrútenlo ustedes. VJL
ooo000ooo
Luis Miguel había toreado cuatro veces desde que a Antonio lo habían herido en Aranjuez y según todos los informes había estado magnífico. Hablé con Dominguín cuando, después de su gran éxito en Granada, visitó a Antonio en una clínica. Yo tenía grandes deseos de verlo actuar y le prometí que iríamos a Algeciras, donde torearía por dos veces.
Fue muy bonito el viaje a esa ciudad por la carretera de la costa en un día de sol con mucho viento. Me preocupaba el efecto que este podía tener en la plaza, pero la de Algeciras se construyó de manera que quedase protegida del fuerte Levante. Este viento constituye la maldición de la Andalucía costeña lo mismo que el Mistral lo es de la Provenza, pero no molestó en absoluto a los toreros aunque la bandera en el asta de agitaba de continuo.
Luis Miguel estuvo a la altura de todos los informes que me habían dado. Se mostró orgulloso sin ser arrogante, tranquilo, a sus anchas en el ruedo y con pleno dominio de todas las faenas. Era un placer verlo dirigir la lidia y comprobar con cuánta inteligencia lo estaba haciendo. Poseían la absoluta y respetuosa concentración en su trabajo que señala un gran artista. Con la capa estuvo mejor de lo que yo recordaba, pero sus verónicas no me impresionaron. Sin embargo, el variado repertorio de sus pases resultaba sorprendente. Demostró ser un excelente banderillero y clavó tres pares dignos de los mejores que he visto. No eran espectáculos de circo ni hizo posturas. No corrió ante el toro sino que llamó su atención y lo atrajo hacia sí en lo que parecía un ejercicio geométrico, hasta que el cuerno estuvo a punto de alcanzarlo, instante en que alzó los brazos y clavó las banderillas en el lugar exacto en que debían clavarse.
Su trabajo con la muleta fue eficaz e interesante. Sabía realizar bien los pases clásicos, tenía gran repertorio y los usaba en abundancia. Mató con habilidad pero sin exponerse demasiado. Comprendí que lo podía hacer de manera extraordinaria en caso de proponérselo. También me di cuenta de por qué durante tantos años había sido el número uno de los toreros de España y del mundo, que es como los españoles califican sus puestos. Así mismo preví lo peligroso que como rival iba a ser para Antonio y, después de ver a Luis Miguel en sus dos reses –estuvo aún mejor en la segunda., no me quedó a menor duda acerca de cómo iba a quedar la competición entre ambos. Me convencí al ver a Dominguín realizar un truco con el toro cuando, tras prepararlo con la muleta, arrojó el trapo y el estoque para arrodillarse con cuidado dentro del ángulo de visión del animal, inerme ante sus cuernos.
Al público lo entusiasmó pero, al haberlo visto un par de veces, yo sabía como lo llevaban a cabo. También descubrí otra cosa. A los toros de Luis Miguel les habían recortado las puntas de los cuernos y luego lo habían afeitado para que recobrasen su forma primitiva; alcancé a ver el brillo del aceite de cigüeñal que habían usado para ocultar la manipulación y que pareciesen normales. De no saber cómo observarlos, semejaban enteros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario