Eloy Cavazos solo quería comer bien y comprar casa

Amigos aficionados…

Leía ayer varias frases que salieron de la boca del maestro Eloy Cavazos al llegar un cumpleaños más del pequeño gigante de Guadalupe, Nuevo León. Una que me dejó más gratos sabores de boca, por lo que fue para la vida, decía: “Dios me permitió la dicha de llegar a ser figura. Yo quise ser torero para comprarle una casa a mi mamá, para dejar de pagar renta, para comer tres veces al día, para salir de pobre y de la miseria en la que vivíamos, y a base de constancia y de no dejar de creer en que podía volverse realidad todo llegó”.

Fantástico leerlo. Alguna vez, de las últimas visitas que hizo a Mérida, pudo platicar con nosotros sobre ese tema. Todo tiene un propósito, en los toros y en la vida.

Y creo que, pasados largos años de estar leyendo entre historias de toreros, las biografías apuntan muchas cosas que van más allá del simple hecho de vestirse de luces. Hay otras aristas.

Me recordaba con insistencia mi “nuevo mejor amigo” don Rubén “El Púas” Olivares, una leyenda del boxeo mundial, en la charla publicada en el Diario: “Nos rompíamos la m… de verdad porque había que ganar para poder comer”.

Las historias de este corte son famosas en el toreo y también en el boxeo. No me queda la menor duda de que estas dos actividades son las que han sacado más leyendas urbanas de este tipo.

Eloy, el hijo del guardaplaza del coso de Guadalupe, soñó con ser torero simplemente para su casa y comer tres veces al día. Al menos, vivir con dignidad dentro de lo posible.

Repasaba por milésima vez (figurado, pueden ser incluso más) la joya escrita por Dominique LaPierre y Larry Collins sobre Manuel Benítez y el solo título me causaba impresión: “O llevaras luto por mí”. La vida miserable del que sería el mítico torero de Palma de Río era para morirse en plena niñez, pero soñó con ser torero simplemente porque quería darle un hogar digno a su familia, ya reducida solo a a sus hermanas Angelita y Encarna, por el deceso de sus padres, humildes trabajadores de la vida. Le dijo antes de una corrida, mientras ella lloraba: “Hoy, o te compro una casa, o llevarás luto por mí”. Ella no soportaba que él toreara porque siempre llegaba con heridas o la ropa hecha harapos.

Vivió para contarlo y para comprarle la casa, no una, sino varias, y luego fue el matador que más ha cobrado en la historia reciente del toreo. Un icono.

De la misma forma la historia célebre creada y muy bien relatada por Luis Spota en “Más cornadas da el hambre”. Un súper tratado de las tristezas del toreo.

A esas llegamos con estas historias como la de Eloy y “El Cordobés” en los toros y “El Púas” en el boxeo. Fueron, o son mejor dicho, los grandes ídolos del pueblo. La gente les muestra su cariño sincero y respetuoso y ellos se siguen dando a querer por el simple hecho de corresponder a lo que les dieron desde los tendidos.

Luego sus familias, entre los millones acumulados por ellos, fueron parte de otras historias, de consumación de proyectos, de alcanzar metas que sus padres ni siquiera tenían en mente. Los dos toreros, hoy entrados en años, son inmensamente ricos. Y lo único que querían era algo para comer y vivir dignamente con sus seres queridos. Pero la vida les tenía preparado algo mucho más grande que eso.

Por Gaspar Silveira – Diario de Yucatán.