domingo, 29 de agosto de 2021

CAPÍTULO VEINTE DEL LIBRO GARFIAS, EL TORO DE LIDIA MEXICANO por Víctor José López EL VITO


 Capítulo Veinte

ANTONIO ORDÓÑEZ

Plaza de Acho,

Lima 18 de noviembre de 1962,

Carnavalero


 

  

Dos maestros, personales importantes en la historia de la Fiesta de los Toros: Javier Garfias y Antonio Ordóñez


Todo llega cuando tiene que llegar.

 Medio siglo más tarde la afición de Lima esperó que llegara Carnavalero de Javier Garfias, para lavar la afrenta a la Sangre de Llaguno. Divisa ofendida en Lima, cuando aquellos días de la presentación de Joselito en Acho.

 Atizados por los “barras bravas”, fanáticos de Rodolfo Gaona y de Juan Belmonte, acosaron  con protestas infundadas los toros de San Mateo.

 Ahora le tocó turno en la Corrida del Bicentenario, año de 1966.  Reunión de Carnavalero deJ avier Garfias con el maestro Antonio Ordóñez que, según don Francisco Luis Villanueva Orihuela, “… realizó lo que se considera la faena más sublime jamás  ejecutada en el albero del Rímac”.


Todo esto para confirmar lo que en 1919 celebraron los limeños con aquellos dos toros  de San Mateo. Uno de ellos,  indultado por Gallito; al otro Cuco Ortega al que le cortó el rabo. Ahora ha sido la reivindicación del honor mexicano con Carnavalero de Javier Garfias, ganadería de origen San Mateo y con sangre de  Llaguno retomando la senda  a lo que sería el atractivo que descubriría como ganadero a Javier Garfias. 

Gallito lo vio, Antonio y Julián lo propusieron, y Garfias lo logró, con una vida entregada al proyecto ganadero más sacrificado y complejo en la historia de la Tauromaquia.


En la historia del toro de lidia hay un registro notariado  que fue  finales del Siglo XIX cuando se inició el proyecto Sangre Llaguno. Proyecto que encontró apoyo en la vocación, la sensibilidad y los conocimientos de los hermanos Antonio y José Julián Llaguno González, cuyas conclusiones  están a la vista en los logros e  interpretación de Javier Garfias de los Santos. interprete  del mensaje de don Antonio,  bajo el prisma del criterio de su hijo José Antonio Llaguno García.

 Mensaje escrito con las letras de las notas  que atesora el libro que registra las cruzas en el pentagrama de los toros y de las vacas de San Mateo. 

 

Así pues, comencemos por Acho.

Reunidos los acontecimientos que nos sirven de base para convocar en concilio, unidos en la fantasía del recuerdo de lo  realizado por cada uno de estos matadores considerando cada uno cual de todos sus grandes triunfos ha sido su faena, de todas las realizadas la más destacada de su vida. 

Es decir, recurriendo a la máxima jurídica de confesión de parte, relevo de prueba, cuál de todas el propió matador considera como la mejor faena realizada en su carrera. Confesión, alegaríamos, para respaldar que todas estas faenas fueron ejecutadas con toros de don Javier Garfias de los Santos. Fecha de inicio, 20 de febrero de 1966. Última  corrida  de las tres organizadas por el destacado aficionado y ganadero peruano, don Fernando Graña. Motivo del festejo fuera de temporada,  la conmemoración del Bicentenario de la Plaza de Toros de Acho.

El cartel: reaparición de Antonio Ordóñez en Lima. Tres años atrás se había cortado la coleta  en la última tarde del abono de la temporada Señor de los Milagros, el 20 de febrero de 1966.

 El maestro reaparecía luego del desaguisado ocurrido en Acho el pasado 18 de noviembre de 1962, lo hacía, reaparecer, a instancias del ganadero, empresario y muy apreciado amigo  Fernando Graña,. Ordóñez , la tarde del disgusto vistió de de negro y plata y, aunque le cortó la  oreja a un toro de “Las Salinas”,  la prensa peruana y la afición limeña le agredieron con ofensas. 


Antonio Ordóñez llevaba “la mosca detrás de la oreja” y  justificaba su rechazo con “es que allá no me quieren… yo tampoco”. … Ordóñez, en la oportunidad de la corrida del 20 de febrero del 66 regresó a Lima por solicitud de su amigo Fernando Graña, que exigió su presencia en el cartel de la Corrida del Bicentenario como un favor personal. Se anunciaron las grandes figuras del toreo de aquel momento: Paco Camino, Santiago Martín “El Viti” y Manuel Cano “El Pireo”, con ocho toros. Cuatro de Javier Garfias (mexicana) y cuatro de La Pauca (peruana).


En principio debieron haberse embarcado seis toros de Javier Garfias, pero dos se inutilizaron en Los Cues.  Se agregaron a última hora por solicitud de Fernando Graña cuatro toros de Huando, vacada propiedad de la familia Graña de origen Graciliano y ubicada en el valle de Chancay a ocho kilómetros de la ciudad de Huaral. Finca famosa por el cultivo de naranjas, aunque destacó, además de la cría del toro de lidia, en la producción de gallos de pelea y caballos. Además del cartel de la Corrida del Bicentenario, en los fastos en la celebración del acontecimiento taurino más importante en doscientos años de la plaza limeña, se anunció un festival en el que actuaron: Fermín Espinosa Armillita Chico, Joaquín Rodriguez Cagancho, Silverio Perez y Gitanillo de Triana. Insuperable cartel confeccionado por Fernando Graña, factotum de la tauromaquia peruana que reunió nombres históricos en carteles inigualables e inobjetables que quedarían para el recuerdo de aquella histórica temporada del año 1966, en la que se celebró el bicentenario de la Plaza de Toros de Acho. 


Ocasión en la que destacó la actuación de Antonio Ordoñez Araujo, ejecutor de una magnifica faena al toro "Carnavalero", de la ganadería mexicana de Javier Garfias. 

 

 Veinte años más tarde, 1985,  encontrándome en España con motivo de la despedida de los ruedos de mi admirado amigo Antonio Chenel “Antoñete” en Madrid, habiéndose pospuesto el festejo del adiós por motivos diversos y reunido un grupo de amigos convertimos la cafetería del Hotel Foxá y su amplia terraza en un sitio de charla y de sobre mesa.  Integraron el grupo Joaquín Gordillo, Curro Vázquez, Ortega Cano, Pepe Dominguín surgiendo al paso de los  días la idea de ir a Ronda donde su cuñado Antonio Ordóñez anunciaba una corrida de toros en Ronda. Festejo para el que estaba contratado Curro Vazquez, entonces poderdante de Pepe Dominguín.

Aquella fue  una corrida de Joaquín Buendía, lo más puro de Santa Coloma. Una tentación, si se le agregaba  el nombre de Ronda. 

Concluida la corrida de Ronda, entrada la noche, fresca y hermosa , nos reunimos en el mesón La Palma. Amable invitación de Antonio Ordóñez Araujo, maestro del toreo e hijo del gran Cayetano Ordóñez “Niño de la Palma y hermano, entre otros cuatro, de mi muy apreciado amigo Alfonso Ordóñez Araujo que vivió momentos importantes como torero en Caracas, con quien me une una vieja y muy grata como valiosa amistad.

  

Entre una anécdota, una historia y un recuerdo, caimos aquella larga sobre mesa en la famosa Corrida del Bicentenario de la plaza de Lima. El tema fue la  situación del actual  toro de lidia en España. Antonio Ordóñez exaltaba el mérito de los toros de Joaquín Buendía lidiados aquella tarde en Ronda. Comparaba los cárdenos con otros encastes  … y se abrió el camino de la tertulia por los caminos del toro de México.

Tema polémico este, de nunca acabar.

El toro de Llaguno animó  el recuerdo del Maestro de Ronda,  que, como imaginarán, sintiéndose bien en su terreno llevo siempre la palabra. Escuchábamos emocionados los argumentos. El recuerdo de Cascabel de San Mateo al que Ordóñez le cortó el rabo en la Plaza México en una faena considerada histórica por los notarios de la historia del coso de Insurgentes. Se recordaron varios toros de ganaderías mexicanas con los que Ordóñez triunfó en Venezuela: el toro de Santacilia Obregón en la corrida nocturna del Nuevo Circo. Inolvidables para el maestro las dos tardes  de Maracay en competencia de vida o muerte con César Girón. Un torero al que siempre respetó. Recordaba en la tertulia el maestro que aquellas corridas fueron las del año 1955, temporadas que el venezolano reclamaba ser la primera figura del toreo. En Maracay con Ordóñez fueron dos las confrontaciones.  Ambas apoteósicas. La primera tarde, toros de El Rocío, Ordóñez cortó 4 orejas y un rabo y al día siguiente, con toros de San Mateo otras dos orejas.  César Girón  en exageración maracayera y generosa autoridad, según Ordóñez, cortó en un toro dos orejas, el rabo y dos patas  y al día siguiente dos orejas, rabo y una pata. Fue una bacanal de rabos y de patas, trofeos exigidos por la enloquecida afición del Calicanto, una plaza que a pesar de estos triunfos no se le entregó a Ordóñez. Inolvidable la temporada de inauguración de la Monumental de Valencia e en la que salieron a hombros Alfredo Leal, Curro Girón, Paquirri y el maestro  Ordóñez tras cortar siete orejas … pero de todas estas tardes de triunfo, incluso sobre las faenas históricas de San Sebastián, Sevilla, Madrid, Guadalaajara y México,  hizo énfasis el maestro, muy especial la faena al toro Carnavalero de Javier Garfias en Lima. Aquella faena limeña lupino sobre la mesa en Ronda el propio Ordóñez. La tertulia tertulia entre amigos en La Palma, allá en Ronda se convirtió en un púlpito escuchando y  sin interrupción al sumo maestro del toreo,.

Escuchamos absortos, el relato de lo realizado, relato en el que  el mismo Ordóñez consideró como su mejor faena y la más sublime que se haya ejecutado en el albero del Rímac.


Manuel Solari Swayne, cronista taurino peruano, periodista de mucha jerarquía, y un aficionado que firma sus reseñas como“Zeñó Manué”, escribió entonces:  

  

-Se dice en Lima, y con razón que la faena de Ordoñez es histórica. Y lo es. Porque con una sencillez impresionante, practicando el toreo puro –adelantando el engaño, cargando la suerte, jugando suavemente con los brazos, corriendo la mano, templando, mandando, rematando pulcramente los pases- logró lo que sólo consiguen, jugándose el tipo a cara o cruz, encandilar a la multitud, arrebatarla, hacerla delirar. Allí está la ovación incontenida coronando doscientos años de historia”.

Cabe precisar que Antonio Ordóñez había vuelto a los ruedos un año antes, luego de tres años retirado de los ruedos un regreso no anunciado, tampoco proyectado pero sí provocado su desafortunada actuación en la Feria del Señor de los Milagros de 1962.

 Aquella temporada de contrastes, en la que recibió el Escapulario de Oro y a la vez derramó lágrimas de auténtica vergüenza torera, cuando su gran amigo de muchos años y muchos motivos Fernando Graña Elizalde bajó al ruedo del Rímac para cortarle la coleta, cerrando una tarde en la que había sido abroncado estrepitosamente.

 

Desde aquella aciaga fecha, Acho, su afición, no le perdonaba nada al torero favorito de Ernest Hemingway.

 Sin embargo, el peso taurino y el peso de su historia se impusieron y, precedido de su intacto cartel de lidiador extraordinario, el Maestro fue convocado para hacer el paseíllo en dos corridas: la primera y la última, de aquella Feria Bicentenaria.

Queda el estimonio escrito de lo que ocurrió en Acho entre Antonio Ordóñez y el toro Carnavalero de Javier Garfias, y también queda la anécdota que el torero de Málaga celebró su cumpleaños en Lima el día 16 con la mente puesta en el compromiso que representaba su reaparición en nuestra plaza.


 Y llegó el señalado día.

 Era el domingo 20 de febrero de 1966, cuando Antonio Ordoñez cruzaba con sus cuadrillas enfundado en un destellante traje azul y plata el ruedo de la arena de Acho. Los espectadores agotaron la boletería, todos fueron testigos de su hambre de triunfo apenas desplegó su capote para saludar con sus inconfundibles verónicas al primero de aquella tarde, “Carnavalero” de don Javier Garfias. 

Lo que vino luego fue cumbre, la cumbre del maestro, como escribió lineas arriba la prosa más que señera de “Zeñó Manué”. Sólo resta decir que de la faena obtuvo las orejas y el rabo del bravo toro mexicano y por sublimar el arte del toreo en esta Catedral americana, se llevó como recuerdo un “Torito de Pucará”, símbolo peruano y trofeo otorgado al triunfador de aquella temporada única, la del Bicentenario de Acho. Pasarán 200 años más para que otro diestro pueda contarlo en su palmarés, dicen que el rondeño comentó aquella vez. Esa era la importancia.


Han pasado cincuenta años desde aquella tarde, ya consagrada como efeméride taurina en los anaqueles de nuestra historia, se siente y se vive hoy más fervorosamente frente al silencio doloroso en que han sumido a nuestra plaza la ignorancia y la indiferencia para con su historia de parte de aquellos que tienen las riendas de su administración impidiendo con su ineptitud que su arena, burladeros y tendidos sean testigos de festejos taurinos que rememoren la gesta de Ordoñez. Son años de aquella fecha y son además muchas temporadas pero ninguna como la bicentenaria, aquella de las faenas gloriosas, evocándose el domingo 20 de febrero de 1966.

Se refería Antonio Ordóñez a la corrida que el ganadero Javier Garfias lidió  en Acho, toros con edad y trapío corrida que había salido de Los Cués, el campo salió del campo garfieño con un promedio de 553 kilos, y que fue  lidiada el 20 de febrero de 1966 por  el propio Antonio Ordóñez, el sevillano Paco Camino y el salmantino Santiago Martin ‘El Viti’. De esta gran corrida sobresalió en forma notable el toro ‘Carnavalero’, al que Ordóñez le cortó las orejas y el rabo, concediéndosele por esta faena el trofeo en disputa en la feria limeña. 

También ‘El Viti’ tuvo la oportunidad de triunfar cortando apéndices debido a la bravura de los toros que le tocaron en suerte. 

Señalo como dato que uno de los toros de esta corrida no fue lidiado, siendo adquirido por don Lucho González, ganadero peruano de La Huaca para destinarlo como semental”.

Aquella noche en La Palma, reunidos en Ronda Pepe Dominguín, Victoriano Valencia, Julio Robles y Curro Vázquez el propio Maestro de Ronda, Antonio Ordóñez nos dijo a todos los presentes que aquel toro mexicano que él lidió en la plaza de Acho la tarde de la Corrida del Bicentenario de la fundación de la plaza fue la faena más importante de su vida. Mucho más allá que muchas celebérrimas actuaciones en plazas importantes como Madrid, Sevilla, San Sebastián, México, Guadalajara, Maracay y la noche del Nuevo Circo cuando pagó una vieja deuda con Caracas lidiiando soberbiamente un toro de Obregón Satailia, cancelando reiterados fracasos.  

-Fue la de Carnavalero, la  faena al toro de Javier Garfias en la plaza de Acho, la faena más importante en mi vida profesional.

Con esa faena, agrega e maestro de Ronda, saldé la deuda con la afición de Lima, con mi amigo Graña y conmigo mismo. 


Aunque el premio al “Mejor Toros de la Feria” no fue para el toro de Garfias sino para un toro de Jaral del Monte, propiedad de Fernando Graña Elizalde de nombre “Poncho Roto” Agrega el Maestro: 

- Importante muy importante para mi porque fue el punto y final de identificarme como el hijo del Niño de la Palma, el padre de Carmina Ordóñez o como el abuelo de Frank Rivera.

- Coño, yo soy Antonio Ordóñez Araujo, Maestro de Tauromaquia por la Gracia de Dios



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