viernes, 20 de agosto de 2021

CAPÍTULO ONCE DEL LIBRO GARFIAS, EL TORO DE MÉXICO por Víctor José López EL VITO

 Capítulo Once

COMPETIR ES VIVIR


Lorenzo Garza y Fermín Espinosa "Armillita", líderes del toreo en México 


Solo en la competencia se siente la vida, y por eso, por no competir, la temporada de Torres Caballero murió temprano.  

El 24 de marzo de 1939 se inauguró en El Toreo de La Condesa otra temporada, esta organizada por los hermanos Wiliulfo y Felipe González los ganaderos de Piedras Negras y de La Laguna y los hermanos Madrazo de La Punta.  

La temporada se inauguró con un llenazo en los tendidos.

 La convocatoria del primer cartel anunciaba mano a mano “Armillita Chico” y Chucho Solórzano, con toros de Piedras Negras. Toros que después de las temporadas de los “toritos de plomo” de San Mateo lucían como elefantes en la arena.

 El mundo taurino mexicano estaba dividido en dos bandos, cada uno con un líder. El origen de este cisma fue una división entre los ganaderos, una división que más adelante encontraría en su camino a Javier Garfias.


 Fueron “Armillita Chico” y Lorenzo  Garza los que dividieron el palenque, división que culminó con el planteamiento de una situación difícil para el empresario Jesús Torres Caballero.

El conflicto entre los ganaderos promovido por la posición antagónica entre los hermanos Llaguno González y los criadores de Tlaxcala, los González de La Lauguna y de Piedras Negras, dio paso a la creación de la Unión de Criadores de Toros de Lidia por parte de quienes se oponían a los Llaguno dejando fuera a la ganadería de San Mateo.

 Quería decir que  los hermanos Antonio y Julián Llaguno no estaban agremiados.

 ¿Cómo organizar la temporada 1939 – 1940?

 

Entonces Javier Garfias tenía apenas 10 años de edad, a esa edad en San Luis el niño Javier escuchaba con atención discusiones y posiciones de aficionados, ganaderos y toreros potosinos que de tarde se reunían en la plaza de la ciudad. Aquello fue orientándole y formando en el  un criterio de lo que sucedía. La situación que se le presentaba a Torres Caballero, el empresario de la temporada en El Toreo de La Condesa era el comentario diario en las reuniones en San Luis y los asistentes a las mismas opinaban si contrataba ganaderías de la Unión, porqué era más conveniente si se organizaban las corridas sin tomar en cuenta aquellos ganaderos obedientes del mandato de los hermanos Llaguno. Como una salida para la situación, don Antonio Llaguno le prometió al empresario toros para toda la temporada. 

La Unión integrada por ganaderías de Tlaxcala, siendo en su mayoría las subordinadas a los González de Piedras Negras y La Laguna:  Coaxamalucan, Zotoluca, Zacatepec, Rancho Seco y en Jalisco, como también las ganaderías de los hermanos Madrazo , Matancillas y  La Punta a la cabeza. 

Eran pues Xajay en Querétaro, en México Atenco, San Diego de los Padres;  y el resto de ganaderías de cartel celebraron un pacto con cuatro de los principales toreros que se comprometieron a no torear más toros que los suyos, los de la Unión, “Armillita”, Silverio, Chucho Solórzano y Alberto Balderas, a manera de presión para que la empresa contratara toros del pacto San Martín Texmelucan.


Fermín Espinosa “Armillita Chico” ocupaba el primer lugar en el escalafón taurino de México, quedó en el bando contrario a los hermanos Llaguno. Es decir que  Armillita era el líder de la Unión, en contra del bando de Zacatecas que lideraba don Antonio Llaguno González donde estaban: Lorenzo Garza y Luis Castro El Soldado como comandantes.  Además de Pepe Ortiz,  Carnicerito de México, Luciano Contreras y las ganaderías de San Mateo, Torrecilla, Carlos Cuevas, Heriberto Rodríguez, Torreón de Cañas y la del propio Lorenzo Garza que inauguró la temporada con la presentación de su ganadería, vacada hija legítima de San Mateo.


La temporada se inauguró con un pliego de condiciones impuesto por ambos bandos: Ni toros ni toreros españoles, y de los toros y toreros mexicanos, solo podría contar con los integrantes a los dos grupos en que voluntariamente se habían dividido. 


“Armillita Chico” y sus socios se dedicaron a torear por los estados, según el relato de su biógrafo don Francisco Rubiales, el célebre Paco Malgesto. La campaña por plazas de provincia motivó el distanciamiento entre don Antonio Llaguno y el maestro Fermín Espinosa “Armillita Chico”, distanciamiento del que el detalle nunca se supo cuál fue. Algunos especularon que don Antonio se sintió ofendido porque “Armillita” le pegó con una zapatilla en la cara a un toro de San Mateo, y otros que el motivo del enfriamiento fue porque una tarde Fermín sacó a don Antonio a dar la vuelta al ruedo y no compartió con él la mitad de los sombreros que caían a las plantas de ambos para que el señor Llaguno los devolviese. Alberto Balderas y Chucho Solórzano  tenían otra historia: le atribuían el disgusto de don Antonio cuando él, Chucho Solórzano, no indultó al toro Tortolito que Solórzano toreó soberbiamente de capa y que influyó el hecho que el moreliano fuese familia de los hermanos Francisco y José Madrazo.


Fermín y Llaguno quedaron en bandos distintos. Balderas y Solórzano se habían unido antes en el pacto de Tacámbaro  decidieron más bien unirse al séquito del presidente Lázaro Cárdenas, casado con doña Amalia Solórzano de Cárdenas que estaba emparentada con Chucho.

Los grupos no solo dividieron divisas ganaderas y espadas toreras, también dividieron a la prensa taurina mexicana. El tabloide El Redondel  sumó su fuerza al grupo donde figuraban “Armillita Chico”, Silverio, Chucho Solórzano y Alberto Balderas. El torero de México, Alberto Banderas,  se encargó de organizar un bloque informativo de revistas , notas para la radio y hojas informativas que costeaba con su propio peculio. 


La campaña de el semanario El Redondel fue organizada por los periodistas Alejandro Bitar y Alfonso de Icaza, y se acentuaba con descalificar a los toros de San Mateo como los “toritos de plomo” refiriéndose a la discordia que había entre el anuncio del peso del ejemplar y cómo lidia en la arena. 

"El Redondel" publicado ininterrumpidamente desde el 4 de noviembre de 1928 hasta el 22 de marzo de 1987, alcanzó las tresmil ediciones, lo que no es poca cosa, bajo la dirección de dos periodistas los  señores Abraham Bitar y Alfonso de Icaza. Dignos sucesores fueron sus hijos en esa aventura editorial, fueron Alberto A. Bitar y Alberto de Icaza. 

La  campaña contra los toros de los hermanos Llaguno surtió efecto, influyó al extremo de que comenzaron a escucharse protestas en los tendidos contra los ganaderos. También para Lorenzo Garza las cosas se pusieron difíciles, porque además debía sostener sobre sus hombros el peso de la temporada. Garza se prodigaba en exceso dando alternativas y hasta que fue cogido varias veces en su afán de sacar adelante la situación que habían provocado.

 La temporada del 39 con Torres Caballero como empresario se inició el 10 de diciembre. Fue la temporada que apoyaron los hermanos Llaguno con su oferta de 73 toros entre San Mateo y Torrecilla, más 15 de Lorenzo Garza y los de Carlos Cuevas. Esta temporada apoyada por los Llaguno murió temprano, pero a partir del 24 de marzo de 1940 se inauguró la temporada que involucró a los hermanos Wiliulfo y don Felipe González de Piedras Negras y La Laguna, los hermanos Madrazo de La Punta. La inauguración registró en El Toreo de La Condesa un llenazo en respuesta a la convocatoria del primer cartel que anunciaba a “Armillita Chico” y Chucho Solórzano con toros de Piedras Negras que luego de las temporadas de los toritos de plomo de San Mateo, lucían como elefantes en la arena. 

La experiencia confirma lo que sostenemos siempre, que el toro, siendo rey y eje del espectáculo de la Fiesta Brava, debe ser dignamente prensentado y, además, debe ser emotivo en su lidia.

 Se dieron seis corridas de toros con los socios del Pacto de San Miguel Texmelucan con Jorge Jiménez del Moral al frente. La primera tarde fue exitosa para Chucho Solórzano y el ganadero Viliulfo González de Piedras Negras. La corrida se dio el Domingo de Resurrección, “como en Madrid”. Se ha inaugurado en una fecha que se consideraba muy mala, sin embargo la plaza se ha visto a reventar como pocas tardes. Viliulfo, ganadero conocedor, consciente de su responsabilidad, envió una corrida, fuerte, gorda, fina, bien armada y sobre todo con muy buen estilo en lo general·…”

 Es la reseña de El Universal, extracto que rescatamos del libro Piedras Negras, sitio, vida y memoria, obra magnífica de Carlos Castañeda Gómez del Campo, aficionado entendido y ocupado en desvelar los hechos y acontecimientos históricos en la fiesta de los toros de México.  Castañeda nos descubre aquella temporada, al cierre de la segunda parte del pacto Texmelucan que  “… la guerra continuaba y apareció en escena Alfonso Gaona, el famoso doctor Gaona quien llevaría los detinos de la fiesta en la Ciudad de México durante más de cincuenta años”.

Castañeda resalta que con la presencia del doctor Gaona se abre un camino que nos conducirá a la plenitud que como ganadero, y también como empresario taurino, alcanzará en el futuro Javier Garfias de los Santos.

Alfonso Gaona arrancó con la temporada de 1941 en la Plaza de Toros El Toreo de La Condesa, lo hizo en sociedad don Anarcarsis Peralta. mejor conocido como Cacho Peralta. Era un industrial muy aficionado a los toros. La primera corrida  de aquella temporada de Gaona y Peralta, fue la de la alternativa de Carlos Arruza con el toro Ostioncito de Piedras Negras al que Arruza la tarde de su doctorado le cortó una oreja y recibió de él una cornada entrando a matar.

Marcada la personalidad, la del doctor Gaona, que apareció en escena como un hombre de gran capacidad en las líneas de los diversos frentes de la guerra taurina, que luego de los pactos de Tacámbaro y Texmelucan y con gran astucia y capacidad de negociar, experto en limar asperezas le impuso un estilo a la gerencia en el negocio de los toros en México.

Don Valentín Rivero, ganadero de Valparaiso y esposo de Ana María Llaguno, se refirió a las virtudes del  doctor Alfonso Gaona  con frecuencia y las resumía en una anécdota que tenía que ver con un dinero que Gaona le debía al ganadero Jesús Cabrera. Estaban en el bar del Hotel Ritz, don Valentín y varios ganaderos entre los que se encontraba Chucho Cabrera. El Ritz está frente a la esquina de Madero, donde Alfonso Gaona tenía las oficinas de su óptica. Al rato, animado por un par de tragos Cabrera cruzó la calle para exigir el pago de sus toros. Pasado un buen rato regresó al Ritz. Valentín amigablemente le preguntó: ¿Cobraste, Jesús? , a lo que don Valentín  respondió apesadumbrado: No, le presté un dinero.  















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