Capítulo Nueve
EXPLOTA EL ARTE
En la temporada mexicana del año 29 explotaron varias minas de carga profunda. El detonante de cada carga lleva un nombre, un torero que se convertiría en el tiempo en el titulo de una leyenda: Joaquín Rodríguez Cagancho, uno de los sorprendentes triunfadores, gracias a la colaboración de las maravillosas condiciones de Vidriero de San Mateo. El valenciano Vicente Barrera fundamentó su proyección en los toros Formador y Ruiseñor, ambos productos de la vadada del señor Llaguno. Aquel año 1929 en insistente túnel del tiempo, don Alfonso de Icaza organizó un evento que marcó el camino exitoso que buscaba don Antonio para San Mateo: la Corrida de la Oreja de de Oro:
Ocho de San Mateo Ocho. Para el tapatío Pepe Ortíz, los sevillanos Joaquín Rodríguez Cagancho y Francisco Vega de los Reyes Gitanillo de Triana y el valenciano Vicente Barrera.Tarde inolvidable para el hierro de don Antonio, en aquella corrida destacó el toro Como Tu inmortalizado por el lente del gran Luis Reynoso con la fotografía de un lance insuperable que aún hoy es alabado en el tatuaje de la ejecución de Francisco Vega de los Reyes, Gitanillo de Triana o Curro Puya. Se la considera una exigente lección de ejemplo de cómo torear a la verónica.
Vale la pena que nos detengamos ante esta foto, gozar el inenarrable documento del lance a la verónica como comenta el periodista Rafael Solana hijo, o José Cándido, en la firma de sus crónicas, que destacaba que Luis Reynoso fue un integrante más de la célebre “Unión de Fotógrafos Taurinos de México”, gremio creado en 1928 por los fotógrafos Samuel Tinoco, Eduardo Melhado y Enrique Díaz.
En 1940 aquella sociedad celebró una exposición, en la que convocados los diferentes artistas de la fotografía fue posible concentrar un trabajo colectivo con lo mejor de lo mejor.
En ese sentido, Rafael Solana apuntaba:
"No ha sido suficientemente estimada la labor del fotógrafo dentro de la fiesta taurina. El fotógrafo completa, contiene y afianza al poeta y al pintor, que respaldados por el artista de la cámara puede pulir y abrillantar las escenas que se suceden en el ruedo sin el peligro de que, devorado por la fugacidad de un instante, todo vuele hacia la fantasía y se convierta en mera creación imaginativa.
El fotógrafo en los grandes fastos de la tauromaquia en las hazañas heroicas en las tardes en que desborda la maravilla de arte que es el toreo, es el notario que da fe, con su respetabilidad, con su crédito público de hombre que sólo trata con realidades, de que aquello que incendió nuestros ojos en una llamarada increíble no fue solamente un ensueño, sino fue una verdad. Si el fotógrafo no rescatara pruebas palpables, evidentes, incontenibles, todos los extraordinarios momentos del arte se mezclarían en nuestra memoria hasta convertirse en una sola masa de irrealidad, de fantasía, de sueño".
Hasta aquí con esa elogiosa nota que sigue con otros apuntes convertidos en la justa calificación de tan notable tarea que, por fortuna, ha quedado registrada en infinidad de publicaciones donde la célebre firma “Reynoso” confirma todos estos dichos, que nos refieren a un auténtico artista del lente.
El mérito de aquellos diletantes de la imagen, de auténticos profesionales en la fotografía, permite recuperar un pasado que nos parece todavía más representativo en la medida en que esos registros adquieren una dimensión especial, y que recreamos porque muchas de ellas alcanzaron el centro mismo de una suerte, de la “fugacidad de un instante” –Rafael Solana dixit-. Loor a Luis Reynoso.
Ocurrieron dos acontecimientos trascendentes para la tauromaquia mexicana, determinantes para Javier Garfias en su camino y formación como ganadero de reses bravas: como señalamos en su momento, el conocido Pacto de San Martín Texmelucan 1940 y, el otro acontecimiento, y tal vez mucho más determinante, el fallecimiento de don Antonio Llaguno González 1953.
Muerte que más adelante abrirá las puertas para acceder a lo que Luis Niño de Rivera ha llamado con acierto Sangre de Llaguno. Quedaban atrás los nombres de los integrantes de una legión de toreros muy importantes que sostuvieron con recia personalidad y variadas expresiones el desarrollo definitivo de la tauromaquia mexicana. Fueron ellos: Lorenzo Garza, Luis Castro El Soldado y Fermín Espinosa “Armillita Chico”, Alberto Balderas, Chucho Solórzano y Pepe Ortíz…
El domingo 21 de diciembre Manuel Jiménez Chicuelo, mató la corrida de la divisa bolchevique - apelativo que le dio Verduguillo a los colores de Piedras Negras.
Cartel, Chicuelo mano a mano con Gaona. Último gran triunfo de Gaona con toros de Piedras Negras.
“Estaba por comenzar la revolución taurina en México”. Comentario del destacado historiador taurino mexicano don Carlos Castañeda Gómez del Campo, escritor y ganadero.
-Y, al igual que la anterior revolución sin un general mexicano Juan Silveti, padre de Juanito y abuelo de David y de Alejandro y bisabuelo de Diego, daba la cara y el cuerpo todas las tardes, como ha sido la consigna de la dinastía.
- El Torero de la Regadera podía y pudo con todos. Jamás rehuyo a una pelea, dentro de ruedo ni fuera de él. Era un torero macho que basaba su dominio sobre los toros en su valor indomable, en un toreo sin florituras y siempre tenía en sus manos la onza de cambio. Faltaba por llegar el más grande de los toreros de México: Fermín Espinosa Saucedo, Armillita Chico. Era en el tiempo de la retirada de Gaona, que Fermín empezaba su carrera como becerrista. A los pocos años sería la evelación en la tauromaquia mexicana y llegaría al toreo y a su cima bajo los cánones recién establecidos por Chicuelo. Entre 1927 y 1930 tomarían la alternativa los matadores de toros que iniciaron la época dorada, la generación de la independencia taurina de México: Armillita, 1927; Heriberto García, 1928; Carmelo Pérez y Jesús Solórzano,1929: Alberto Balderas, 1930; Carnicerito de México, 1931; Silverio Pérez, 1938; David Lideaga y el Calesero 1939; Carlos Aruza, 1940. Época de oro del toreo mexicano que se iniciaba con una lucha a cuartel entre dos bandos.
La Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia fundada en 1930 como la Unión de Criadores de Toros de Lidia, en la que no participaban los hermanos Llaguno Gozález y no pertenecerían nunca se enfrentaría, contraviniento la razón y el motivo de su fundación que había sido reunirse para defender problemas agrarios y aumentar la presencia del toro mexicano en la fiesta de México.
Los fundadores de la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia en 1930, fueron:
Para 1931 la Unión tenía 15 socios
Corría el año de 1938 cuando la rivalidad entre “Armillita” y Garza culminó con el planteamiento de una situación difícil para el empresario de El Toreo de La Condesa, Jesús Torres Caballero, que se preguntaba con quien podía contar para la celebración de la temporada 1939 – 1940.
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