Capítulo Diez
DIVIDIERON MÉXICO
El mundo taurino mexicano se dividió en dos bandos, y en cada bando una cabeza: “Fermín Espinosa “Armillita Chico” y Lorenzo Garza. El origen de este cisma fue la división provocada por los ganaderos. División que, más adelante encontraría en su camino a Javier Garfias.
El conflicto entre los ganaderos, promovido por la posición antagónica entre los hermanos Llaguno González y los criadores de Tlaxcala, los González de La Laguna y de Piedras Negras, dio paso a la creación de la Unión de Criadores de Toros de Lidia de quienes se oponían a los Llaguno, dejando fuera a la ganadería de San Mateo.
Es decir que los hermanos Antonio y Julián Llaguno no fueron agremiados.
En la temporada 1933/1934 solo participaron cuatro toreros: Armillita, Balderas, Jesús Solózano y Domingo Ortega.
La ganadería de San Mateo fue excluida por viejas rencillas con Eduardo Margelli, personaje al que nos referimos al echar a andar la fiesta de los toros en México. Comenzaba a calentarse en caldo donde se cocinaría la ruptura de las relaciones entre toreros de España y los toreros de México al calor de la sociedad de Margelli, socio de Domingo González Dominguín y que juntos le subarrendaron la plaza de El Toreo al empresario Benjamín Padilla.
Margelli no contrató al consentido de la afición capitalina Alberto Balderas, y dejó fuera de los carteles a la divisa de San Mateo. La afición reclamó la presencia de Balderas y en una fecha que le quedo libre a Padilla contrató una corrida de San Mateo.
Aquello ocurrió el 3 de febrero de 1935.
El público, expectante, cuenta José Antonio Villanueva, esperaba la reaparición de Balderas y de San Mateo. El cartel fue un mano a mano entre Balderas y Lorenzo Garza. A la empresa de Torres Caballero se le presentó un problema en el camino, el de organizar la temporada de 1939 y de 1940.
Para esa época Javier Garfias tenía apenas 10 años de edad, pero desde niño, Javier estaba siempre donde ocurrían las cosas y en San Luis los taurinos se reunían con sus tíos ganaderos y aquellos toreros potosinos que llenaban con aroma de leyenda el ambiente donde sus cultores más devotos fueron creándole un criterio de lo que sucedía y, poco a poco, desde niño tomó partido con la causa Llaguno, la que unía a San Mateo con Lorenzo Garza. Sus dos pasiones.
La situación confusa era que Torres Caballero debió decidirse por si organizar la temporada de 1939 en El Toreo de La Condesa con las ganaderías de la Unión, o si daba las corridas sin ellos.
Como una salida para la situación don Antonio Llaguno le ofreció al empresario toros para toda la temporada. Toros de San Mateo, Torrecilla, Carlos Cuevas, Heriberto Rodríguez, Torreón de Cañas y hasta toros de Lorenzo Garza que en realidad eran toros de San Mateo pues el Magnífico formó su ganadería con vacas y sementales de Llaguno, un privilegio que en vida de don Antonio no tuvo otro criador.
La Unión estaba integrada por Piedras Negras y La Laguna, las ganaderías de los González de Tlaxcala, La Punta, de los hermanos Madrazo, Coaxamalucan, Zotoluca, Zacatepec, Rancho Seco, Xajay, Atenco, San Diego de los Padres y el resto de ganaderías de cartel que celebraron un pacto con cuatro de los principales toreros que se comprometieron a que solo lidiarían toros de la Unión, a manera de presión para que la empresa contratara toros de esta asociación.
Este pacto de los ganaderos unidos se llamó el pacto de San Miguel Texmelucan en honor al pueblo donde se reunieron “Armillita Chico”, Silverio, Chucho Solórzano y Alberto Balderas a quien bautizaron como “El torero de México”.
Fermín Espinosa “Armillita Chico” ocupaba el primer lugar en el escalafón taurino de México y Fermín quedó en el bando contrario a los hermanos Llaguno.
Del otro lado, con don Antonio y don Julián estaban Lorenzo Garza y Luis Castro El Soldado como figuras, y Pepe Ortiz, Carnicerito de México, Luciano Contreras, junto a las ganaderías de San Mateo, Torrecilla, Carlos Cuevas, Heriberto Rodríguez, Torreón de Cañas y la del propio Lorenzo Garza que inauguró la temporada con la presentación de su ganadería, vacada hija legítima de San Mateo.
La temporada se inauguró con un pliego de condiciones impuesto por ambos bandos: ni toros ni toreros españoles y de los toros y toreros mexicanos solo podría contar con los integrantes a los dos grupos en que voluntariamente se habían dividido.
“Armillita Chico” y sus socios se dedicaron a torear por los estados. Cuenta el relato escrito por Francisco Rubiales, conocido en el mundo de la televisión y la crónica taurina como Paco Malgesto, que el motivo del distanciamiento entre don Antonio Llaguno y el maestro Fermín Espinosa “Armillita Chico” nunca se supo cuál fue. Algunos especularon que don Antonio se sintió ofendido porque “Armillita Chico” le pegó con una zapatilla a un toro de San Mateo “en la jeta” . Otros decían que el motivo del enfriamiento fue porque una tarde de triunfo Fermín Espinosa “Armillita”, cuando daba la vuelta al ruedo, sacó a don Antonio a que le acompañara y se le olvidó de pasarle la mitad de los sombreros que caían a las plantas de ambos para que el señor Llaguno los devolviese.
Alberto Balderas, El torero de México, y Jesús Solórzano, El rey del temple, aseguraban que don Antonio se encabronó cuando Chucho Solórzano no indultó al toro Tortolito. Toro al que él, Jesús Solórzano, había toreado soberbiamente de capa.
Según El Rey del temple, Antonio Llaguno sostenía lo que él decía, alegando que había influido el hecho que el moreliano fuese familia de los hermanos Francisco y José Madrazo. La verdad es que Fermín y don Antonio Llaguno quedaron en bandos opuestos y jamás hicieron nada por reconciliarse.
Alberto Balderas y Chucho Solórzano se unieron antes; lo hicieron en el pacto de Tacámbaro, Michoacán. Fue la ocasión que ambos decidieron agregarse al séquito del presidente Lázaro Cárdenas. El Presidente de México estaba casado con doña Amalia Solórzano de Cárdenas, dama emparentada con los Jesús y Eduardo Solórzano.
Los grupos no solo dividieron divisas ganaderas y espadas toreras, también dividieron a la prensa taurina mexicana. El Redondel, un semanario que tenía el máximo poder en la información taurina, sumó su fuerza al grupo donde figuraban “Armillita Chico”, Silverio Pérez, Chucho Solórzano y Alberto Balderas se convirtió en un gerente de la promoción pues aglutinó revistas y hojas informativas que ayudaba financieramente.
La campaña del semanario El Redondel organizada por dos estupendos periodistas, Alejandro Bitar y El periodista Alfonso de Icaza, calificaba despectivamente a los toros de San Mateo. Era director de El Redondel, y se refería a los toros de don Antonio como los “toritos de plomo”. Alegando que daban el peso en la romana, sin aparentarlo en el ruedo.
"El Redondel" se editaba los domingos, y se imprimía a medida que iban transcurriendo las corridas de manera que al finalizar la corrida a la salida de la corrida estaba en la calle el periódico con la reseña de la corrida.
Primero fue en El Toreo de La Condesa, más tarde en la Plaza de Toros Monumental México.
Eran días que no había televisión, sólo radio.Tampoco existía el internet y por lo tanto la exclusividad en la información de El Redondel se fortalecía con la máxima del periodismo: “El poder está en la información” y en esta oportunidad ocurría con una inmediatez no acostumbrada. El periódico de los domingos, publicado ininterrumpidamente desde el 4 de noviembre de 1928 y hasta el 22 de marzo de 1987, alcanzó las tres mil ediciones, lo que no es poca cosa, bajo la dirección de dos periodistas señores: Abraham Bitar y Alfonso de Icaza. Dignos sucesores en esa aventura editorial, fueron Alberto A. Bitar y Alberto de Icaza.
La campaña contra los toros de los hermanos Llaguno surtió efecto y comenzaron a escucharse voces en los tendidos contra los ganaderos de parte de las peñas taurinas conocidas en México como “las porras”. Sin embargo la situación para Garza se puso difícil, porque debía sostener sobre sus hombros el peso de la temporada. Se prodigaba Lorenzo en cada tarde, se excedía, daba alternativas y hasta fue cogido varias veces en su afán de sacar adelante la situación que habían provocado.
La gota que derramó el vaso de la muy delicada situación entre Lorenzo Garza, la afición de México y la prensa taurina fue aquella tarde que el general Juan Andrew Almazán, político y militar, encarnizado rival electoral de Manuel Ávila Camacho siendo candidato a la Presidencia de la República, recibió el brindis de Lorenzo Garza. Lorenzo era un enemigo declarado de Maximinio, el hermano mayor de Manuel Ávila Camacho que, a la postre, sería el triunfador en la contienda electoral presidencial.
Es decir, fue electoPresidente de México.
Este conflicto, entre Lorenzo Garza y Maximinio Ávila Camacho, hermano del Presidente de la República y héroe revolucionario fue muy perjudicial para el torero y, en especial perjudicial para la fiesta.
Maximinio fue general de la revolución, era el mayor de los hermanos Ávila Camacho, entre los que también destacaría Rafael. Maximinio y Rafael combatieron la Guerra Cristera, evento histórico al que nos referimos en el relato cuando en la ganadería de La Punta los hermanos Madrazo y Antonio Llaguno sembraron la semilla de su eterna enemistad. Volviendo a Lorenzo Garza tenemos que, mientras Manuel negociaba su carrera presidencial en las filas de su partido y de la revolución en palacio y los despachos políticos, su hermano Maximino con su carácter demoníaco quemaba pueblos y fusilaba a los prisioneros. Fue famoso Maximinio por su mano dura, su arrogancia, su gusto por el juego y las mujeres. Fue un taurino muy singular, pues se le metió el la cabeza ser gerente de una plaza de toros de Puebla y ganadero de reses bravas.
La tarde del referido brindis en El Toreo de La Condesa, el poderoso militar y político mexicano Juan Andrew Almazán se presentó como acostumbraba rodeado de pistoleros a presenciar una corrida en la que actuaba Lorenzo Garza. El candidato ocupó una de las localidades altas del tendido de sombra, no en una barrera como las que ocupaban los partidarios del gobierno de turno.
El Califa de Monterrey tuvo la ocurrencia de brindarle la muerte de un toro a Almanzán que era candidato de la oposición a la presidencia y sus palabras por la distancia que había entre el agasajado y el matador lo escuchó la mitad de la plaza. A medida que fueron pasando los días el brindis de Lorenzo Garza a Almanzán fue creciendo entre los partidarios del general Manuel Ávila Camacho.
Julio Téllez, destacado periodista y recopilador de un tesoro fílmico para la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, escribe que: “… el 19 de enero fue tan grande el escándalo que armó Lorenzo Garza que fue multado y, al final de la corrida, encarcelado por su brindis a Maximino Ávila Camacho, a quien también odiaba.
El hermano del presidente de México estando sentado en su barrera de primera fila de sombra, acompañado de una atractiva mujer vio llegar, tablas de por en medio, a Lorenzo Garza que le brindó la faena de uno de sus toros, en los términos siguientes:
-“General, va por usted y por la mujer que lo acompaña. Mujer que antes de ser suya, fue primeramente mía. Que los 10 mil pesos que injustamente me impuso de multa le sirva para comprarle un regalo a ella por que el mío es un dinero honrado, ganado con los sustos y la sangre de mi profesión.”
Fue tal el escándalo armado por Garza que fue multado y, al final de la corrida, fue encarcelado.
Manolete que alternaba con Garza, materialmente expuso su vida para calmar al público enardecido, cortó las orejas y el rabo a Boticario, de San Mateo un peligroso animal que movía la cabeza como devanadera y que lo cogió peligrosamente salvándose de una grave cogida.
Se pregunta Julio Tellez si Maximino era un hombre violento. ¿Por qué le perdonó la vida a Lorenzo después de tamaña y publica insolencia?
Nos cuenta Enrique Serna en su libro El Vendedor de silencio que: Maximino trinaba de rabia porque detestaba a Garza. Lorenzo era el figurón del toreo que le hubiera gustado ser y criticaba con severidad todas sus faenas, acusándolo de ser “el favorito de los villamelones”
Otro relato es del aficionado Gabriel Abaroa Martínez , quien nos cuenta que :
- Dado el carácter irascible de Lorenzo y afectado por los celos y sin tomar en cuenta la peligrosidad que significaba retar a semejante especimen…con el estoque en la mano le brindó la muerte de su toro diciéndole:
-“Va por usted gran hijo de su chingada madre que es el asesino más repugnante y más cobarde del mundo…”
-Maximino, sintiendo que sólo la gente cercana se había percatado de las referidas palabrejas, agradeció el brindis y se volvió a sentar.
Nos sigue contando Gabriel Abaroa que…
-Al día siguiente se presentó Garza en la oficina donde despachaba Maximino, franqueando las barreras de seguridad hasta llegar al despacho privado, abrió la puerta y con paso firme se enfrentó a Maximino que estaba en su escritorio y simplemente le volvió a mentar la madre, dio media vuelta y tranquilamente salió por donde entró. Maximino pasmado por lo que nunca se imaginó que pudiera sucederle, no ordenó que detuvieran a Lorenzo, ni trató de vengarse después de lo ocurrido, simplemente lo aceptó y probablemente olvidó el enojoso asunto.
Enojoso asunto que varios periodistas y algún director de cine le atribuyen este locuaz enfrentamiento a Juan Orol, quien por las mismas ofensas provocadas por el general pretendiendo a una de sus atractivas rumberas, dicen que Juan Orol, empistolado y armado de valor, se enfrentó al general en su propio despacho, y ..no pasó nada, igual que Lorenzo, salió tan tranquilo por donde entró y salió.
La historia con mayor veracidad nos la cuenta Rodrigo Fernandez Chedrauí en su voluminoso y bien documentado libro biográfico que escribiera mano a mano con Arturo Olmedo Díaz en el que narran la historia de tres personajes que además de hermanos, fueron forjadores de la historia mexicana:
Maximino, Manuel y Rafael Ávila Camacho, que en un mismo momento histórico conjuntaron en sus manos los destinos de la nación, del estado de Puebla y de su capital: Manuel como presidente de la República, Maximino como gobernador y Rafael como alcalde de Puebla. Maximino, impetuoso, activo, decidido; Manuel, equilibrado, reflexivo, sereno; y Rafael, templado, ordenado y firme, equidistante entre Maximino y Manuel.
El libro comienza su narración comentando la amistad que había entre ambos personajes, prueba de ello fue aquel toro de nombre Churrito que Maximinio Ávila regaló para que Lorenzo se sacara el clavo una tarde de diciembre en 1941. Tras fracasar Garza en sus tres toros una tarde de mano a mano con su enconado rival Luis Castro El Soldado. Lorenzo le cortó una oreja a Churrito, lo toreó estupendamente con capote y muleta y recuperó un sitio que se estaba yendo, o más bien dicho, que se había ido al decir de el cronista Don Verdades.
…No obstante, un desencuentro se produciría entre Maximino y el matador, que le costaría al segundo quedarse fuera de los carteles de El Toreo … La vida de los dos personajes siguió su marcha, alimentando la imaginación popular, convirtiéndose en verdaderas leyendas urbanas. Maximino se convirtió en empresario de El Toreo en la temporada 41-42 hasta la fecha de su muerte el 7 de febrero de 1945, auxiliado siempre como subgerente por Antonio Algara, hombre de gran afición que toreó muchos festivales benéficos y alternaba con las figuras de México cada año en el festejo organizado por su cumpleaños en Teziutlan.
Como empresario Maximinio apoyó a muchos novilleros que con el tiempo, algunos llegaron a figuras del toreo, también como empresario le pidió a don Antonio Algara que hiciera las gestiones necesarias para que los toreros españoles regresaran a México, acto que culminó con la firma del Convenio Taurino Hispano-Mexicano de 1944. Convenio con el que finalizó el distanciamiento que por casi 10 años había prevalecido entre la torería de ambos países.
Maximino fue un gran impulsor del rejoneo en México y siempre comentaba con los amigos y los medios que “Modestia aparte, creo que de haber tenido una buena oportunidad , a estas alturas sería un matador famoso”.
¿No estará en esta apreciación la respuesta a la pregunta que se hacen los biógrafos de don Antonio Llaguno de porqué el encono en contra de Fermín Espinosa “Armillita Chico?
Lo evidente del rechazo a Llaguno por parte de Fermín y la aceptación de Lorenzo Garza por parte de un ser tan complejo como don Antonio Llaguno puso de cabeza a muchos que se consideraban allegados a estas dos figuras relevantes en la fiesta de los toros mexicana.
En la amistad entre don Antonio Llaguno y Lorenzo Garza tuvo mucho que ver el sentido del toreo del maestro de Monterrey. Esa forma de torear de Garza, llevando los toros metidos en la muleta, levándolos muy largo y muy templados era la fórmula que Llaguno exigía para la lidia de sus toros. Don Antonio rechazaba al torero dominador y consideraba pernicioso el doblarse con los toros, cortarle el viaje para dominarlos. Lo explicaba y repetía que a los toros había que someterlos con cadencia llevándolos muy bien toreados con el capote y la muleta. Todo con suavidad. Todo esto se ha convertido en una especie de dogma que se repite y repite en las explicaciones entre profesionales, y también entre aficionados, de cómo debe torearse el toro mexicano.
Toreando así Lorenzo Garza produjo innumerables triunfos para San Mateo. Y eso lo agradecía don Antonio Llaguno con la misma intensidad que aborreció el toreo dominador de Armillita… dicen que pensaba él.
El 25 de abril de 1936 los hermanos Antonio y Julián Llaguno González convirtieron en ganadero de reses bravas a Lorenzo Garza, que se compró un rancho en Durango, para llevar 57 vacas y un toro de Torrecilla y dos sementales de San Mateo. Todas las reses seleccionadas por don Antonio Llaguno. Todas las hembras de origen San Mateo, es decir cruzadas con sangre cunera mexicana y Saltillo. Llaguno no cedía ni una hembra pura de Saltillo, vacas que “constituían la esencia de la casa ganadera, la fuente inagotable de bravura y calidad, las joyas de la corona.
Había advertido Antonio Llaguno a su hijo José Antonio, Toño Llaguno, único varón de seis hijos, que sí quería tener una ganadería de toros bravos lo hiciera con su propio nombre:
- “Si yo muero … conmigo muere San Mateo”.
En el inicio de la ganadería de los hermanos Llaguno trajeron seis vacas de España y dos toros “para mezclar con el ganado criollo” que tenían para sí iniciar su aventura ganadera más importante y efectiva en la historia taurina de América y de España.
Lorenzo Garza y Antonio Llaguno eran llaves en la vida. Triunfadores en todas las plazas de México, eran inseparables. Estaban fuertemente unidos por razones de amistad, de dinero y de empatía.
Lorenzo en el cénit de su torerísimo desempeño, toreando nueve corridas en la temporada 1946 -1947, cortando cuatro orejas y dos rabos a Amapolo y Buen Mozo a toros de Pastejé, alternando con Manolete que cortó una oreja de Murciano y las orejas y el rabo de Manzanita de la misma ganadería ; corrida celebrada el 11 de diciembre de 1946.
No podían faltar los grandes escándalos de Garza; el 5 de enero de 1947 por una desastrosa actuación, indignados muchos espectadores querían bajarse al ruedo para golpear al cínico torero.
El 19 de enero fue tal el escándalo armado por Garza que fue multado y al final de la corrida encarcelado; Manolete que alternaba con Garza, materialmente expuso su vida para calmar al público enardecido, cortó las orejas y el rabo a Boticario, de San Mateo, un peligroso animal que movía la cabeza como ventilador y que lo cogió peligrosamente, salvándose de una grave cogida.
Mientras don Antonio Llaguno apoyaba a Lorenzo Garza, mientras cerraba la sangre de Saltillo en San Mateo, impidiendo salieran de San Mateo vacas originarias de Saltillo a otras ganaderías, lo más increíble – expresión de Luis Niño Rivera – fue que don Julián Llaguno, hermano de don Antonio Llaguno, haya vendido en 1944 toda la camada de hembras nacidas en 1941 al maestro Fermín Espinosa “Armillita Chico”, enemigo acérrimo de su hermano Antonio.
Hubo otros compradores a los que Torrecilla vendió vacas y sementales para la crianza, entre ellos Javier Garfias de los Santos.
En el tercer año de ganadero Lorenzo Garza compró tres vacas origen San Mateo, llegando a 100 vacas en la ganadería del torero, y una más de Saltillo. Además, tenía tres sementales de San Mateo y uno de Torrecilla. Así, poco a poco creció Lorenzo bajo la tutela y vigilancia de don Antonio, hasta que llegó un día en que se estremeció la economía de la fiesta: Manolete murió en Linares. Una muerte que le quitó la fuerza de la rivalidad al torero de Monterrey y a la fiesta en general en México. En la temporada 1946 – 1947 Lorenzo encabezó el escalafón en México con 9 corridas en El Toreo y en la México Lorenzo Garza.
En el 48 bajó al octavo puesto con apenas 5 tardes en El Toreo y ninguna en la México.
En 1949 apenas 3 fechas entre las dos, retirándose dos de sus alternantes y rivales; David Liceaga y Carlos Arruza; y en 1949 el maestro Fermín Espinosa “Armillita” les dijo adiós a los ruedos por primera vez.
Lorenzo Garza estaba consciente de lo que todo esto significaba, y sabía que él no tenía condiciones como administrador de negocios para seguir con la ganadería. Entonces, decidió salir de la ganadería y eso fue un golpe muy fuerte para Antonio Llaguno que había hecho con Garza lo que no hizo con su hijo Antonio: abrir la ganadería y prometerle que jamás vendería una vaca pura.
Lorenzo Garza vendió la ganadería en 1947, hierro, divisa y ganado en 350 mil pesos a Jesús Cabrera Llamas, un aficionado práctico exitoso en sus negocios. La venta fue de seis potreros de alambre, la casa, tres norias, bebederas de cemento y 560 reses y caballos, muebles de la casa, planta eléctrica, refrigeradoras y cosas de cocina.
Jesús Cabrera a los meses de tomar posesión del cortijo le compró a don Julián 61 vacas y 5 sementales.
Todo lo que Antonio Llaguno quiso fuera Lorenzo Garza se convirtió en realidad con don Jesús Cabrera.
De los ocho amigos a los que Llaguno venció ganado de San Mateo están Daniel Muñoz de Zacatepec; José María Franco de Cerro Viejo; Manuel Labastida de Santo Domingo; Luis Obregón de Santacilia; Lorenzo Garza Arrambide; Carlos Cuevas; Guillermo Rodríguez de Cerro Gordo; y Juan Aguirre Conejo Chico; al único de ellos a quien vendió vacas de Saltillo fue a Lorenzo Garza.
Javier Garfias fue muy cercano Lorenzo Garza. Tan amigos fueron que se atrevían hacer pulso juegos muy pesados. El día de la boda de Ángela María, la hija de Javier Garfias y de Angeles Sitges de Garfias, Lorenzo fue invitado a la boda. Transcurrido tiempo prudencial para que los invitados comenzaran abandonar el ágape el Ave de las Tempestades se despidió de sus anfitriones. Todo bien, hasta cuando Lorenzo Garza llegó donde estaba su auto. El coche tenía las cuatro llantas vacías. Se vio obligado a quedarse hasta el amanecer, cuando lo dejaron en libertad sus amigos de siempre.Entre ellos Javier Garfias. Todo principio tiene un final y don Lorenzo lo decidió para esta fecha, en su tierra, ante sus paisanos que siempre lo apoyaron.
Cuenta Alejandro Arredondo, autor de Lorenzo Garza, El Ave de las Tempestades, que:
- “El Magnífico” regresó a los ruedos por última ocasión a los 58 años de edad con un jugoso contrato por tres corridas con la empresa de Leodegario Hernández Campos, una para otorgarle la alternativa a Manolo Martínez en León y finalmente la despedida de nuevo en Monterrey, para no volver nunca más a vestir de luces…
Lorenzo Garza, de acuerdo a los recuentos estadísticos de don Luis Ruiz Quiroz toreó esa temporada de 1966, las corridas de León el 19 de enero con Joselito Huerta, José Fuentes y Manolo Martínez y toros de Mimiahuápam en la que se alzó como el triunfador al cortar la oreja del quinto de la tarde y la de su despedida en Monterrey.
El 22 de enero de ese 1966, días después de su triunfo en León, la agencia Informex, en nota publicada en el diario El Siglo de Torreón, anunciaba ya la despedida del Califa, en estos términos:
México, 21 de enero. – (Informex). – Lorenzo Garza, el veterano espada mexicano anunció que su despedida definitiva de los ruedos tendrá lugar el día 6 de febrero en la plaza de Monterrey, que es su ciudad natal.
En tal fecha alternará con Joselito Huerta y Raúl Contreras “Finito”. La supervivencia del genial muletero regiomontano en el arte que le dio fama ha sido increíble.
Muy cerca de los 60 años de edad, es capaz todavía de lograr hazañas como las de ayer en la plaza de León, donde fue el máximo triunfador, alternando con tres toreros jóvenes que están en su mejor momento.
Lorenzo Garza era uno de los últimos bastiones de la Edad de Oro del toreo mexicano que estaba en activo, pues tras de la tarde que hoy me ocupa, de ella quedarían activos solamente Alfonso Ramírez Calesero, quien en campaña de despedida torearía hasta 1968 y Luis Procuna que tendría su última tarde hasta 1974.
Lorenzo Garza había hecho pausas en su carrera en varias ocasiones antes de esta última tarde. Así, toreó por última vez el 30 de junio de 1943 en Barcelona, con Carlos Arruza y Jaime Marco El Choni con toros de Marcelino Rodríguez, para reaparecer hasta el 20 de noviembre de 1946 en Irapuato, alternando con Manolete y Luciano Contreras, consciente de su responsabilidad de figura que tenía que salir a dar la pelea al Monstruo de Córdoba.
Volvió a dejar de torear el 16 de octubre de 1949, en Palmira, Colombia, con alternando con Morenito de Valencia y Félix Briones en la lidia de toros de José Estela. Reapareció el 20 de abril de 1958 en Ciudad Juárez con Juan Silveti y Jaime Bolaños y toros de Jesús Cabrera, toreando 6 corridas ese año, otras 5 en 1959, 6 en 1960 y 3 en 1961. No toreó en 1962 y 63 y toreó 2 corridas cada uno de los años 1964, 65 y 66. En total en su carrera, sumó nada más 331 festejos toreados. La tarde de la despedida
al final de cuentas y a pesar de las noticias previas, don Leodegario Hernández confeccionó un interesante cartel para arropar la despedida de la gran figura. Le acompañaría uno de las figuras emergentes del momento, Raúl Contreras Finito y cerraría la tercia un torero español, de Salamanca, que también era de alternativa reciente Paco Pallarés que se malograría después a causa del toro negro de la carretera. Los toros serían de José Julián Llaguno, ganadería que gozaba de un excelente momento.
Lorenzo Garza se fue en olor de triunfo, con las orejas y el rabo del último toro que mató en las manos.
La crónica de Antonio Córdova, en el diario El Porvenir, de Monterrey, del día siguiente del festejo, entre otras cosas, nos cuenta:
- “Joyero” se llamó el cuarto de la tarde. Un joyero de mucha categoría, pues trajo consigo toda la gama de la orfebrería taurina presentada en ese estuche de lujo que se llama Lorenzo Garza.
La exhibición dio principio con una tanda de verónicas de oro que, el señor de Monterrey remató con media verónica rodilla en tierra y, no conforme con ello, volver a prender al de José Julián para llevarlo de los tercios a los medios con 3 lances colosales y media verónica de ensueño.
Pero lo más rico de la exposición vino en cuanto Lorenzo tomó la muleta en sus manos, para ir bordando como gemas valiosísimas un trasteo con naturales garcistas que no volveremos a ver, derechazos de maravilla, y sus medios pases con la derecha que fueron el aderezo a su obra maestra.
El toque final fue esa media estocada en el hoyo de las agujas, con la cual tuvo “Joyero” para entregarse al cachetero, y al grito de ¡Torero! ¡Torero!, se le entregaran las orejas y el rabo del toro de José Julián a Dn. Lorenzo que, aclamado por la multitud dio tres vueltas al ruedo con la arena tapizada de sombreros y prendas de vestir. Un triunfo grandioso para quien ha sabido honrar durante toda su trayectoria taurina el terno de luces…
Una tarde triunfal, pues Paco Pallarés cortó tres orejas a los toros de su lote y Finito con la parte dura del encierro le cortó una al tercero, con petición de la segunda, no concedida, lo que generó una gran bronca a quien presidía el festejo.
En suma, Lorenzo Garza se fue de los ruedos ejemplificando la grandeza de la fiesta, la que siempre fue su bandera.
En el diario El Norte, también de Monterrey, en una publicación que atribuye a don Ángel Giacomán – esa era su tribuna – se le pedía a Lorenzo Garza lo siguiente:
... ‘No te vayas Lorenzo’, diría don Alfonso Junco recordando el tiempo ido, que fundió en su cerebro prodigio aquellos versos, que al fin pudieron describir la grandeza del torero, que sembró pasiones y ahora cosecha cariño y admiración.
‘No te vayas Lorenzo’, y sabemos que no te irás, porque quedará para siempre en la mente, tu personalidad incomparable, el sello de tu pase natural inigualable, y al igual que entonces, aún siembras pasiones de matices tan diferentes que te han hecho inmortal...
Ya quedaba solamente paso para la nostalgia, para el recuerdo, para la memoria. Lorenzo Garza seguiría en los ruedos, pues torearía algunos festivales selectos a beneficio de causas nobles, pero la competencia que implica ir vestido de seda y alamares había llegado a su punto y final. Una época había terminado. Y terminó con grandeza, con la grandeza que corresponde tanto a la fiesta de los toros, como al personaje que en este caso la representa.
Lorenzo Garza repito fue amigo muy cercano de Javier Garfias, quien al fallecer don Antonio Llaguno se encargó de la administración de la ganadería que dirigía el hijo de don Antonio, José Antonio Llaguno García.
Javier Garfias de los Santos se encargó de supervisar los empadres y los tentaderos y mantuvo una relación muy cercana con José Antonio.
Quiere decir que Javier Garfias estudió libros, líneas genéticas, empadres y todo lo concerniente a la ganadería de San Mateo.
Desde 1980 las familias García Aceves y García Villaseñor están al frente de lo que había de San Mateo en 1980, la ganadería, el hierro y la divisa porque la sangre Llaguno, tal fue el acertado nombre de Niño de Rivera está en Javier Garfias, Mimiahuápam, Torrecilla, Reyes Huerta, San Martín, Los Martínez… y más del 70 por ciento del ganado de lidia mexicano.
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