Gran protagonista de su tiempo, le faltó precisamente eso, tiempo, para convertirse en lo que merecía como el gran torero que fue. Las múltiples cornadas, un accidente de tráfico y lo tozudo de su carácter, acabaron con su vida cuando apenas tenía 27 años de edad.
Raúl Contreras, nacido en Chihuahua pero avecindado en la ganadería de Tomás Valle en San Miguel de Allende, recibía, en un principio, el mote de “El Gato”, en referencia a sus ojos verdes, pero un periodista taurino lo bautizó para siempre como “Finito”.
Fue, como novillero, el gran triunfador de Guadalajara, y también del Toreo de Cuatro Caminos, en la capital del país; hizo exitosa temporada novilleril en España, y fue aclamado en Barcelona, aunque no pudo presentarse en Madrid.
Vendrían temporadas de enormes resultados artísticos en México, luego de tomar la alternativa en su natal Chihuahua de manos de Joselito Huerta y teniendo como testigo a Antonio del Olivar. Confirmó el doctorado poco más de un año después en la monumental Plaza México, ahora por conducto de Juan Silveti.
Torero de enormes cualidades, vivió tardes memorables con diestros como Manolo Martínez o Eloy Cavazos, con quienes compartió generación, pero sobre todo, alcanzó prestigio alternando en nuestro país con Manuel Benítez, El Cordobés, con quien, incluso, fue anunciado en mano a mano.
Tocado ya con dos conmociones cerebrales, producidas por los toros, dicen que no soportó las consecuencias de un accidente de tráfico en el Periférico de la Ciudad de México, cuando los médicos le prohibieron manejar y torear; se negó a tomar medicamentos y acabó muriendo a inicios de diciembre de 1974.
Dejó tardes memorables en las páginas del toreo mexicano, y se hubiera convertido seguramente en una leyenda si no hubiese sufrido tanto el castigo de los toros y de la vida.
Publicado en El Diario de Querétaro
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