domingo, 30 de mayo de 2021

HOY RECORDAMOS A RÓCÍO JURADO LA QUE EN CHIPIONA LE CANTABA A RÓMULO GALLEGOS ... Por Víctor José López EL VITO

 

EN CHIPIONA ROCÍO CANTABA , Y CANTABA CANTACLARO DE RÓMULO GALLEGOS por Víctor José López EL VITO


Publicado en
REPORTERO TAURINO
Un grupo de amigos escogió Caracas para celebrar los once meses del matrimonio de José Ortega Cano y Rocío Jurado. La gran cantante acompaña a su marido, que reapareció en el Nuevo Circo en la Corrida de la Prensa. Festejo importante en el calendario taurino venezolano del que Ortega Cano ha sido varios años triunfador. La boda de Ortega y de Rocío fue presenciada en el mundo entero porque la TV Española transmitió la famosa fiesta de la Yerbabuena y la revista Hola relató lo que allí ocurrió. Una tarde de sábado en Caracas nos reunimos en casa de Ángel Lozano en su restaurante del Lar del Jabugo. Invitados por Abelardo Raidi que en su espléndida amistad rindió homenaje al torero y a la cantante. No para disfrutar de los sabrosos arroces  de Ángel, con mariscos cocidos en barros y las yerbas aromáticas de nuestro generoso trópico, sino para gozar de la amable atención de este restaurador murciano que adoptó a la Sultana del Ávila como su hogar y el cuartel general de su catecismo gastronómico. 
La pareja había llegado la noche del viernes procedente de Cartagena de Indias, la ciudad amurallada, llena de marinera magia donde al calor del fogón caribeño se funden los ritos africanos, indoamericanos y mediterráneos, que pintan de romance la agobiante piratería con trazos de religión los colores de la libertad, por que en las murallas cartageneras se inscribieron en cada piedra la historia del Caribe el más apasionado y vehemente cuento de la vida americana. 
José y Rocío se refrescan con la brisa avileña de esta Caracas radiante.
- Es la primera vez que coincidimos en Caracas, comenta Rocío, no sin antes añorar las noches de apoteosis en el Teatro Municipal.
La Jurado, ahora señora de Ortega, viste conjunto de lino color caña y cubre sus expresivos ojos con lentes de concha de carey. El pelo color caoba, suelto y libre que desordena la traviesa brisa caraqueña, enmarca su cara andaluza que denuncia la presencia árabe en su hirviente sangre. Aunque media la tarde en nuestro valle, ella tiene pocas horas de haberse levantado.
- Se llenó el escenario de flores aquella noche. Las rosas tapiaron las tablas y me pedían una y otra y otra canción. Caracas siempre ha sido amable. La gente se ha enamorado con los versos de mis canciones. Tenía tantas ganas de volver...
Recuerda Rocío Jurado la gala de apoteosis en el Teatro Municipal. Once meses ya, de un romance cantado por las revistas del corazón, que han seguido los admiradores de Ortega y de la Jurado a lo ancho y largo de América y de Europa.
— Usted viene de Cartagena de Indias. ¿Habló con Gabriel García Márquez?
— Muchas veces hemos coincidido en Cartagena y en diversos y muy apartados rincones del mundo. García Márquez es como su tierra costeña, un hombre mágico. Huele a leyenda y a pulpa de fruta fresca. Está muy disgustado porque han levantado un hotel, el Santa Clara, en el centro de la ciudad amurallada, justo al lado de su bellísima casa. Le han quitado la sagrada privacidad. 
Desde el hotel los turistas, asomándose a la ventana, se meten dentro la vida privada de este mago de la fábula.
- ¡Eso no se puede aguantar! Habla con pasión de Cartagena y narra dos hechos que descubren el velo de la magia, a la que hace referencia. Una noche íbamos en el auto de Isabel, amiga y vecina de Cartagena. Llevaba en el reproductor un CD con los valses de Strauss y al entrar a la ciudad amurallada mi “Jóse”, que está loco de amor, detuvo el coche, subió el volumen del reproductor y me sacó a la calle. Estuvimos bailando sobre el empedrado y la gente se acercaba curiosa y respetuosa para ver qué hacíamos. Se asomaban sobre las murallitas y entre las puertas y ventanas; poco a poco se acercaron, nos rodearon y al final, iluminado todo por las viejas farolas de luces amarillentas que se confunden con el plata de la luna caribeña, fue como despertar de un maravilloso sueño.
- Otro día, recién llegábamos de la Feria de Cali, íbamos en un coche de caballos por las callejuelas de la ciudad amurallada. Descubrimos, sentado en la acera, a un hombre, pensativo y ensimismado, que no le importaba la proximidad del caballo que tiraba del carruaje. El coche pasó a escasos centímetros de él y éste, el hombre sumido en su misterio, inmutable, sin siquiera levantar la cara dijo en voz audible:
- ¡Adiós Rocío! Nadie sabía que veníamos a Cartagena.
- Nadie nos esperaba; y cuando volvimos la cara para saludarle, el misterioso hombre sentado en la acera de aquella vieja calle cartagenera, ya no estaba. El hombre inmutable se había ido. ¿Es que acaso ese hombre estuvo alguna vez sentado en esa acera de la vieja calle empedrada?
Como Cartagena tiene magia, La Habana tiene el embrujo de España.
— ¿Conoce usted La Habana?
-Me encantaría poder cantar algún día en Cuba. Allí hay muchas cosas de mi Cádiz, de mi bahía; pero primero deben cambiar muchas cosas. Tengo tanto que agradecerle a los cubanos que viven en los Estados Unidos y buena parte de mi éxito profesional lo debo al mercado americano. Desde San Francisco hasta San Diego, toda California, igual que lo han hecho Florida e Illinois, la gran Nueva York, en todo el vasto territorio de la Unión, hombres y mujeres enamorados han cantado las canciones que inspiraron a Manuel Alejandro y a Paco Cepero y que he tenido la suerte de hacer famosas. 
-Sí; tienen que cambiar muchas cosas en La Habana para que yo vaya a Cuba.
Cuenta que ha sido el año del 95 un año lleno de acontecimientos muy gratos para el matrimonio. 
- Primero nos casamos; ya eso es maravilloso. 
- “Jóse” se ha hecho ganadero y tiene una punta de vacas procedentes del encaste de Pedrajas y otra de Jandilla adquiridas de Borja Domecq. Debutó en un festival, con éxito impresionante.
- Compramos unos viñedos en Mata Romera, en la Ribera del Duero, y nuestros vinos que proceden de los caldos de Vega Sicilia, han ganado Medalla de Oro en París y en Buenos Aires. Se trata de un vino joven, de la cosecha del 93, y competimos con los mejores vinos del mundo. Sabrás lo felices nos sentimos al conocer que nos premiaron con la Medalla de Oro para catalogar nuestro vino como el mejor del mundo, en París, en Francia. ¿Te imaginas? Y ya, como si fuera poco, me otorgaron la Medalla de las Bellas Artes. El galardón máximo para un artista español, es el reconocimiento que le hace España a sus hijos. ¡Lo máximo!
Cuenta Rocío la simpática historia del galardón. Años atrás, cuando los reyes eran príncipes, ya yo era amiga de ellos. Comenzaba a despuntar en mi carrera y un día, bromeando con ellos, le dije a don Juan Carlos:
- Me tendrán que dar la Medalla de las Bellas Artes. Él, don Juan Carlos, me miró fijamente y muy serio me preguntó:
- ¿Por qué?
-Sinceramente me turbé; no sabía qué responder y dirigiéndome a doña Sofía les dije: es broma... Sólo una broma.
-Sin embargo —hoy lo confieso por primera vez—, eso se me quedó muy adentro. como una espinita chiquitita, como un gran y permanente reto y cada vez que hacía un trabajo grande e importante pensaba en el Bellas Artes. Hace pocos años estuve a un punto de ganar el Premio Príncipe de Asturias. Sinceramente, me sentía feliz por el sólo hecho de haber sido nominada. Lo consideré un honor grandísimo.
- El 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes, recibí una llamada. Era la Ministra de la Cultura para participarme que Sus Majestades los Reyes de España habían suscrito la solicitud del Consejo de Ministros de concederme el Premio a las Bellas Artes de España. “Jóse” no lo creía; y no lo quería creer por temor a que fuera una broma del día de los Santos Inocentes. Fue hasta el 29 de diciembre cuando recibimos un telegrama procedente del Palacio de la Zarzuela que realizamos que habíamos sido galardonados con el premio con el que habíamos soñado toda la vida.
Rocío Jurado se descubre distinta a cómo la vemos en las revistas del corazón. Más allá de la intriga de la historia del chisme, de la travesura del periodista o del fotógrafo, de la insaciable caza del papparazzi hay una mujer que piensa y sueña con mantenerse en el privilegiado sitio donde la ha colocado el arte. Un cigarrillo sigue a otro en la sobremesa. Se resiste a la tentación de los postres y cuenta cosas increíbles de sus primeros viajes a América.
A Venezuela la conocía desde mucho antes de venir. En Chipiona, en casa de mis padres, leía con avidez a Rómulo Gallegos. Canaima, Cantaclaro, La Trepadora, Pobre Negro, Doña Bárbara. Todas sus novelas las leíamos en casa y descubrí las entrañas de este país amable y generoso que siempre se me ha entregado. Las coplas en Cantaclaro las canté de niña, con aires de fandango muchas de ellas, al compás de una guitarra marinera. ¡Qué cosa! El llano venezolano en la casa de Chipiona.
- Cuando fui a México con Amprofon, la famosa sociedad discográfica, tuve mucho éxito con temas de Manuel Alejandro. Guillermo Infante, que había organizado todo, me insistía en que ayudara a un chico que, según él, tenía mucho futuro.
- Le envié tres casetes a Manuel Alejandro y no he tenido respuesta. Hablé con el chico, le escuché cantar y cuando descubrí varias cosas de él que vivían en mi pasado me propuse ayudarle. Cuando regresé a España se lo pedí encarecidamente a Manuel Alejandro, quien me confesó que no había tenido tiempo para escuchar los casetes. Le había prometido a aquel chico rubio de México que el gran compositor le arreglaría temas suficientes para que grabara un long play; él me decía que con un par de temas le bastaría. Así se lanzó al mercado Emmanuel; y así fue como lo descubrió al mundo la inspiración de Manuel Alejandro.
- Emmanuel es hijo de Rovira, el famosísimo matador de toros y de la cancionista Conchita Martínez. Conchita Martínez fue ídolo de mi niñez. Sus temas los cantábamos porque estaban de moda y porque su dulce voz llena de melodía los convertían en temas que cantaba toda España. En México casó con Raúl Acha Rovira y en México nacieron Emmanuel y sus hermanos. Conchita falleció en el esplendor de su juventud, cuando su voz dulce y tierna cautivaba los corazones enamorados. Hoy aquella voz se hizo más ronquita, pero siempre tan melodiosa y ha triunfado en los escenarios del mundo en voz de su hijo Emmanuel.
Comenta Rocío Jurado que su famosísimo paisano Rafael Alberti mejora de la recaída. Es un pedazo vivo y vigoroso de las playas de Cádiz, de la tierra marinera que todos los andaluces tenemos en el corazón. En el tintero de la entrevista los contrastes de esta mujer, que igual recuerda en Cantaclaro el coplero del llano venezolano como podría ver en las chuflillas de Rafael Alberti envuelto el capote de su marido. Hay un cuadro de Alberti, un cuadro taurino; es un torero toreando con el capote a un toro con banderillas. “Jose” en Cali en diciembre del año pasado, indultó un toro de Guachicono y, después de banderilleado le hizo un hermosísimo quite y le dio vida y mucha razón a la incongruencia taurómaca del genio del Puerto de Santa María.
De genios hablamos, y en las páginas de otro genio guardo las notas de la entrevista. Caen las hojas sueltas en la página 24 del libro del Poeta Maldito, Jorge Cuesta que su homónimo sobrino me obsequió al llegar a Caracas. 
Al abrirlo para sacar las notas, leo:
Desordénate, enloquece, entrégate
al ademán violento con que aspiras
a escapar de la ley que te contiene
o salir del azar donde te viertes:
nada podrás abandonar, y nada
se retira del cuerpo a donde vuelves

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